Nadie discute que el sexo es uno de los máximos placeres de la vida, pero también es muy muy muy peligroso: embarazosos accidentes con botellas que se pierden en el recto, infecciones de transmisión sexual que te dejan ciego, penes partidos por la mitad como ramitas secas y la muerte. Y no, no me refiero a la petite mort, sino a palmarla de verdad, como los siguientes personajes ilustres que murieron con la polla puesta las botas puestas.
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Polvos mortales
Atila, el rey de los hunos, «el azote de Dios», el hombre tras cuyo paso no volvía a crecer la hierba, falleció en el año 453 d. C. en su noche de bodas con la bella y joven Ilico, su duodécima esposa. Según las crónicas de Prisco, político, sofista e historiador bizantino, los excesos de la celebración le provocaron la rotura de un vaso sanguíneo que le condenó a morir, tras una larga agonía, asfixiado en su propia sangre y vómito etílico, ante una horrorizada Ilico. Aunque otras fuentes, como el cronista romano Conde Marcelino, la Saga de los Volsung o la Edda poética, afirman que Atila, la pesadilla de Roma, fue asesinado por su esposa, por encargo del emperador romano Marciano. ¡Quién sabe!
Félix Faure, presidente de la República Francesa, murió de una apoplejía el 16 de febrero de 1899, con los pantalones bajados hasta los tobillos, mientras Marguerite Steinheil, una de sus amantes, le practicaba la que sería la (última) felación de su vida en la sala azul del Elíseo. Aunque la versión oficial omitió las circunstancias de su muerte, pronto fueron conocidas por todos, que no dudaron en hacer chistes y juegos de palabras con el vocablo «pompe» (que, en argot, significa felación) y «pompe funèbre» (pompas fúnebres, funeraria o enterrador) apodando a Marguerite «la pompe funèbre», que vendría a significar «la enterradora por una mamada».
El multimillonario Nelson Rockefeller pasó a mejor vida el 26 de enero de 1979, de un ataque al corazón, mientras trabajaba en su oficina de Manhattan, como se debería esperar de un respetable (y casado) exvicepresidente de los EEUU. Bueno, eso es lo se hizo constar en el informe oficial; en realidad, Rockefeller murió en su casa de Maine mientras follaba intimaba con su secretaria Megan Marshak, que no llamó a tiempo a la ambulancia porque, según ella, el sobrepeso de Rockefeller la mantuvo inmovilizada durante un buen rato. Él tenía 70 años y ella, 25, ¡quién podría adivinar este trágico desenlace!
El castigo de Dios
Contra todo pronóstico (ejem), no solo los dirigentes laicos se pasan el sexto mandamiento por el arco del triunfo, recibiendo un castigo divino por ello, también los religiosos; en concreto, el papa León VII y el papa Juan XII.
El papa León VII, conocido por una serie de Epístolas en las que prohibía la entrada de las mujeres en los monasterios de hombres, no tenía el más mínimo problema para dejarlas entrar en sus aposentos para que se hincaran de rodillas ante él y no precisamente para rezar. Según las malas lenguas, el pontífice sufrió un ataque al corazón el 13 de julio de 939, mientras fornicaba con una de sus numerosas amantes.
En cuanto al papa Juan XII, conocido como «el papa fornicario» por las supuestas orgías con prostitutas, esclavos y eunucos que se montaba en su residencia pontificia de Letrán, se encontró con el Señor el 14 de mayo de 964, víctima de una apoplejía que le sobrevino en plena cópula con una mujer. O eso afirma una de las versiones de la historia; la otra, más escabrosa, asegura que murió asesinado de un martillazo propinado en su ilustre cabeza por un marido cornudo que le sorprendió en la cama con su esposa.
Como habéis podido comprobar, hay una característica común entre todos estos hombres: mordieron un trozo más grande del que podían tragar. Así que ya sabéis, mis queridos lectores, no tentéis a la suerte. Bueno, sí, tenéis razón: de algo hay que morir; así que llevad calzoncillos limpios, mantened el pabellón muy alto y dejad un bonito cadáver.