Sexo

Nos atrae la idea de tener una relación abierta, pero no sabemos si podríamos

Hablar de parejas abiertas o liberales (aquellas donde los miembros tienen relaciones eróticas con otras personas con el consentimiento de ambos) genera opiniones muy diversas. Hay quienes no ven aceptable que una relación pueda abrirse sexualmente (según una encuesta del CIS, el 74,9% consideraba que la total fidelidad sexual es imprescindible para que una pareja pueda funcionar bien y ser feliz). Otros, sin embargo, tienen muy claro que la monogamia es antinatural y este tipo de relaciones se ajustan muy bien a su forma de entender la vida.

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Según otros estudios, entre el 5% y el 8% de las relaciones estables podrían considerarse como parejas abiertas. Aunque los datos en temas sexuales siempre han de tomarse con la debida prudencia.

Por otro lado, hay personas que respetan la idea, hasta les gusta, pero no saben si podrían mantener una relación de este tipo.

La fidelidad

Las dudas son normales ya que tenemos impregnada la idea social de que la fidelidad en la pareja se expresa en forma de exclusividad sexual. Es decir, en las relaciones monógamas tradicionales se da por hecho, incluso sin que se haya hablado previamente, que estar en la cama con otra persona es infidelidad.

También está muy generalizada la idea de la propiedad en la pareja, como si la otra persona nos perteneciera en el momento en que pasa a tener una relación con nosotros. Los términos «esposo y esposa» son una  gráfica metáfora que nos da el lenguaje; tanto significan la persona con la que te has casado como las formas verbales del verbo esposar.

Con ambas, exclusividad sexual y propiedad inculcadas en nuestra sociedad, no es de extrañar ese miedo a abrir la pareja. El primer paso es deconstruir estos preceptos.

Hacia una relación abierta

Las relaciones no monógamas, para empezar, tienen otro concepto de fidelidad. No tiene nada que ver con la exclusividad sexual sino con los acuerdos que se han establecido entre los miembros de la relación. Y estos acuerdos serán los que cada pareja decida explícitamente. Por ejemplo, si una pareja tiene como norma contarse cualquier encuentro erótico con una tercera persona, habrá infidelidad si un día no se cuenta.

Lo de la propiedad ya es relativo. Hay parejas abiertas que asumen que los genitales de su pareja y lo que hagan con ellos no son de su jurisdicción. Pero también he conocido a matrimonios del ambiente swinger que valoraban que la pareja con la que jugaban fuera estable y no ocasional. «Yo estoy cediendo a mi marido y me gusta que la otra persona también ceda algo muy importante para ella, no una simple amante», me comentó una chica que practicaba el intercambio de parejas. No es la única vez que he oído algo así y tras las ideas de «ceder» y de considerar a un amante una relación de menor importancia, subyace un concepto de pertenencia, por lo tanto, de apropiación.

En cualquier caso, para que una relación de este tipo funcione es fundamental que ambos miembros de la pareja estén convencidos de que eso es lo que quieren. Si uno arrastra al otro, es bastante probable que el tema no funcione. Luego, también deberán hablar de cómo quieren llevarla a cabo y de cuáles serán sus acuerdos de fidelidad.

Cuidando la relación

Tener este punto de partida claro no significa que el temor a enfrentarse a una relación de este tipo quede superado. Sobre todo, cuando llega el momento clave de poner en práctica eso que se ha hablado y fantaseado.

Es recomendable ir poco a poco para ver qué tal nos vamos sintiendo. Las fantasías funcionan muy bien en la cabeza, pero no siempre en la realidad, así que mejor vamos despacio, no vaya a ser que por ir tan deprisa nos estampemos.

Cada pareja decidirá cómo quiere empezar. Quizá les apetece hacer un trío y buscan por alguna aplicación de contactos o ya saben con quién quieren compartir intimidad. O les apetece ir a un local de intercambio para conocer parejas afines.

Sea como sea, es importante que en estos primeros encuentros se tenga muy presente a la pareja. Hablar honestamente sobre cómo se siente cada uno, no dudar en parar algo si uno no está a gusto y respetar los sentimientos de todas las partes. Porque, sobre todo, hay que cuidar la relación.

Una relación abierta funcionará en la medida en que se tengan las cosas claras, haya una comunicación sincera y se respeten los tiempos y sentimientos de cada uno. Con estas ideas se podrá construir desde una buena base.

Obviamente, no hay una receta matemática según la cual haciendo tales cosas el resultado sea exitoso. Y es que las relaciones, sean abiertas o cerradas, no vienen con manual de instrucciones.

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