Sexo

Hacer una felación NO cura la depresión

De entre todos los mitos urbanos actuales que existen en torno al sexo, mi favorito es el que afirma que hacer una felación cura la depresión. De ser cierto, estaríamos como en la Época Victoriana, solo que en vez de curarnos el «paroxismo histérico» con un orgasmo, nos curarían la depresión con el del médico. ¿No? Cosas más raras se han visto.

Tras bucear en la red, deduzco que el origen del mito se remonta al año 2012, cuando la web NewScientist publicó el artículo Semen acts as an anti-depressant. Su autor explicaba que un estudio realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de Nueva York, en el que participaron 293 mujeres, había llegado a la conclusión que las que no usaban preservativo en sus relaciones sexuales vaginales presentaban menos síntomas de depresión. Vaginales, sí, has leído bien. De hecho, cuando le preguntaron a uno de los investigadores si el sexo oral y anal tendría los mismos efectos sobre el estado de ánimo, este contestó que quizá, pero que había que investigar al respecto.

Esa puerta a la esperanza debió animar a un redactor que, tras leer el artículo de NewScientist con nula comprensión lectora, publicó el suyo propio afirmando que un estudio científico había demostrado que hacer felaciones reducía la depresión en mujeres. Y claro, la costumbre del copia y pega, en la que se revuelcan algunos redactores como cerdos en un chiquero, hizo el resto. ¿Para qué leer el estudio si con citarlo bastaba?

Un par de años después, el mito se tradujo al español y ahí sí, queridos amigos, la noticia se extendió como un reguero de pólvora, incluso en webs especializadas en salud, con títulos tan sugestivos como: Las mamadas quitan la depresión, Chupar el pene te cura la depresión, Felación contra depresión, Las mujeres que practican sexo oral se deprimen menos, ¡Contra la depresión… la felación! Y así, hasta el infinito y más allá.

No era para menos. Esta noticia era más importante para los hombres heterosexuales que el descubrimiento de la penicilina. Heterosexuales, sí, porque el estudio lo había dejado clarísimo: solo curaba la depresión de las mujeres que hacían mamadas con final feliz y a pelo, porque aunque la clave de la curación milagrosa era el semen, hacerse batidos con el de uno mismo o chupársela a otro tío no servía. Cosas de la ciencia. ¡Era verdad y polla punto en boca! Pues va a ser que no.

Does Semen Have Antidepressant Properties?

El famoso estudio que todos estos redactores citaban y ninguno se había leído es Does Semen Have Antidepressant Properties?, publicado en 2002 en Archives of Sexual Behavior, y que podéis encontrar en este enlace. Los investigadores Gordon Gallup y Rebecca Burch, de la Universidad Estatal de Nueva York, y Steven M Platek, de Georgia Gwinnett College, intentaron dar respuesta a la pregunta que daba título a su estudio: ¿El semen tiene propiedades antidepresivas?

Quizá la que te haya venido a ti a la cabeza es cómo demonios les dio por asociar una cosa con otra; esta respuesta es muy sencilla: por la composición del semen. Menos del 10% del semen eyaculado son espermatozoides (algunas fuentes lo reducen al 5%); el resto es plasma seminal, un líquido que tiene más de 50 componentes diferentes entre los que se encuentran hormonas y neurotransmisores con efectos antidepresivos como endorfinas, oxitocina, serotonina o melatonina.

Al revisar la literatura sobre la absorción por la vagina de las sustancias contenidas en el semen, Ney (1986) planteó la hipótesis de que este podía tener un efecto sobre el estado de ánimo en las mujeres. Para probar esta hipótesis, los investigadores midieron los síntomas depresivos en 293 universitarias, en función de su actividad sexual y el uso de condones. Concretamente, las participantes tuvieron que contestar a dos cuestionarios: uno sobre su comportamiento sexual (con preguntas como la frecuencia con la que mantenían relaciones sexuales vaginales y qué tipo de anticonceptivos usaban) y otro que medía el nivel de síntomas depresivos (El Inventario de depresión de Beck o BDI, creado por el psiquiatra, investigador y fundador de la Terapia Cognitiva Aaron T. Beck).

Las participantes que confesaron mantener relaciones sexuales vaginales sin preservativo mostraron menos síntomas depresivos que quienes solían usarlo y que las que practicaban la abstinencia sexual. En cuanto a la propensión al suicidio, las mujeres sexualmente activas que «nunca» usaban condón demostraron ser menos propensas a suicidarse (4.5%) que aquellas que «a veces» (7.4%), «usualmente» (28.9%) y «siempre» (13.2%) lo usaban.

Según los investigadores, «Estos datos son consistentes con la posibilidad de que el semen pueda antagonizar los síntomas depresivos y la evidencia que muestra que la vagina absorbe una serie de componentes del semen que pueden detectarse en el torrente sanguíneo a las pocas horas de su administración». En cuanto al sexo oral, concluyeron «Sería interesante investigar los posibles efectos antidepresivos de la ingestión oral de semen, o el semen aplicado a través del coito anal (o ambos) tanto entre parejas heterosexuales como entre hombres homosexuales».

Resumiendo: los síntomas depresivos eran menores en las participantes que habían mantenido relaciones sexuales vaginales sin preservativo. En cuanto a las mamadas: hasta que un estudio lo demuestre, la depresión no se cura ni con una garganta profunda.

Para evitar que algún redactor «copia y pega» coja cuatro datos de este reportaje y escriba otro bajo el título Follar sin condón quita la depresión, os recuerdo que si folláis (y practicáis sexo oral) sin goma podéis pillar Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS) como el SIDA, la gonorrea o la sífilis que, a su vez, pueden provocar otros trastornos como meningitis, ceguera, demencia, impotencia o infertilidad. Y esto sí que no es un mito.

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