Venid, acompañadme en esta breve e intensa visita al cementerio del Père-Lachaise…
Sigue más abajo…
Este camposanto es el más grande de París y, por descontado, uno de los más renombrados y hermosos del mundo. Se cuenta que su construcción se llevó a cabo principalmente a fin de detener las epidemias de cólera, pues lo habitual hasta el siglo XIX era dar sepultura en los jardines/patios de las iglesias. Sin embargo, y con el desarrollo industrial, esas zonas estaban saturadas y se apiñaron los cadáveres, lo que ocasionaba la mencionada enfermedad. Si bien sí se edificaron catacumbas, estas terminaron amenazando la estabilidad de la ciudad bajo la que yacían.
Napoleón Bonaparte ordenó por decreto la construcción de cementerios alrededor de la urbe y con diseño ajardinado, y en 1804 se inauguró el citado Père-Lachaise, cuyo nombre era en homenaje a François d’Aix de La Chaise, conocido como el Père la Chaise, confesor del rey Luis XIV. En inicios, este lugar no tuvo demasiado éxito; se dice que cuando la emperatriz Josefina mandó mudar a los desdichados amantes del siglo XII, Abelardo y Eloísa, la cosa cambió. Y, desde entonces, descansan los restos de estos junto a gentes de distintas índoles y algunas, más célebres que otras…
¿Y qué tiene esto que ver con la sexualidad?, os estaréis preguntando, y mucho es la respuesta, sobre todo en relación con una erección post mortem de Victor Noir, bueno, a decir verdad, de la estatua de bronce que hay en su tumba.
Victor Noir (que en realidad se llamaba Yvan Salmon) fue un periodista del periódico «La Marseillaise»; se hizo famoso por su prematura muerte a los veintiún años y por las consecuencias que de esta devinieron. Todo empezó con un artículo iracundo de Paschal Grousset arremetiendo contra Napoleón I en el diario de corte radical «La Revanche». Este fue leído por el príncipe Pierre-Napoleón Bonaparte, primo del emperador Napoleón III de Francia, que, airado por las ofensas, se valió del medio «L’Avenir de la Corse» para insultar a los periodistas del «Revanche». Grousset consideró tal acto un ataque directo a la libertad de prensa, a la par que una ofensa personal, y usó «La Marseillaise» para exigir una satisfacción. Como cabría esperar, Bonaparte no se retractó, sino que mandó una carta al director del diario de Grousset, Victor Henri Rochefort que rezaba:
«Caballero: después de haber ultrajado a cada uno de los míos, me insultáis con la pluma de uno de vuestros sirvientes. Tiene que llegar mi turno. Solamente tengo una ventaja sobre los otros con mi nombre, y esta es ser un hombre particular, ser un Bonaparte… Por eso os pregunto si vuestro tintero está asegurado por vuestro pecho… Yo no vivo en un palacio, sino en el 59 de la calle Auteuil. Os prometo que, si os presentáis vos mismo, no os dirán que me marché».
A prisa, Grousset redactó a su vez una misiva a Bonaparte retándolo a un duelo; Ulrico de Fonvielle y nuestro amigo Noir portaron la carta en nombre de este y con el cometido de fijar las condiciones del combate, mas se saltaron la costumbre estipulada de que los enviados de una parte debían contactar con los de la otra y no comparecer directamente ante el posible duelista contrario. Siendo lunes 10 de enero de 1870, ambos llamaron a la puerta de la vivienda del príncipe y el criado los condujo a un amplio salón en el que apareció Bonaparte. Este rechazó el desafío alegando no ir a batirse con un plebeyo, aunque sí contra el director del periódico, de ahí su carta dirigida a Rochefort, ya que este era marqués. Luego de unos reproches y un bofetón del primo agraviado a Noir (Napoleón contó que fue al revés), Bonaparte sacó un revólver y disparó a quemarropa al periodista. Según la versión de los hechos de Fonvielle, publicada en «La Marseillaise», Victor salió de la residencia y se desplomó en la acera, inconsciente. Entre varios hombres lo cargaron hasta la farmacia perteneciente al doctor Mortreux, pero el facultativo no pudo auxiliar al muchacho.
Más de cien mil personas acudieron al funeral de Noir en el cementerio de Neuilly condenando el vil y cobarde asesinato y la absolución de Pierre Bonaparte, el cual adujo defensa propia.
En 1889 la tumba de Victor Noir se trasladó a Père-Lachaise, y su familia encargó al artista Jules Dalou una estatua de bronce a tamaño natural. Dalou realizó la pieza evocando el instante de la caída del periodista junto a su sombrero, aunque lo destacable es un notable bulto en la bragueta. Nunca se ha sabido el porqué de semejante dechado sexual; hay quienes aducen a que, quizás, aludía a la valentía del joven al haber plantado cara a un Bonaparte. Sea como fuere, se corrió la voz de que aquella imagen era prodigiosa, afirmando obrar milagros para con las féminas si se seguían determinadas prácticas rituales (varían de fuente en fuente):
-
- En el caso de desear fertilidad, ha de manosearse el miembro de la efigie o acostarse o sentarse sobre esta
- Si lo que se anhela es hallar al amor de la vida, es preciso tocar los pies de la imagen
- Para recuperar al ser amado, se requiere besar los labios del periodista, el mentón y la nariz un total de tres veces o, en su defecto, introducir un dedo en el impacto de bala
- Y, si lo que se ambiciona es una vida sexual plena y fértil, se ha de besar a Noir, frotarle el pene y dejar caer una flor en el sombrero
En el año 2004, y a causa del desgaste, se levantó una valla tratando de preservar la sepultura, no obstante, las protestas de los fieles creyentes en los dones que proveía la estatua del joven lograron que la retiraran, y ahí sigue Noir, erecto en bronce…
P.D. Existen ciertos detalles dispares en función de los detractores o partidarios de Noir y Bonaparte respectivamente.