Parece que Michael N. Pham y Todd K. Shackelford, investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad de Oakland (Rochester), están obsesionados con el cunnilingus, porque llevan varios estudios científicos sobre esta práctica sexual.
Si os alucinó su hipótesis de que el cunnilingus es, simple y llanamente, una estrategia evolutiva masculina para minimizar el riesgo de cuernos, esta os va a encantar. Según los investigadores, los hombres heterosexuales practican sexo oral a sus parejas estables para detectar si les han sido infieles. Hablando en plata: los hombres comen coños para olfatear y saborear el posible semen de un rival con el que el amor de su vida echó un polvo. Erotismo en estado puro.
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La competencia de esperma
Como os expliqué en el artículo en el que resumía la hipótesis del cunnilingus como «estrategia de retención de pareja», los defensores de la teoría evolutiva parten de la base de la «Competencia de esperma». Según esta hipótesis, la competencia de esperma es una forma de selección sexual post-copulatoria mediante la cual los espermatozoides de distintos hombres compiten entre sí para fertilizar el óvulo de la mujer.
Ya os conté que los espermatozoides pueden sobrevivir casi cinco días en el interior del útero, por lo que si la mujer ha tenido relaciones sexuales con varios hombres en ese periodo de tiempo puede quedarse embarazada de cualquiera de ellos. Para impedir que su media naranja se quede embarazada de un rival, el organismo masculino ha evolucionado desarrollando adaptaciones fisiológicas y psicológicas que son más acusadas cuando hay «mayor riesgo de competencia de espermatozoides» (es decir, de que su pareja se acueste con otro), como realizar movimientos penetrativos más profundos y vigorosos para desplazar el semen ajeno, eyacular una mayor cantidad de espermatozoides en cada relación sexual con ella, desarrollar tácticas defensivas de «protección de pareja» con las que intentan evitar que otros hombres se acerquen a ella (y viceversa) o «conductas de retención de pareja», como, por ejemplo, manipularla emocionalmente, someterse a su voluntad o proporcionarle gratificaciones sexuales.
Olfateando semen ajeno
En los estudios Human sperm competition and women’s dual sexuality y Sperm competition in humans: Classic and contemporary readings se planteó la «Hipótesis de detección de la infidelidad» (Infidelity Detection Hypothesis) como otra de las estrategias relacionadas con la competencia de esperma. Según Randy Thornhill, su autor principal, quizá los hombres realizan cunnilingus a sus parejas estables para detectar si han sido infieles. ¿Cómo? Muy sencillo, al practicarles sexo oral pueden saborear y olfatear su vulva y vagina, y percibir los restos de semen de su amante.
Pues bien, fascinados por esta hipótesis tan romántica, nuestros queridos Michael N.Pham y Todd K.Shackelford intentaron probarla en su estudio Oral sex as infidelity-detection, partiendo de dos conjeturas:
- Si la función del cunnilingus es detectar el semen de un rival, los hombres con «mayor riesgo de competencia de esperma» estarían realmente interesados en hacérselos a su novia.
- Estos cornudos potenciales no solo practicarían más cunnilingus, sino que además durarían mucho tiempo, precisamente para poder olfatear y saborear en condiciones la huella del delito.
Para demostrarlas, los investigadores contaron con la participación de 231 hombres heterosexuales, que llevaban más de un año con una pareja estable y que habían tenido sexo con ella al menos una vez en la semana anterior.
Los conejillos de indias respondieron a preguntas sobre lo satisfechos que estaban con su relación (satisfacción sexual, satisfacción emocional, satisfacción global y compromiso con la pareja), otras reveladoras del «riesgo recurrente de competencia espermática» (lo atractivas sexual y físicamente que les parecían sus novias –a sí mismos y a otros hombres– y lo atractivos sexual y físicamente que se percibían a sí mismos), así como otras preguntas relativas a las características de sus relaciones sexuales.
Pues bien, tras analizar las respuestas, Pham y Shackelford anunciaron con orgullo y satisfacción que los resultados apoyaban la «Hipótesis de detección de la infidelidad» porque, en relación con los otros participantes del estudio, «los hombres con novias más atractivas (y, por lo tanto, expuestos a un mayor riesgo recurrente de competencia de espermatozoides) manifiestan un interés mayor en realizar cunnilingus a su pareja y declaran que les realizan cunnilingus de mayor duración».
Es decir, si los hombres con novias más atractivas muestran más interés en practicarles sexo oral y pasan más tiempo comiéndoles el coño, es porque quieren oler y saborear bien los flujos para cerciorarse de que no les han puesto los cuernos.
Reconozco que no soy científica, sino una humilde redactora de sexualidad, pero la explicación me parece un poco traída por los pelos y metida con calzador. Además, os confieso que me asombra que Michael y Todd no se hayan planteado como hipótesis que los hombres que piensan que su novia es atractiva y sexualmente deseable quizá le coman el coño porque les apetece. Pero qué sabré yo de los caminos inescrutables de la ciencia.
Así que ya sabéis. No hace falta que os compréis esos kit que venden en Internet para detectar la presencia de semen en cualquier tipo de prenda o superficie, y que tanto furor causan en los paranoicos de los cuernos: con hacer un cunnilingus os basta. Además de ahorraros un pastizal y los inconvenientes de tomar las muestras y analizarlas como Bill Grissom, también evitareis que vuestra novia os sea infiel, ya que, como Pham y Shackelford añaden en su estudio: «Otra explicación de los resultados actuales es que los hombres practican el cunnilingus a su pareja para «saciarla sexualmente». Las mujeres sexualmente insatisfechas son más susceptibles a la infidelidad y la frecuencia con la que los hombres practican el cunnilingus a su pareja se relaciona positivamente con la satisfacción sexual de esta».
¡O detectas los cuernos o los evitas! No me digáis que comer coños no está lleno de ventajas.
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