Muérdago
Planta parásita, siempre verde, de la familia de las lorantáceas, que vive sobre los troncos y ramas de los árboles. Sus tallos se dividen desde la base en varios ramos, desparramados, ahorquillados, cilíndricos y divididos por nudos, armados de púas pequeñas. Sus hojas son lanceoladas, crasas y carnosas; sus flores, dioicas y de color amarillo, y el fruto una baya pequeña, traslúcida, de color blanco rosado, cuyo mesocarpio contiene una sustancia viscosa.
Así nos presenta la RAE el muérdago, uno de los elementos clásicos de la Navidad. Profundicemos en la historia o historias detrás de dicha planta (la más popular es con frutos rojos, procedente de Norteamérica) y que, por descontado, lleva implícita una fuerte connotación sexual.
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Druidas
Se dice que los druidas reverenciaban el muérdago; de hecho, en su lengua lo bautizaron como «el que lo cura todo». Tengamos en cuenta que este florece incluso en el invierno más crudo y que no toca/crece en el suelo; por tanto, en su razonamiento, provenía del mismo cielo. Plinio el Viejo refirió en Historia Naturalis: «Los druidas —así llaman a sus magos— no consideran nada más sagrado que el muérdago y el árbol en el que crece, con tal de que sea un roble. Creen que el muérdago, tomado en poción, otorga fecundidad a cualquier animal estéril y que sirve de remedio contra todos los venenos (…) el contenido de la baya es de color lechoso y de textura pegajosa y semeja con descaro al semen. El acto de cortar el muérdago (con una hoz de oro) es equivalente a una castración y se consumó con absoluta solemnidad; a continuación, los sacerdotes distribuyeron entre el pueblo las ramitas que las gentes colgaron de las puertas como protección contra el mal augurio, truenos y relámpagos».
Origen nórdico antiguo
Según la mitología (bueno, una de sus diversas interpretaciones), Balder (Baldr), segundo hijo del dios Odín, sufría de sueños proféticos sobre su propia muerte y se convirtió en la víctima de una treta llevaba a cabo por el pillo de Loki, el cual no le tenía demasiado aprecio. La madre del desdichado en cuestión trató de auxiliarlo a toda costa al recorrer los nueve mundos y hacer prestar juramento a todas las cosas habidas y por haber (animales, plantas y otros medios capaces de matar) que no dañarían a su amado retoño. Por el contrario, Frigg no quería por igual a su otro vástago, el ciego Höðr, y este hecho propició que Loki se aprovechara. El susodicho, disfrazándose de anciana, engañó a la diosa y logró sonsacarle que, en realidad, sí había una planta que no había prestado juramento, pues la había considerado demasiado joven (en otras versiones, no la halló «importante» o «peligrosa»). Y esa fue, en efecto, el muérdago. Con ella, Loki hizo un dardo (flecha o lanza) que, en resumidas cuentas y en manos del invidente Höðr, mató a Balder. En base a la interpretación que nos concierne, las lágrimas que Frigg lloró transformaron el muérdago y de él brotaron las bayas, bayas que introdujo en la boca de Balder para resucitarlo. Tras el milagro, declaró la planta como un símbolo de amor y prometió besar a todos aquellos que pasaran por debajo de esta.
Grecia
Se empleaba para calambres menstruales, trastornos del bazo, afrodisiaco y como «potenciador» de la fertilidad.
Roma
Las mujeres portaban una ramita de muérdago con el fin de cuidar de su fecundidad. También se aseveraba que la planta era capaz de conceder deseos (según algunos, hasta tres), libidinosos o no, ¿quién sabe? En la Saturnalia, se engalanaban con muérdago las puertas de los hogares para protegerlos y como reclamo de salud, reconciliación y fertilidad.
Edad Media
La creencia de que el muérdago aumentaba o, cuanto menos, preservaba la fertilidad prosiguió a lo largo del tiempo. En el siglo XVII, era un habitual en las celebraciones navideñas, si bien desconocemos de qué manera exacta se estableció la costumbre de besarse bajo el muérdago; quizá, como mecanismo de emparejar a la par que de brindar buena suerte, ahuyentar malos espíritus/brujas y, en el caso del muérdago de roble, ser extinguidor de fuegos. Fuentes apuntan a que lo del besuqueo pudo ser cosa de los sirvientes en Inglaterra y que de estos fue escalando clases. La norma entonces era que el varón estaba en su derecho de besar a la fémina que se encontrase consigo debajo de la planta y, si esta lo rechazaba, entrañaría mala suerte para ambos. Otra versión mandaba que las bayas se arrancasen por cada beso dado y que cesaran los «arrumacos» al terminarse. Cabe resaltar que la práctica se prolongó más allá de las tierras inglesas y cruzó el océano con los que emigraron al Nuevo Mundo, donde trocaron el muérdago europeo por el estadounidense.
Remontándonos a Escandinavia, sus gentes apreciaban al muérdago como un símbolo de paz; los guerreros se reunían a la sombra de este para parlamentar o acordar una tregua. Asimismo, se oficiaban esponsales. Una vez el cristianismo comenzó a propagarse entre la población, se readaptó la tradición: las jóvenes casaderas ubicadas bajo el muérdago no podían negarse a ser besadas.
Época Georgiana/Victoriana
No es que el modus operandi cámbiese mucho, salvo por el dato de que, si coincidía una pareja de género mixto debajo del muérdago e indistintamente de su clase social, debían besarse so pena de mal fario. Por supuesto, determinadas corrientes de estudiosos dudan de lo citado; sin embargo, Washington Irving mencionó la práctica en su célebre e imperdible Vieja Navidad, una obra de 1876, germen de inspiración para Cuento de Navidad, de Dickens. Se animaba a las mujeres núbiles en Nochebuena a esconder una ramita de la planta al somnoliento calor de la almohada, ya que el muérdago les mostraría en sueños a su futuro marido; otra leyenda afirmaba que, si en Nochebuena no hubieran recibido un beso bajo el muérdago, se traducía en que no recibirían ninguna proposición matrimonial hasta el año siguiente.
Nuestros días
Si hoy visitamos cualquier mercadillo navideño encontraremos muérdago natural, dejando atrás al tan habitual de plástico comercializado a gran escala, que no por ello tiene menos simbolismo, pero que, desde luego, es más seguro si en casa hay niños o mascotas. De todos modos, insisto: quedémonos con la ancestral tradición, sean sus inicios porque las bayas recordaban a los testículos y su contenido al semen, o por poderes solícitos de fecundidad, contraveneno o buenaventura, y, venid y besadme aquí, bajo el muérdago.