«La erección, dura y duradera». Este podría ser el eslogan de la actividad sexual desde un punto de vista más tradicional, es decir, aquel que centra toda práctica erótica en la penetración y todo placer bajo la responsabilidad del falo. Y aunque sexólogos, sexólogas y otros profesionales nos esforzamos en transmitir una visión desgenitalizada de la erótica y el placer, aún se siguen arrastrando ciertas ideas derivadas de esta visión falocentrista. Una de ellas podríamos llamarla el mito de la erección permanente.
Según este mito, la dureza del pene se ha de mantener inmutable durante todo el encuentro sexual. En una versión más fantástica (por imaginaria) del mito, la erección ha de ser casi inmediata (los «preliminares» son para ellas, apuntalaría esa idea). Dejaremos las cuestiones relativas a la inmediatez para otro día y hoy nos vamos a centrar en la durabilidad de la erección.
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Antes de continuar, aclarar que el mito de la erección permanente no tiene nada que ver con el priapismo, que es una realidad y muy seria. El priapismo sucede cuando hay una erección prolongada y dolorosa del pene que continúa horas después de la estimulación o, incluso, no es causada por ella. En estos casos, hay que acudir al médico.
El mecanismo de la erección
Si prestamos atención al mecanismo que produce que un pene se alce, vemos que es una función bastante compleja que depende de diferentes aspectos: el cerebro, las hormonas (testosterona), los nervios que transcurren por la médula espinal hasta el pene, arterias, venas y cuerpos cavernosos.
Para empezar, es necesario que haya deseo sexual, que se produce influido por la testosterona, algún estímulo sensorial o imaginativo. Del cerebro sale una señal que viaja por la médula espinal, favoreciendo la liberación de neurotransmisores en las terminales de los nervios del pene. Estos neurotransmisores (óxido nítrico, principalmente) actúan sobre los cuerpos cavernosos del pene de tal manera que hacen que se relajen los músculos que los rodean favoreciendo, así, la entrada de sangre en el pene. Cuando esos músculos se vuelven a contraer, la sangre sale y el pene vuelve a su estado de flacidez. Es decir, aunque parezca contradictorio, un pene erecto tiene la musculatura relajada y a la inversa.
A todo esto hay que sumarle una actitud de cierta relajación y abandono, porque si estamos en estado de ansiedad, estrés, alerta, con expectativas sexuales poco realistas… es posible que se active el sistema simpático que es un inhibidor de la erección.
En definitiva, visto lo complejo del asunto, más que lamentarse cuando hay algún problema de erección, casi que se debería celebrar cuando todo funciona correctamente. Bueno, más de uno y una ya lo celebra.
Cuando la erección baja
Problemas de erección aparte, también ocurre que la dureza del pene venga y se vaya durante un mismo encuentro sexual. Y eso es normal que pase porque no todos los factores concurren de igual modo durante todo el encuentro. Algunos estímulos iniciales o nuestra actitud pueden variar. Por ejemplo, la colocación del preservativo es un momento complicado para algunos en el que, inevitablemente, pierden la erección. La estimulación disminuye y la atención se presta a algo socialmente poco erótico y eso provoca la flacidez.
Tal y como baja puede volver a subir. Así que de lo que se trata es de seguir jugando para estimular todo el mecanismo. A veces, pasa que en el momento en que baja la erección, la persona empieza a comerse la cabeza más de la cuenta («esto tiene que subir de nuevo y ya») y eso, precisamente, entorpece la erección. Por ello, una de las recomendaciones es practicar juegos eróticos que no tengan como protagonista el pene. Se pueden dar caricias, besos o lamidas en otras partes del cuerpo y, de esta manera, no pensar tanto en el órgano genital y más en otras zonas erógenas.
También es importante creernos de verdad que hay un modelo sexual placentero más allá de la penetración y el coito. Desaprender las ideas que socialmente tenemos de cómo ha de ser un encuentro erótico es importante para entender que el pene no es el centro y que hay mucho placer en y con otras partes del cuerpo. De esta manera, además, si el pene no consigue la erección, no será tan importante.
¿Y las pastillas azules?
La viagra fue una revolución cuando salió en 1998 ya que permitía solucionar los problemas de erección y, por tanto, «mejorar» la vida sexual (según una visión coitocentrista, claro).
La pastilla azul actúa liberando óxido nítrico (si recuerdas los neurotransmisores que hacen que los músculos de los cuerpos cavernosos se relajen) y favoreciendo la entrada de la sangre al pene. Para que el fármaco funcione hay una previa: debe haber estimulación sexual. Cialis o levitra son otros medicamentos que sirven para favorecer la erección. Con principios activos diferentes, se diferencian, básicamente, en la duración del efecto (con cialis la erección dura más horas).
Sabemos que los fármacos deberían usarse bajo prescripción médica y en casos de necesidad, pero hay quienes usan este tipo de pastillas sin que haya un problema de base, para conseguir y mantener una erección más dura. Posiblemente influidos por esa máxima de «la erección, dura y duradera» que, como ya hemos visto, es un mito. Ante esto, primero desaconsejar tomar medicamentos sin receta médica y, segundo, repetir una idea ya dicha unos párrafos atrás: el centro del placer no se encuentra sobre los testículos, sino entre las orejas.