BDSM

Bondage: El placer del cautiverio

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¿Qué es el bondage y por qué nos atrae tanto esta práctica? ¿Qué es lo que hay detrás de su significado original: cautiverio, esclavitud? Ser inmovilizada es algo que siempre está entre las fantasías eróticas femeninas más recurrentes, pero ¿qué es lo que nos impulsa a buscar la restricción del movimiento durante el sexo?

Mimmi Kass, autora de la exitosa Radiografía del deseo, nos lo cuenta todo desde una doble perspectiva, científica y personal: ella trabaja como doctora, pero también es una gran escritora, habitual colaboradora en nuestra sección de relatos eróticos, y una conocedora y apasionada del bondage.

¿Qué es el bondage?

La primera vez que me vi inmovilizada con fuerza bajo el cuerpo de un hombre en un encuentro sexual, mi excitación se disparó hasta límites insospechados. No era lo mismo de siempre. Las sensaciones se veían aderezadas por la descarga de adrenalina invadiendo mi torrente sanguíneo, con el instinto primitivo que te impulsa a huir, en contraste con la expectación de saber que estás indefensa y a merced de lo que el depredador te haga. Es una mezcla especial, y como cazadora de sensaciones, busqué repetir la experiencia con mayor grado de elaboración.

Como mente científica que soy, investigué y di con documentación para racionalizar lo que en un principio, y siendo muy joven, me parecía perturbador. ¡Con cuánta desinformación nos tenemos que manejar cuando somos jóvenes, con cuántos tabúes cargamos! Y me encontré con un mundo muy extenso que puede ir desde un fular improvisado sacado del cajón de complementos, hasta la pericia, arte y complejas ataduras del arte japonés del Shibari.

La palabra Bondage significa esclavitud o cautiverio, y pese a la posible connotación negativa de las palabras, compone un mundo envuelto en placer y erotismo. Forma parte del acrónimo del BDSM, pero no tiene por qué estar ligado a todos sus componentes. Vamos a dejar a un lado el resto de las siglas, y nos vamos a centrar en disfrutar.

Bondage es poder de la mente

El asunto es más complejo de lo que parece. Aunque muchas parejas se inician en el BDSM a través del bondage, los procesos psicológicos y emocionales son mucho más intensos y complejos de lo que se puede creer en un primer momento. Pese a que la inmovilización es física, la vulnerabilidad que supone rendirte a manos de tu pareja, y que te ate, va mucho más allá de la mera restricción del cuerpo. Es frecuente ver auténticas catarsis emocionales en una sesión de ataduras, y se agitan sentimientos que se reflejan con claridad en el rostro tanto de las personas que atan, como de las que son atadas. Muchas veces estas emociones son contradictorias para quien es atado: una paz infinita, con un cierto temor. La entrega y sumisión, con la respuesta primitiva de defenderse y pelear. El impulso de huir o luchar…sin poder hacer ninguna de las dos cosas, porque estás inmovilizada.

Pero también es cierto que el fin último es el placer, la diversión, aderezar el aspecto lúdico de los juegos sexuales y revestirlos de cierto componente de peligro y suspense. La complicidad de la pareja se eleva hasta límites insospechados, y la comunicación que debe generarse antes, durante y después de una sesión de bondage permite que el sexo se haga sublime, pero deben cumplirse algunas premisas.

SSC: sensato, seguro y consensuado. Las siglas por antonomasia que definen las prácticas del BDSM deben aplicarse también para el bondage, sobre todo si quieres ir más allá de unas esposas baratas compradas en un Sex Shop.

¿Por qué el bondage tiene que ser consensuado?

Cualquier práctica sexual debe ser consensuada, pero en el caso de ser no convencional, esto cobra todavía más importancia. Y, desde luego, es preferible hacerlo antes de entrar en calor. En pleno y ardiente encuentro sexual puede que no sea muy buena idea esposar a tu pareja. ¿Te has preguntado si tal vez le dé pánico por una mala experiencia anterior? ¿O al sentirse restringida, no sepa reaccionar? O tal vez saques unas esposas con la intención de una deliciosa sorpresa para una noche de sexo inolvidable, y tu pareja se pregunte qué está haciendo mal para necesitar «esas cosas». Si no tienes claro de qué palo va o sospechas que tu pareja sexual es más vainilla que el helado de la tarrina que guardas en el congelador, es prudente hablar, antes de añadirle nueces de macadamia. Como los frutos, las innovaciones en seco pueden causar reacciones alérgicas. Y no queremos sentar el precedente de una mala primera vez.

Porque, aunque la fantasía sea universal, no a todo el mundo le gusta la sensación de verse atado, y no a todo el mundo le gusta ver sometida a su pareja. Incluso, ¡aunque parezca mentira!, hay quien se aburre con la idea. Estamos hablando de una cesión del control de la situación y, por eso, lo primero es plantearlo. Quizá leer algún relato erótico que te inspire, ver alguna película con una escena de bondage o darle pistas a tu pareja mientras hacéis el amor, diciéndole lo que te gusta: «Me encanta cuando me sujetas de las muñecas»; «Me gusta que me aprisiones bajo el peso de tu cuerpo»; «Me encantaría atarte y ver cómo se ven unas muñequeras de cuero sobre tu piel». La confianza sienta sus bases en la comunicación y, para el bondage, se necesitan ambas cosas.

¿Por qué el bondage ha de ser seguro?

Parece mentira, pero son muchas las parejas que se inician en el bondage con las eternas (y muy fetish, todo hay que decirlo) esposas metálicas… Y esto suele conducir a resultados desastrosos.

Para exhibirte en una posición sumisa, las esposas metálicas quedan muy bien, pero ¿qué ocurre cuando tus suaves y delicadas muñecas cuelgan del cabecero de tu cama, y empiezas a retorcerte de placer? Quizá en el calor del momento no te des cuenta, pero te aseguro que la piel quedará en carne viva. Las esposas de acero HACEN DAÑO, y no es muy agradable sentir dolor (del malo) cuando estamos en plena acción. El dolor (del bueno, que hay que matizar) pertenece al reino del BDSM, en concreto a la M de masoquismo, y no necesariamente tiene que relacionarse con el bondage, Pero esto es una cuestión que trataré en otro artículo.

¿Por qué sensato?

Es responsabilidad de los dos involucrados que sea un momento placentero, tanto del que ata, vigilando las zonas de roce y la respuesta evidenciada con gemidos, quejidos o peticiones de parar, como del que es atado. Si todo va bien, ¡perfecto!, pero si algo no te gusta, lo tienes que decir. Alto y claro.

Aunque parezca un cliché bedesemero, no está de más pactar una palabra de seguridad para detener la situación de inmediato si sientes que has dejado de disfrutar o, simplemente, no es lo tuyo. La idea es experimentar nuevas cotas de placer, en ningún caso pasarlo mal.

Es también tu responsabilidad si decides prestarte a un juego de bondage con una pareja que acabas de conocer. Para mí no hay discusión: no debes hacerlo. La única instancia donde podría contemplar esa opción sería que te pusieras en manos de un atador con experiencia y en un evento público. Recordemos que estamos hablando de ser sensatos.

¿Cómo empezar a practicar bondage?

Cómo atar

Hay que ir de menos a más. Hasta conocer un poco las sensaciones que genera en nuestro cuerpo y mente la restricción del movimiento, y decidir si las disfrutamos o no, es mejor empezar con una sencilla inmovilización de las muñecas tras la espalda. ¿Te parece demasiado sencillo? Te aseguro que no te aburrirás. Dejará los pezones en una interesante postura, en guardia y perfectamente accesibles para quien ata. Recorrer la piel de la persona atada, probando distintos estímulos —tal vez un masaje con aceite, o unas caricias con el suave toque de una pluma, o tal vez uno más enérgico con la ayuda de una fusta (flogger)—, antes del coito o como experiencia aislada, será delicioso.

¿Esposas de acero? ¡Oh, sí! Pero no para cuando las cosas se ponen intensas; para empezar a jugar fuerte es mucho mejor usar, por ejemplo, unas cintas de seda o unas muñequeras de cuero. Además de que quedan preciosas, no te lastimarán la piel y podrás entregarte a tu atador sin nada molesto o doloroso que te distraiga.

No es necesario que la atadura esté demasiado ceñida: no estás reteniendo a un preso en una celda, la idea es impedir el movimiento natural, pero sin que sea incómodo, y sin poner en peligro la circulación. Una neuroapraxia (aturdimiento del nervio por constricción hasta que se duerman, por ejemplo, las manos) es bastante más común de lo que se pueda pensar, así que debemos dejar pasar un dedo con facilidad entre la piel y la atadura para poder jugar sin tener que preocuparnos. Si vas a ceñirla más, tendrás que revisar de vez en cuando el estado de la piel, y la sensibilidad y movimiento de la zona. Recordad: comunicación.

Quizá en futuros encuentros, puedes probar también  la inmovilización de los pies utilizando la maravillosa posición de cruz en aspas, que permite a la persona que ata el acceso a todos los rincones sugerentes del cuerpo. Lo importante es que ambos disfrutéis, y se sienten las bases para ir más allá.

¿Con qué podemos atar?

Desde la misma ropa interior liada en los tobillos, las bridas de plástico de una ferretería cualquiera, el film transparente del supermercado, hasta las cuerdas hiladas de la seda más delicada pueden servir, pero…no es lo mismo usar una cosa que otra. De manera general, hay que tener cuidado con el material utilizado, ¡no te lances a coger tus cuerdas de escalada o las del tendedero! Está muy bien innovar, pero si quieres comenzar a hacer tus pinitos en el bondage, te aconsejo algo sencillo como un fular largo o una cuerda de algodón. Si ambos disfrutáis de la experiencia, podéis invertir en unas ataduras un poco más sofisticadas y específicas, como las cintas de seda BOA. Estas ataduras tienen un mecanismo versátil y sencillo, que las hace ideales para quienes empiezan a practicar bondage. En un extremo tienen dos argollas de acero, y en el otro, unas perlas de agua dulce que le dan peso y son perfectas para enganchar, por ejemplo, en el quicio de la puerta. Lo sé, porque las he probado. Altamente recomendable.

En el caso de que te quieras aventurar por terrenos más tradicionales y deleitarte con cuerdas de fibras naturales, existen opciones como el yute, el cáñamo o las de fibras de coco, que harán las delicias de los que quieran iniciarse en el shibari. Ojo, unas cuerdas bien tratadas con un acabado profesional te pueden salir bastante caras, de manera que es mejor que pruebes antes con un material un poco más económico y accesible, y decidir si el bondage es, en realdad, lo tuyo.

Espero que con estas breves pinceladas tengas más claro el panorama de todo lo que puede llegar a ofrecer el bondage. Al menos, deseo haber suscitado tu curiosidad. Una de las mejores maneras de ponerte en situación es leer relatos eróticos, y otra, compartir este tipo de artículos con tu pareja. Y si podéis hacer las dos cosas, mejor que mejor.

Pero esto es solo el comienzo, porque el bondage puede llegar a ser muy complejo, barroco y sofisticado. En una próxima entrega, prometo contaros mucho más: hablaremos de las restricciones extremas, algún que otro nudo para conocer el shibari, y algunas complicaciones que pueden surgir.

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