Seamos honestos: realmente el regalo del año en España es un test de antígenos, y que te paguen la PCR es mejor que una invitación a un spa de lujo en Marbella, nadie lo duda. Quién nos lo iba a decir que meter el palito iba a ser una de las prácticas más extendidas de estos dos últimos años, con especial efervescencia en los últimos días del mes de diciembre pasado.
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Imagen integrada del perfume Twenty five by Nacho Vidal.
2022: Año de polvos (o no)
Yo tuve un viaje hace apenas un mes, el primer viaje en pandemia lejos de España, y tuve que hacerme la PCR para demostrar que el bicho no vivía en mí (al menos, este bicho). La chica que me la hizo, jovencita, toda llena de tatuajes, la realizó con la mayor delicadeza del mundo y mientras estaba en ello comentó: «Las penetraciones, sean por donde sean, siempre con cariño». Luego me dijo la enfermera que nunca se había oído tal risotada desde que hacían este tipo de pruebas en la clínica.
Claro, amigas, las penetraciones, sean por donde sean, siempre con cariño, la pena es que llevamos dos años un poco complicados, por decirlo de alguna forma, en que nos han penetrado más con el palito por las fosas nasales que por el resto de agujeritos. Y sobre todo a los solteros, pero bueno, no nos engañemos, a los casados también, a ver si os vais a pensar que los casados han follado mucho en pandemia. Ni en pandemia ni fuera de ella.
El otro día, en una salida de MILF es decir, de madres buenorras y alternativas, de esas que no se pasan el día hablando de sus churumbeles y de las cortinas de lino del comedor y de cómo quitarles una mancha de chocolate, una de mis amigas me preguntó cómo hacíamos los solteros para follar en pandemia. Se hizo un breve silencio, incómodo, que tiene lugar cada vez que te plantean esta pregunta (y os aseguro que me la han planteado más de una vez en estos dos años). Porque sabes que si dices que follas igual que antes de pandemia, quedando por Tinder o con el tipo que conociste en la cola de la charcutería cuando fuiste a comprar cuarto y mitad de chóped para las herederas, te van a mirar mal porque, claro, todos sabemos a estas alturas cómo se transmite el virus, así que, o follas sin respirar (y eso sería delito) o te expones a pillarlo. Pero si respondes que no follas porque no puedes arriesgarte a pillarlo te van a mirar mal también, en este caso con pena, porque dos años sin follar es mucho tiempo.
O sea, respondas lo que respondas, va a ser mal y, dadas las cosas, yo prefiero que me miren mal por descocada a dar pena, así que respondí que la opción a. Es decir, que como a. C., que viene a significar «antes de la Covid» (porque no follar desde antes de Cristo sería algo demasiado largo). Y le puse un ejemplo para que me entendiese: «El martes, que sabía que tu marido no trabajaba, le pegué un toque y quedamos en un hotel para uno rápido», dije pizpireta mientras le daba un trago a mi mojito de frutas tropicales. Y seguidamente pasé a hablar de si para las manchas de vino va mejor tal o cual limpiador.
No nos engañemos: en estos años pandémicos y salvo honrosas excepciones, se ha follado poco, bastante teníamos con no caer en comas etílicos (porque beber, sí se ha bebido, y mucho) y con seguir vivos. Yo ya no sé si esperar que en 2022 cambien las tornas y podamos darnos al fornicio como si no hubiera mañana, que en realidad ya deberíamos estar haciéndolo porque estos dos años han venido a demostrar que si algo puede que no haya es mañana. Así que permitidme que os desee un 2022 plagadito de buenos polvos: vosotras ya veréis cómo lo haréis, con test, con PCR, con condón por favor, con barreras de látex para comerle el coño porque ya sabéis lo del papiloma… Lo cierto es que follar sin artificios ni papeles de por medio se está complicando mucho, la verdad, no sé cómo serán los polvos del futuro: quizá virtuales, sin contacto alguno ni intercambio de fluidos, aunque de esos ya hay muchos, lamentablemente, en las apps de dating.
Justo esto escribo en mi carta a los Reyes Magos: que me traigan muchos y buenos polvos con maromos interesantes. Debo confesar que pedí lo mismo a Papa Noël (a ver si escribiéndole dos veces se cumple) y, chicas, pues no sé, me trajo unos calcetines monísimos de la muerte para andar por casa; un bolso carísimo (punto para el gordinflón de rojo) y una colonia. La colonia me dejó muerta: Twenty five by Nacho Vidal. El frasco era una réplica del miembro de Nacho y el nombre una oda a sus 25 centímetros viriles en erección. No sé si el perfume huele como nuestro actor porno patrio por excelencia, no puedo saberlo porque lo único que puedo decir es que a mí una vez Vidal me pellizcó la barriguita, pero no llegamos a más.
El caso es que me dejó tan loca el regalo de Papá Noël que he querido regalárselo a una de mis amigas (69 euros cuesta, Vidal no da puntada sin hilo) y ¿sabéis qué ha pasado? No disponible, me dice San Amazon. Mierda, espero que ese no disponible no sea premonitorio de las pollas que voy a catar en el nuevo año…