Aunque era pequeña, recuerdo como si fuera ayer el día en el que me dijeron «¿Te has enterado de lo de Ricky Martin en el ¡Sorpresa! ¡Sorpresa! ¿No? Pues vas a flipar». Y flipé, la verdad. Por lo visto, los padres de una chica fanática del cantante contactaron con el programa y le montaron una sorpresa. Colocaron cámaras ocultas en su habitación, metieron a Ricky en el armario y se pusieron a esperar. La chica, ajena al peligro, se desnudó de cintura para abajo, se huntó las partes pudendas con mermelada, llamó con voz melosa a su perrito y, cuando su fiel mascota se puso a lamer, Concha Velasco gritó «Vamos a publicidad» y la tele se quedó en negro.
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«¿Pero tú lo has visto?» grité yo. «No, pero una amiga sí». En apenas unas horas, todos estábamos cotilleando sobre el tema y discutiendo los pequeños detalles. 14, 13, 12 años. Era Nocilla. No, mermelada. Pues a mí me han dicho que foie gras. ¿Y qué hizo Ricky Martin, salió del armario? Mi abuela lo vio. Mi amiga Fulanita también.
Pues no, ni la abuela, ni Fulanita ni el vecino del quinto, aquello fue el mayor bulo de la historia de España. ¡Chúpate esa, chica de la curva! Menos mal que todavía nos queda la anécdota de Ana Obregón y su pecho de silicona explotando en pleno vuelo por el cambio de presión. Porque eso fue verdad, ¿no? ¿NO? ¿¡NO!?
Anatomía de… un escándalo
La presentadora Mamen Mendizábal disecciona el bulo en Anatomía de… Ricky Martin, el perro y la mermelada, con ayuda de algunos de sus protagonistas, como el director del programa, Giorgio Aresu; la subdirectora, Mar Bombín; la presentadora Isabel Gemio (que en ese momento estaba de baja por maternidad) y el entonces Defensor del Menor, Javier Urra.
Empecemos por el principio. ¡Sorpresa! ¡Sorpresa! era uno de los programas de televisión más vistos en los 90. Su éxito radicaba en la emotividad de, como su nombre indica, las sorpresas que daban en directo a personas anónimas (gracias a la complicidad de sus familiares y amigos), que consistían en reencontrarse con gente querida a la que no habían visto en años y visitas de sus ídolos (como Cher, Kathleen Turner, Mickey Rourke, Whitney Houston, Raquel Welch, Spice Girls, Sophia Loren, Backstreet Boys, Jeremy Irons o Michael Jackson, ¡imaginad!), tanto en el plató como en su casa.
Así que, como comprenderéis, la escena de Ricky Martin, el perro, la chica y la mermelada tenía cierto viso de realidad. Estás solo en tu habitación, rodeado de decenas de cámaras ocultas sin saberlo, ¡EN DIRECTO!… lo raro era que no hubiera pasado algo antes. Pues no era tan raro, sino que el directo tenía truco, como explica Giorgio Aresu en Anatomía de…, «en las sorpresas con cámara oculta hay un realizador que está permanentemente pendiente de mis órdenes. Si pasa cualquier cosa extraña, se cambia de plano de forma inmediata o se corta. Una cosa así ni se ha emitido ni se ha grabado ni se va a emitir. Es ridículo».
Livin’ la Vida Loca
Ridículo o no, el verdadero quid de la cuestión era que no hubo una sorpresa con Ricky Martin en aquella emisión, pero como algunos aseguraban que la habían visto (¡hasta vendían la cinta VHS con la escena!), no solo los ciudadanos de a pie pasamos el bulo de boca en boca con alegría y alboroto, también algunos medios de comunicación, que no dudaron en difundirlo y agrandarlo.
La guinda del pastel (o de la mermelada, Nocilla o foie gras) fue la denuncia presentada unos días después por la Asociación Pro Derechos del Niño (Prodeni) en la Fiscalía de Menores, cuyo lujo de detalles supera con creces la imaginación de Nobokov, Sade o Valérie Tasso:
«(…) La menor, ajena a todo el montaje y al parecer sola en su domicilio y sabiéndose en la intimidad de su habitación se despojó primera de su cazadora y a continuación de los pantalones y de su ropa interior y se embadurnó sus partes íntimas de foie gras, llamando a continuación a su perrito, que curiosamente se llama Ricky, que le lamió los genitales… La escena pudo ser vista por los telespectadores hasta que Concha Velasco, perpleja por lo que acababa de ocurrir, interrumpió la emisión dándole paso a la publicidad (…)».
Ante la magnitud del escándalo, Antena 3 mostró la grabación íntegra (en la que, obviamente, no aparecían ni Ricky el cantante, ni Ricky el perro, ni mermelada, foie gras o Nocilla) a la Fiscalía y a los medios de prensa, y emitió un comunicado en la siguiente emisión del programa, en el que Concha Velasco afirmó tajante: «Hemos sido víctimas de un bulo. Nos han atacado en una especie de locura colectiva. Un ataque en el que se hablaba de algo que nunca ocurrió y de protagonistas que nunca han existido. Todo es mentira». A este se sumó el de Columbia Records, la discográfica de Ricky Martin, en el que se aclaraba que el cantante no había viajado a España en esas fechas.
No sirvió de nada. Pronto surgieron nuevas versiones del bulo: que los responsables habían borrado la escena para no ir a juicio; que destruyeron la cinta porque el padre de la chica (un pez gordo/político/famoso) había pagado un pastizal… Aquello no tenía fin. ¿Por qué?
Órdago a grande con dos pitos
Según Sanguino, porque era un FOAF (acrónimo de Friend Of A Friend), es decir, una anécdota que nadie ha vivido en primera persona, pero sí un amigo de un amigo, con ciertos elementos comunes: momento vergonzoso, protagonista femenina, escarnio y castigo público.
De hecho, el de Ricky Martin, el perro, la chica y la mermelada era una variante de uno que había surgido en junio de 1994 en Ottawa (Canadá) y se contaba en otros países como Australia y EEUU, aunque con variaciones: la mermelada era crema de cacahuete y la sorpresa la daban compañeros de trabajo/amigos/pareja.
¿Así que la anécdota no solo no era real sino que encima tampoco era española? Porca miseria… Aunque, bueno, hay que reconocer que como buenos españoles metimos un órdago a grande: un famoso de talla internacional, una adolescente, millones de espectadores y una historia de lolicon radical y erotismo grotesco , con sploshing incluido, con un humor gamberro que ya quisiera Gō Nagai. Con razón se propagó como la pólvora en una época en la que ni siquiera existía Internet. De hecho, incluso hoy en día, un cuarto de siglo después del escándalo, todavía hay gente que se lo cree.
Y los adolescentes presumiendo de hoax con IA que son trending topic durante dos días: ¡aprended de la Generación X, pringaos!