Las décadas de los 70 y 80 del siglo XX son consideradas la Edad de oro del Manga (incluyendo el erótico y el Hentai) gracias a autores como Osamu Tezuka (dios del manga y del anime) o Gō Nagai (cuyo manga La escuela infame supuso el inicio del Hentai Softcore) y al florecimiento de subgéneros de Hentai como Shokushu goukan (sexo con tentáculos o violación con tentáculos) o el Ero Gekiga (manga fotorrealista), que elevaron este género a la categoría de arte.
Sin embargo, esta etapa dorada no impidió que las revistas japonesas con fotografías eróticas e historias eróticas dramáticas (Ero gekigashi), sucesoras de las Kasutori Magazines, siguieran teniendo su público, ni tampoco fue un obstáculo la dificultad para adquirirlas en zonas portuarias y rurales, gracias a la aparición de un nuevo género: las revistas de máquinas expendedoras, editadas exclusivamente para este canal de distribución especial, con un formato específico que permitía su venta. Esta es su historia.
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Origen de las revistas eróticas de máquinas expendedoras
Los pescadores compraban revistas eróticas y otros artículos para aliviar sus largas noches de pesca en alta mar, en las tiendas de las ciudades portuarias y a mercaderes o proxenetas que las conseguían para ellos en el mercado negro o les ofrecían motu propio las últimas novedades y productos que no podían adquirirse en comercios, porque estaban prohibidos.
A mediados de los 70, una de las peculiaridades de puertos como Shimizu o Yaizu eran las máquinas expendedoras de todo tipo de artículos como delicias de pescado, fideos calientes, bebidas alcohólicas, tabaco o perillas de sake. Así que ¿por qué no vender también revistas eróticas? Eso es lo que se preguntó Nakajima, agente de una de las editoriales más importantes del momento, Tokyo Magazine Group, quien materializó la idea creando revistas específicas para este tipo de canal de distribución, con contenidos exclusivos y un formato sencillo y económico.
Características de las revistas eróticas de máquinas expendedoras
En sus comienzos, las revistas solían tener unas 5 páginas, en tamaño B64, con cubiertas blandas; un formato que permitía apilarlas en el interior de las máquinas y expenderlas. Para sortear la censura, se colocaba la revista en el expositor de modo que fuera visible la contraportada (de contenido más neutro) y la portada más explícita hacia el interior; y para que los lectores supieran su contenido, lo describían con títulos grandes y llamativos en el lomo y la contraportada.
En cuanto al interior, este venía dividido en dos partes: la primera, una fotografía erótica en color, impresa en huecograbado, en la que el pubis de la modelo estaba velado (el vello púbico era considerado muy obsceno y pornográfico) y los actos sexuales, simulados; la segunda, historias eróticas reales o artículos impresos en un papel de muy mala calidad, que abarataba el coste y permitía venderlas a 110 yenes.
Auge de las revistas eróticas de máquinas expendedoras
Las revistas cosecharon un gran éxito no solo en las zonas portuarias, sino en todo el país. La distribución permitía rapidez, anonimato y su adquisición por personas de bajos recursos; y su contenido era único, ya que además de fotografías de modelos desnudas que no aparecían en las revistas eróticas y pornográficas distribuidas por otros canales, incluía textos interesantes.
No fue así en un principio, los artículos se consideraban de relleno, una mera excusa para vender desnudos, pero algunos gerentes y editores pertenecían a antiguas generaciones totalmente comunistas que vivieron el movimiento estudiantil en la segunda mitad de la década de 1960, y fueron tolerantes con la creación de revistas como Heaven o X-Magazine Jam, con artículos revolucionarios, al estilo de las Kasutori Magazines (germen del hentai Ero guro nansensu ), por lo que acabaron influyendo en el movimiento underground de la época.
Además, editoriales como Alice Publishing (principal editoral de revistas eróticas de máquinas expendedoras, fundada por Nakajima cuando abandonó Tokyo Magazine Group) o Elsie Plannin (autora de la célebre X-Magazine Jam) se dieron cuenta de que incluir artículos sobre temas underground, dramas eróticos (Ero gekigashi) y relatos perversos (al más puro estilo hentai) aumentarían el mercado potencial, y su calidad superior (tanto del papel como del contenido) les permitiría duplicar o triplicar el precio.
A estos visionarios se sumaron otros editores, que intentaron revolucionar el manga con revistas eróticas centradas en el Ero Gekigashi (como Gekiga Alice o Manga Erogenica) y con autores de cierto prestigio, como Hideo Azuma, padre del Lolicon.
La idea funcionó y, en menos de 10 años, las máquinas expendedoras de este tipo de material superaban a las librerías, se publicaban decenas de revistas eróticas con diversas temáticas y se vendían millones de ejemplares, no solo en las zonas portuarias, sino en todo Japón, especialmente en las zonas rurales, en donde las máquinas expendedoras florecieron en los lados de las carreteras y en cobertizos ubicados en medio de la nada.
Declive de las revistas eróticas de máquinas expendedoras
Pero toda historia tiene un final, y el de este formato tuvo lugar en la década de los 80 debido a tres factores confluyentes: leyes censoras, material erótico más atractivo y medios de distribución más discretos.
En 1980, el Consejo Nacional de PTA consiguió que se regulara una legislación contra las revistas eróticas de máquinas expendedoras en base a dos argumentos: algunos editores habían incluido fotografías de modelos menores de edad y los menores podían adquirir ejemplares con facilidad.
Por otro lado, aparecieron películas eróticas y pornográficas (que podían adquirirse en máquinas expendedoras, lo que no deja de ser irónico), salas de cine porno y libros de vinilo o libros vini, revistas eróticas que se vendían envueltas en plástico (de ahí su nombre), en las que se mostraban los genitales y el vello púbico apenas cubierto por un velo o por una fina raya.
A esto se sumó la aparición de nuevos canales de distribución, como las tiendas de conveniencia (abiertas 24 horas/7 días a la semana), la venta por correo, las cadenas de alquiler de vídeos y, claro está, Internet.
En la actualidad, apenas persisten algunas máquinas expendedoras de revistas eróticas dentro de cobertizos ubicados en zonas grises administrativas (cerca de las fronteras municipales, para eludir el largo brazo de la ley) y en zonas rurales (donde el acceso a Internet es limitado y la gente mayor sigue conservando su gusto por material de este tipo), en las que se pueden encontrar antiguos ejemplares, material prohibido proveniente del mercado negro y modelos con belleza clásica.
Un material que no tiene nada que ver con el que puede adquirirse en máquinas expendedoras actuales (incluso en algunas estaciones de metro), revistas que también se comercializan en las librerías y que no han sido editadas exclusivamente para este canal de distribución, por lo que no se consideran revistas eróticas de máquinas expendedoras porque han perdido su esencia.