El Museo Histórico Local de Nueva Carteya (Córdoba) publicó el pasado 19 de agosto, en sus redes sociales, un sorprendente descubrimiento en el yacimiento de El Higuerón, un recinto romano fortificado que estuvo ocupado entre los siglos IV a. C. hasta el I. d.C.: un relieve fálico de medio metro de longitud.
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El yacimiento de El Higuerón
El relieve, que representa un falo en erección, fue encontrado en uno de los sillares que forman la esquina noroeste de la torre romana del yacimiento de El Higuerón, durante las tareas de excavación llevadas a cabo por el Museo Histórico Local de Nueva Carteya, en colaboración con la Universidad de Granada y el Centro de Estudios de Arqueología Bastetana.
Aunque los investigadores aclararon que este tipo de representaciones fálicas eran frecuentes en la Antigua Roma y aparecen «tanto en pequeños colgantes, utilizados como amuletos, como labrados en muros de edificios tanto públicos como privados, en las lucernas o candiles, incluso ocasionalmente en mosaicos y pinturas parietales, así como grafitis callejeros, como en Pompeya», lo sorprendente de este relieve es su tamaño: casi medio metro de longitud. De hecho, los arqueólogos que trabajan sobre el terreno aseguraron que no habían encontrado ninguna representación fálica romana o fascinus de tales dimensiones en la bibliografía consultada hasta ese momento, por lo que quizá sea el más grande del mundo.
El culto a Príapo
En la Antigua Roma, las representaciones fálicas tenían dos marcados simbolismos: por un lado, la fecundidad, la riqueza y la prosperidad; y, por otro, tenían un efecto apotropaico, es decir, protegían contra los malos espíritus y el mal de ojo.
Príapo era hijo de Afrodita, diosa de la belleza, sensualidad y el amor, que fue maldecida por la diosa Hera, debido a su conducta libertina, con este hijo de fealdad extrema, un pene enorme y desproporcionado que siempre estaba erecto (de ahí el término médico, priapismo) y un deseo sexual voraz e insaciable. Considerado el dios de la fertilidad, protector del ganado, plantas y árboles que dan fruto, jardines, así como de los genitales masculinos, Príapo era representado como un hombre barbudo, normalmente viejo, con un enorme falo erecto, llevando fruta en su ropa y una hoz o una cornucopia (cuerno de la abundancia) en la mano, como símbolos de la fuerza fecundadora de la naturaleza y del hombre, tanto en estatuas que los romanos colocaban en sus jardines o en frescos de las paredes de sus domüs, como el hallado en la Casa de los Vettii, en Pompeya, que muestra al dios midiendo en una balanza el peso de su descomunal miembro erecto con el de una bolsa de oro.
Mutuno Tutuno y Fascinus: Los dioses fálicos
La Antigua Roma también adoraba a Mutuno Tutuno o Mutino Titino, deidad fálica del matrimonio, al que se invocaba para que protegiera de los celos y la envidia, ya que eran los principales motivos de mal de ojo o invidere, el poder de hacer daño con la mirada al aojado y causarle todo tipo de males. Para protegerse de este, los romanos representaban no a Mutuno Tutuno, sino a su falo erecto, el fascinus, que significa «encanto, maleficio, hechizo» y también «falo en erección».
El santuario del dios se encontraba en la colina Velia, a donde acudían las mujeres para que propiciara su embarazo y el nacimiento sano de sus bebés, y las novias, que se sentaban a horcajadas sobre el falo de Mutuno para ser desvirgadas por el dios, aprender a través del ritual y no sentirse avergonzadas por el sexo.
Por otro lado, los romanos también honraban al fascinus o falo erecto en sí mismo (es decir, no el de Mutuno Tutuno), como símbolo de fecundidad y protección contra los hechizos. Según Plinio el Viejo, en Roma, el guardián protector del mal de ojo era Fascino, una divinidad de forma fálica que formaba parte de los sacra que las vestales debían proteger y utilizar para la protección de otros.
Entre los ritos de las vestales se encontraba la costumbre de colocar, durante el desfile del Triunfo, una efigie del fascinus bajo el carro del general, para protegerlo de la invidia; así como acompañar al Fascinus Populi Romani (imagen fálica sagrada, que formaba parte de los símbolos de Roma), en la procesión que se celebrada durante la fiesta del Liber Pater (dios romano identificado con Baco [Dioniso en Grecia]), para que protegiera los campos y cosechas de la fascinatio o fascinación (es decir, del encantamiento, fascinación o hechizo). Algo similar a los festivales de la fertilidad japoneses, cuyas raíces se hunden en el sintoísmo, en los que se sacan en procesión representaciones sagradas del falo para pedir buenas cosechas, prosperidad, fertilidad y protección.
Fascinum: los amuletos fálicos romanos
Aunque se creía que las personas más sensibles a las maldiciones y el mal de ojo eran los recién nacidos, los niños, las mujeres que acababan de dar a luz y las personas bellas o con éxito, en el fondo, cualquiera podía ser víctima de la envidia (y todos deseamos la prosperidad), por lo que romanos de cualquier condición portaban amuletos con un pene erecto sencillo, con alas o con una manus fica o figa (que también era símbolo de buena fortuna y protección), denominados fascinum, para protegerse del mal de ojo y propiciar la buena suerte.
Por lo general, los fascinum se llevaban al cuello en colgantes, aunque también era habitual verlos en objetos como anillos, lámparas y tintinnabula o campanillas de bronce, y grabados o esculpidos en todo tipo de edificios romanos, como murallas, puentes, acueductos y domus. En este último caso, el fascinus podía representarse como un falo eyaculando sobre un ojo o cortándolo por la mitad, como símbolo de la victoria definitiva contra este tipo de mal.
Pero ¿por qué un falo erecto protegería contra el mal de ojo? En palabras de Antonio Marco Martínez, la envidia o invidia consiste en acumular en el interior la maldad que a alguien se desea y expresarla por la puerta más evidente del alma, por la mirada, por los ojos; por lo que obligar a alguien a apartar la vista es impedirle que nos envidie o nos mire mal. Un falo erecto representa la fuerza de la fertilidad, pero también es un símbolo sexual que atrae la mirada o la repele por su fuerza; de ahí que la figa, otro fuerte protector, consista en una mano derecha cerrada, con el pulgar entre los dedos índice y medio, simulando la unión de los órganos genitales masculinos y femeninos.
El uso de este símbolo fue popular hasta el siglo VII d.C., hasta que el cristianismo consiguió erradicarlo por amoral. Esta visión sexual e indecente de las representaciones fálicas de la Antigua Roma se ha mantenido hasta nuestros días y, al igual que obras como El origen del mundo o corrientes pictóricas como el Shunga, no son expuestas o lo son en salas especiales, como el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, en el que los objetos que representan temas eróticos (o son considerados de este modo), se exponen Il Gabinetto Segreto o Gabinete de Objetos Obscenos.
No parece que este sea el destino del relieve fálico hallado en el yacimiento de El Higuerón, ya que, según el director del Museo Histórico Local de Nueva Carteya, Andrés Roldán, las excavaciones tenían como propósito valorar el potencial del asentamiento y comprobar sus distintas fases de ocupación para, posteriormente, rehabilitarlo y hacerlo visitable. No obstante, medios de comunicación como El Mundo afirman que se barajan dos museos como destino: el Museo de la localidad y el Arqueológico de Córdoba. Esperemos que no para ser escondido de la vista de todos porque es un hallazgo fascinante, literalmente.