Relatos eróticos

Libra (1): La Princesa del Zodiaco – Relato lésbico

No te pierdas las primera parte de esta original historia lésbica, firmada por Thais Duthie.

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Libra (1): La Princesa del Zodiaco

La mujer la miraba y, aun así, ella no se daba por aludida. Sí, estaba desnuda y se masturbaba con ganas frente a ella, no dejaba de gemir y su sexo estaba húmedo e hinchado… pero necesitaba más. Érica miró la pantalla del portátil y le avergonzó un poco descubrir en el reflejo que su mano estaba perdida bajo el pantalón del pijama. Una cosa era hacerlo y otra verse haciéndolo, a pesar de que los dedos no se movieran un ápice contra su intimidad. Suspiró y cerró la pestaña en la que todavía se estaba reproduciendo el vídeo porno, rendida.

Con un poco de torpeza, escribió en el buscador con la mano izquierda las cuatro palabras que llevaban meses resonando en su cabeza: «La Princesa del Zodiaco». El corazón comenzó a latirle fuerte cuando aparecieron los resultados. Pulsó el primero. Entró en la plataforma de streaming que se había prometido no volver a visitar y, con cada segundo que pasaba, los nervios se apoderaban más de su cuerpo. Su índice, suspendido sobre su clítoris, de pronto podía palpar mucho calor y algo de humedad. Bastó la sola idea de verla de nuevo para apretar el gatillo de su excitación.

Cuando la página terminó de cargarse, apareció. La Princesa del Zodiaco vestía un corpiño azul marino de terciopelo, salpicado por estrellas y constelaciones bordadas. Las bragas iban a juego y Érica supo que la retransmisión acababa de empezar porque todavía las llevaba puestas. El pelo rojizo le llegaba a la altura de los hombros y enmarcaba de un modo casi divino su rostro sonriente repleto de pecas. Estaba recostada en una cama con un edredón mullido, jugueteaba con el cable de los auriculares.

—¡Sigue entrando gente! Bienvenidos, amantes del Zodiaco. Es todo un honor teneros en mi palacio —dijo, e hizo una reverencia.

Su voz era igual de dulce que su aspecto y a Érica le provocó un escalofrío. Parecía como si le hablara solo a ella. El latigazo que sintió entre las piernas le impulsó a hacer un pequeño donativo, entonces vio cómo un dibujo de una hucha que había debajo del vídeo se iluminaba.

—Muchas muchas gracias, eres excepcional —susurró la Princesa del Zodiaco mientras miraba directamente a cámara con una sonrisa angelical.

Aquella frase se le clavó dentro. Había intentado no volver a verla con todas sus fuerzas, porque la frecuencia con la que visitaba a aquella pelirroja que se conectaba las tardes de los días pares seguía aumentando. Sin embargo, sus palabras eran un bálsamo. ¿Cómo podría haber algo de malo en ello si se sentía así de bien?

El resto de los visitantes donaban poco a poco y, también con lentitud, la actitud de la Princesa fue pasando del encanto a la excitación. Un montón de comentarios llenaban el chat, pero ella era más silenciosa. Le gustaba limitarse a observarla para poder concentrarse en cada pequeño detalle, que capturaba como si debiera atesorar. Incluso en la vida real, mientras esperaba al autobús o se hacía un café para desayunar, pensaba en ella. ¿Cómo se llamaría en realidad? ¿Qué haría por las mañanas? ¿Cuál sería su película favorita? ¿Le gustarían las mujeres?

Érica imitaba cada uno de sus movimientos frente a la cámara y jugaba a imaginar que lo que sentía no era su piel, sino la de la chica que se escondía tras la pantalla. En ocasiones le bastaba con su voz, su mente rellenaba el resto de huecos, y sus dedos se volvían ágiles contra su sexo. Dos de ellos atrapaban el clítoris jugueteando con él hasta que el placer era inminente, entonces, se obligaba a parar. Al abrir los ojos, la pelirroja estaba más desnuda que la última vez.

Las tardes en la plataforma de streaming se le hacían infinitas; se empujaba al orgasmo y luego se apartaba del abismo, una vez tras otra. No recordaba en cuántas ocasiones había tenido el clímax casi entre los dedos y lo había dejado ir. Al fin, cuando el cielo se oscurecía y la Princesa del Zodiaco decía que el espectador que hiciera el mayor donativo accedería a una sala privada, competía con cualquiera para que fuese el suyo.

Las tres últimas veces no fue tan afortunada, pero aquel día haría todo lo posible por ser la elegida. Cuando llegó el momento, comenzó a donar y envió cifras altas en varias ocasiones. Leyó la frustración de otros espectadores en el chat y, antes de que se diera cuenta, la plataforma la estaba enviando a la sala privada. La retransmisión se cortaría para el resto y ella sería la única que vería cómo la chica llevaba al límite su placer.

Supondría otro mes sin poder darse de alta en el gimnasio y sin caprichos, pero valdría la pena. Y lo confirmó cuando la Princesa del Zodiaco apareció de nuevo en la pantalla y comenzó a deshacer el lazo de su corpiño.

Érica se fijó en el cuidado con el que liberaba las ataduras, una por una. Parecía como si no tuviera prisa.

Ya puedes leer el desenlace aquí: Libra (2): La Princesa del Zodiaco – Relato lésbico