Relatos eróticos

La alumna y la profesora (I): Fuego en el jacuzzi – Relato lésbico

Nuestra amada Thais Duthie vuelve con esta ardiente historia, que comienza con el encuentro fortuito de una alumna y su profesora en el spa. Un relato del que emana tensión sexual… a borbotones.

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La alumna y la profesora (I): Fuego en el jacuzzi

Si no se movía de esa posición acabaría por llegar al orgasmo.

Las manos de Claire se aferraban con fuerza al bordillo, porque notaba cómo el chorro del jacuzzi apuntaba con precisión hacia su intimidad. Mantenía los ojos cerrados y la mente en blanco, y empezaba a suspirar de forma sospechosa, al tiempo que la fuerza del agua y las burbujas acariciaban el resto su piel.

―Conque no merecía la pena pasar la tarde libre en el spa del hotel, en vez de visitar Roma, ¿eh?

Por un momento pensó que aquella voz estaba en su cabeza, pero luego sintió un roce suave, casi inexistente. Abrió los ojos y lo primero que vio fue aquel verde intenso que desprendía la mirada de Lena. Se fijó en sus hombros, en lo bien que le sentaba el biquini negro, y el moño despeinado en el que se había recogido su larga cabellera color chocolate. Se removió en el cubículo para encontrar una posición menos peligrosa, sin burbujas colándose en lugares indiscretos.

«Deja de mirarla», pensó.

En vez de eso, llevó la vista al reloj que había en una de las columnas del spa. 20:34. Respiró profundamente, evitando a la morena que, por suerte, estaba a una distancia prudencial, y respondió:

―Conque ignorando los consejos de tu profesora, West. Para variar. ―Metió las manos dentro del agua y las dejó descansar sobre sus muslos.

―Puede que hubiera hecho caso a mi profesora de haber tenido un mínimo interés en ver la Galería Borghese con mis compañeros hormonados…

20:35, y no necesitaba las últimas palabras de la joven para saber que, a pesar de su corta edad, era mucho más madura que el resto de la clase. En los debates profundizaba como nadie, hacía preguntas que la desmontaban por completo, hasta incluía reflexiones trascendentes en sus trabajos. Era la alumna que cualquier profesor desearía tener, incluso tenía un cuerpo escultural que le hacía perder el hilo cuando explicaba la técnica pictórica de los frescos de la Capilla Sixtina.

―La Galería Borghese es preciosa ―admitió, ahora clavando la mirada en la puerta de la sauna.

―Confiésalo: dijiste que era mejor que aprovechásemos para visitar la ciudad, solo para para no encontrarte con nosotros en el spa.

Se quedó en silencio durante varios segundos, quizá lograba que Lena se olvidara y no tener que responder. Pero entonces, la morena se sentó a su lado, muy cerca. Más de lo que una alumna debería. Claire notó los ojos penetrantes de la alumna y fue incapaz de callarse e incluso mentir. 20:41.

Touchée ―susurró Claire, y sintió un leve rubor que teñía sus mejillas.

La morena soltó una carcajada, ladeando la cabeza para mirar a la profesora con intensidad. Estaba disfrutando de todo aquello: le encantaba molestarla y ponerla en aquellas situaciones, sobre todo si conseguía que se sonrojara o balbuceara un poco, como había ocurrido unos días antes.

―Tranquila, no le contaré a nadie lo que estabas haciendo.

20:43: Claire estaba jodida, pero también muy excitada. De haber sabido que iba a encontrarse con su alumna en el spa del hotel no habría ido, aunque era demasiado tarde para pensar en eso.

―¿El qué?

―Lo de antes, ya sabes ―Lena acarició levemente el muslo de Claire bajo el agua, y añadió, en un susurro―: Pensar en mí mientras te mordías el labio.

Sus manos se encontraron durante unos segundos y la morena le acarició el dorso, entrelazando los dedos.

―Lena ―Esta vez se olvidó de las formalidades, era una advertencia.

―¿Mmm?

―No puedes hacer eso.

―Estamos solas, profesora. Mira, solo hay una pareja en la sauna y están demasiado ocupados haciéndose carantoñas.

Por primera vez, Claire se fijó en su alrededor y no solo en el reloj que marcaba las 20:45. Era cierto que la pareja de la sauna parecía no estar interesada en ellas y no había nadie más, ni en la piscina climatizada ni en los sillones térmicos. Estaban prácticamente solas. Además, la luz tenue del lugar y la música instrumental estaban consiguiendo hacerla desconectar por completo.

―No pue…

―Sí puedo. Soy mayor de edad, te tengo ganas y tú no dejas de pensar en mí desde que nos besamos después de clase, no necesito que lo confieses, lo sé.

Era cierto, porque le había resultado imposible olvidarse del tacto de sus labios en los propios, sus brazos rodeando su cintura y los gemidos que soltaba contra su boca, independientemente de la tensión que había supuesto hacer aquello en un aula de la facultad de Humanidades.

―Fue un error, Lena ―dijo con contundencia, más para sí misma que para la chica―. No volverá a repetirse.

―¿Entonces por qué estás tan nerviosa?

20:47 y cada vez tenía menos fuerza de voluntad.

―No estoy nerviosa.

―¿Sabes qué? Cada vez que te veo en clase pienso en una manera diferente de follarte. Tengo tantas en mente que no sé ni por cuál empezar…

Lena no mentía. Daba igual lo que hiciera la docente, su imaginación se ponía en marcha en cuestión de segundos: se sentaba en la mesa y ella solo podía pensar en abrírselas y comérselo como no se lo había hecho a nadie antes. De hecho, cada vez que la rubia se daba la vuelta para escribir en la pizarra, ella se preguntaba si le gustaría el sexo anal y que se la follaran a cuatro patas. Hasta imaginaba cómo de sensibles serían sus pechos cuando entraba por la puerta con una camiseta un poco más escotada de lo habitual. Aquellas imágenes eran explícitas, reveladoras, y a las 20:48, Lena tampoco fue capaz de controlarse más: su mano comenzó a ascender peligrosamente por la pierna de su profesora. Los roces eran breves y espaciados, sus dedos incluso se movían despacio, pero aquello bastó para que la rubia temblara bajo su tacto.

―Lo que estás haciendo puede tener consecuencias. No juegues con fuego, por favor ―le pidió Claire mientras trataba de juntar las piernas, en un intento por detener aquello.

Sin embargo, la morena sujetó su otra rodilla para mantenerlas separadas y, a modo de castigo, coló su mano bajo la parte inferior del biquini de la mayor. Acarició su intimidad con una lentitud desesperante y con una habilidad que sorprendió a Claire. Si lograba hacer que su cuerpo reaccionara así solo con unos roces, ¿cómo sería lo demás?

―Quiero quemarme, Claire. De verdad, estoy muy cachonda ―Mientras lo decía, le metió dos dedos de golpe, haciendo que se dibujara una mueca de sorpresa en su rostro. Apartó la tela de la parte superior del biquini y arañó su pezón sin contemplaciones.

20:49 y la profesora se había quedado sin armas de contención.

―Si no pones una cara más neutral paro y me voy ―Hizo una pausa―. Estás tan mojada… Lo cierto es que me encantaría comértelo durante horas, pero me temo que no tengo mucho aguante bajo el agua.

Rio. ¿Pero cómo podía hacer que parara si la embestía con una cadencia que no había conocido hasta entonces? Sus dedos se movían con maestría en su interior, curvándose cuando tocaba y entrando y saliendo con desesperación. La rubia se mordió el labio tan discretamente como pudo, pero le resultaba cada vez más difícil. Eran las 20:53 cuando se unió al juego con unos sutiles y rítmicos movimientos de caderas.

Ya no había nadie en todo el spa, ni siquiera en la sauna, y la música se había vuelto más sensual. Quería abandonarse a las atenciones de su alumna más que nada en el mundo, lo necesitaba. Llevaba tanto tiempo recreándose con aquella fantasía que, ahora que era tan real como ella misma, no era capaz más que de moverse con fuerza contra sus dedos. Liberó un gemido apenas audible, pero entonces Lena desatendió su pecho y le cubrió los labios con la mano.

―No gastes la energía tan pronto. Pienso hacer que te corras una y otra vez, hasta que no puedas moverte.

20:55.

―Señoritas, en cinco minutos se cierra el spa ―dijo una voz que no se parecía en nada a la de Lena―. Les ruego que salgan del jacuzzi lo antes posible.

«No, no, no. Ahora no».

Claire notó cómo un escalofrío recorría todo su cuerpo, y asintió sonriendo al hombre que acababa de aparecer por la puerta. Llevaba mucho tiempo esperando aquello y necesitaba más. No había tenido suficiente con unos pocos roces y unas cuantas embestidas. Lena salió de su interior y, observándola con una mirada intensa, se dirigió hacia las escaleras. Los ojos de la profesora se clavaban en su culo y, por la sonrisa que esbozó la morena, supo que se había dado cuenta. Salió del agua, contoneándose hasta llegar a un banco de piedra donde había dejado el albornoz y se vistió con él.

Todavía desde el jacuzzi, Claire le hizo un gesto para se acercase. Su alumna sonrió socarrona.

―¿Algún problema, profesora?

―¿Quieres venir a mi habitación? ―pidió en tono suplicante, rompiendo el silencio en el que había estado sumida los últimos minutos.

20:57.

Ya puedes continuar con la segunda parte aquí: La alumna y la profesora (II): El examen oral – Relato lésbico