Relatos eróticos

Relatos ero: Sexo en la playa – Relatos eróticos cortos

Hoy, dos relatos eróticos cortos de verano, por Brenda B. Lennox. Dos historias de sexo en la playa, que se funden con la imagen de los idealizados amores de verano. No te las pierdas.

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Relatos eróticos

Relatos ero: Sexo en la playa

Piedras y vidrios – Relato erótico corto (1)

Observábamos el mar en silencio, al abrigo de aquel zoco de piedra volcánica. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. La ruptura no fue fácil, aunque encajara con dignidad que solo podíamos ser amigos. Pensé que la distancia  había cerrado las heridas, pero estaba equivocada, seguían abiertas, supuraban bajo las vendas… O tal vez sí estaban cerradas y yo las había abierto con mi regreso a la isla. Tanto daba. Le dolía, y a mí también.

Intentaba aparentar normalidad, pero la rabia y el rencor le carcomían el alma. Alternaba calidez y frialdad, caricias y golpes. Yo agradecía las primeras y encajaba los segundos. Los merecía, hay mil maneras de herir a alguien. Yo le había  herido con todas.

Las doradas se amontonaban a nuestro lado y la euforia me concedió una tregua. Reímos recordando viejas anécdotas y  nos emocionamos con otras en las que la luna  fue testigo de nuestra amistad perdida. Nos bañamos, chapoteando entre las olas que nos lamían los pies, soportando el embate de las que rompían contra nuestros cuerpos. Más caricias. Más golpes. Tal vez en eso consistía la vida. Soportar hasta ser como el callao que cogí como recuerdo, como los fragmentos de vidrio redondeados por el agua.

Nos tumbamos de nuevo. Atardecía, pero  la calima espesaba el aire y el sol me quemaba la piel.

—¿Te importa ponerme bronceador?

—No —Se arrodilló entre mis piernas y lo extendió con suavidad por mis hombros, mi espalda, mis glúteos… Se demoró en ellos y su respiración se agitó. Le dejé hacer. Apretaba, separaba, apretaba, separaba… hasta que se armó de coraje, separó el bikini  y me acarició la vulva. Su humedad le dio carta blanca. Hundió los dedos en su interior y yo gemí. Placer, placer, placer…

Deseé que siguiera, hacer el amor de nuevo, recibir a nuestra luna fundidos en un solo cuerpo.  Ser, de nuevo. Sentí  su peso y la locura dio paso a la razón. «Pueden vernos. No está bien». No, no lo estaba. No porque pudieran pillarnos, sino porque nunca seríamos aquellos que fuimos y debíamos parar, por respeto.

N.A: Dorada: cerveza típica canaria.

Meditación – Relato erótico corto (2)

Cierra los ojos.

Estás en una playa desierta. La luz del crepúsculo tiñe la superficie del mar y una leve brisa la eriza. Hay un silencio sagrado; solo se escucha el graznido de las gaviotas y el rumor de las olas que lamen tus pies. Caminas hacia el horizonte.  Te sumerges y buceas como un niño en el seno de su madre. Eres gota y océano. Y aire, cuando emerges y renaces.

El mar borbotea frente a ti. Sobre su superficie se expanden círculos concéntricos. De su centro, emerge lentamente tu deseo encarnado, tu lujuria hecha mujer. El agua cae en cascadas sobre su cara, sus hombros y sus pechos desnudos. Clava su mirada en la tuya. Sonríe. El tiempo se detiene.

Acaricia tu rostro con sus manos cálidas, húmedas, suaves. Las desliza por tu cuello, por tus hombros, por  tu pecho. Se acerca y su vientre busca el tuyo; su boca, tu boca; sus labios, tu miembro… que crece y se refugia en ellos. Se frota contra ti, cada vez con más urgencia. Sus gemidos resuenan en tu garganta; los tuyos, en la suya. Se ciñe a tu cadera con sus piernas. La sostienes. La penetras. Su interior es como sus manos; cálido, húmedo y suave. Se amolda a tu sexo. Lo acaricia, lo engulle, lo aprisiona. El placer te invade en oleadas. Te atraviesa como un rayo. Te sacude como una tormenta. Buceas, como un hombre en el seno de una marejada. Eres aire, gota. Y océano cuando te vacías.

El mar borbotea frente a ti. Sobre su superficie se expanden círculos concéntricos. Ella te besa y sonríe antes de sumergirse lentamente. Regresa el silencio. Su beso sigue ardiendo en tus labios, pero no te sientes triste, sino feliz. Sabes que ella te esperará, que cumplirá todos sus deseos, que podrás regresar. Siempre.

Abre los ojos.