Relatos eróticos

Relatos ero: Sexo con mujeres dominantes – Relatos eróticos cortos

Disfruta con las formas sensuales de la obediencia en estos dos pasionales relatos eróticos de Brenda B. Lennox.

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Relatos eróticos

Relatos ero: Sexo con mujeres dominantes

Guía para un ciego que ve – Relato erótico corto (1)

Preguntas si quiere una copa, su respuesta es un beso voraz que te silencia. Te invade el calor de su aliento, el sabor de su saliva, el aroma de su cuerpo que se frota contra el tuyo hasta que tu polla se yergue. Se gira, pega su culo a tu vientre, sus manos guían las tuyas a sus pechos. Sabes lo que quiere que hagas y lo haces.

Aprietas sus senos por encima de la tela. Sus pezones exigen aire, bajas los tirantes y los liberas para apresarlos de nuevo. Tus dedos juegan con ellos mientras sus manos te oprimen la nuca contra su cuello. Acaricias la piel tersa con los labios, caracoleas con la lengua, clavas los dientes en el hombro hasta que brota un gemido.

Se levanta el vestido, te desabrochas el pantalón. Separa el tanga, te liberas del bóxer.  Apresa tu polla; tú, sus caderas. Rabias por hundirte en su coño, pero sus manos vuelven a guiarte acogiéndote entre los labios. Sabes lo que quiere que hagas y lo haces.

Te hundes entre ellos, te frotas contra la vulva, te follas su clítoris hasta que la explosión de su orgasmo humedece sus muslos. Se inclina. Abre las piernas. Te muestra el camino al paraíso rojizo que brilla y palpita. Sabes  lo que quiere que hagas.

Y lo haces.

Guía para un sordo que oye – Relato erótico corto (2)

No le dije nada, no hacía falta. Se postró a mis pies, me subió el vestido  y se hundió entre mis muslos hasta que el raso se empapó de su saliva y mi deseo. Me despojé de las bragas, le empujé con la punta de mis botas hasta tumbarlo,  y me acuclillé a milímetros de su lengua que culebreaba en el aire. Su mirada sumisa ordenó lo que yo ordenaba, y  descendí,  me aferré a sus brazos tatuados  para coger impulso, para follarme su rostro, para frotarme contra su perilla, sus labios, su nariz, mientras su lengua me penetraba  cada vez más fuerte, más hondo,  más rápido. El placer me enloqueció, y le enloqueció a él, y le agarré de la nuca para marcar el ritmo, sin importarme su asfixia, sin que le importara, y grité sus iniciales mientras me corría, mientras me lamía, mientras bebía mi humedad como si fuera aire.

Mis piernas flaquearon, pero no mi deseo, y él supo, como siempre.  Me agarró de la cintura, me giró sobre las baldosas heladas y siguió chupando, follando el sexo con la lengua , penetrando el  culo con los dedos, mientras yo le atenazaba con los muslos, y movía la cadera, y le miraba a los ojos corriéndome una y otra vez, una y otra vez,  hasta que me dolió el alma de tanto placer, hasta que mi corazón suplicó una huida, hasta que le separé con rabia, y me puse las bragas, y me bajé el vestido, y me fui dando un portazo sin decir nada. No hacía falta.

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