Viaja por los mundos sensuales de Brenda B. Lennox con estos dos excelentes relatos eróticos cortos. Ambos tienen un denominador común: el sexo con hombres dominantes.
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Relatos ero: Sexo con hombres dominantes
Calor – Relato erótico corto (1)
Anhelo lo que he sentido en el pasado, el calor que estalla con la fuerza destructora de una ola, el calor que consume el alma y derrite el corazón para hacer que fluya, líquido y escarlata, y caiga abrasadoramente en mi coño.
Lucy Taylor
Calor… calor en mis párpados cerrados tras la venda, en mis muñecas atadas con el pañuelo de Kawamata, en mi vientre que espera anhelante en esta calma que precede a la tormenta.
Regresa. Sus pasos se detienen al borde de la cama. Aguanto la respiración. ¿Qué placer va a concederme? El chasquido de una cerilla quiebra el silencio. Sonrío. El placer es fuego.
Siento cada gota. Su calor, la blandura de su cuerpo cuando se funde con el mío. Conformándome. Nutriéndome… pero solo es llovizna. Tenue, suave, insuficiente. Necesito un diluvio. Un diluvio que anegue mi tierra y la arrase.
Me rebelo. Las ataduras oprimen la carne. La abrasan. La laceran. No me importa. Quiero ser llama. Arder. Consumirme. Renacer.
La lluvia cesa. Mi voluntad se quiebra. Hágase pues, la tuya. Mi dios me escucha, y comienza a dibujar, con una brocha impregnada en cera, un mundo nuevo en la piel desnuda de mi espalda, mis glúteos, mis muslos.
Crea. Me crea.
Y ardo.
Océano – Relato erótico corto (2)
Una mujer está sentada en la arena con la mirada perdida en el horizonte. Hay tanta paz en su rostro… parece saber algo que otros desconocen. Finas marcas de ataduras se enroscan en su carne como un dragón chino resplandeciente. De vez en cuando, las acaricia, sonríe, se ilumina.
No puedo dejar de mirarla. Nunca he visto un animal tan bello. ¿Quién rodeó su piel con cuerdas? ¿Quién lo ató para liberarlo a través del placer y el dolor? ¿Quién lo domó? ¿Realmente lo consiguió? ¿Acaso no domina el que permite ser dominado?
Sí. Es dueña de ese cuerpo que se contonea, perezoso, hacia al mar. De ese cuerpo que abrazan las olas. De ese cuerpo que se sumerge, como el de un cormorán, y emerge, un minuto después, con el plumaje húmedo.
Despliega las alas para que el viento las seque. Aletea y pienso, fantaseo, creo, que va a echar a volar. Pero regresa, y se tumba en la arena con los pechos desnudos desafiando al sol, hasta que la sombra de un hombre lo oculta, como una nube.
Ella se cubre con un pareo, coge su bolso y sigue sus huellas. Al pasar por mi lado se detiene, durante un instante fugaz. Soy una gota de agua en el océano. Soy océano, me dice su mirada.
Te creo, contesta la mía. Yo también.
N.A. El dragón chino es la personificación del concepto yang (masculino) y está relacionado con el tiempo como propiciador de la lluvia y el agua en general.
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