Relatos eróticos

Relatos ero: Masturbación en pareja – Relatos eróticos cortos

Con Instrucciones para disfrutar de un reloj y Mímica, Brenda B. Lennox expone la masturbación en pareja como cualquier otra forma del sexo, una parte indispensable de la relación y un juego más que deseable. Disfruta sus relatos más abajo.

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Relatos eróticos

Relatos ero: Masturbación en pareja

Instrucciones para disfrutar de un reloj Relato erótico corto (1)

Relatos eróticos Me tendió un paquete envuelto en papel de regalo.

—Feliz cumpleaños.

Lo desenvolví, nerviosa, rogando que fuera el reloj que le había mencionado, con más o menos sutileza, durante toda la semana. ¡Sí! ¡Era su estuche!

—Ábrelo.

Lo hice y me llevé la sorpresa de mi vida. Saqué el botecito de lubricante y le sonreí, coqueta, disimulando la decepción.

—Me parece que este regalo es para ti.

—No. Es para ti. Dámelo.

Abrió la tapa, se untó los dedos y deslizó la mano por debajo de la mesa. Separé las piernas.

—¿Por eso me pediste que viniera sin ropa interior?

Me miró, perverso, mientras sus dedos lubricados acariciaban mi vulva y trazaban círculos alrededor de mi clítoris, con tanta lentitud, que creí enloquecer. El camarero entró en el reservado para retirar los platos y preguntarnos si queríamos postre. Disimulé como pude, aunque el bote estaba abierto sobre la mesa, olía a sexo y los gemidos pugnaban por salir de mi garganta. Hundió tres dedos en mi interior y me folló con ellos, mientras, con voz sibilina, contestaba que él no, que quería un café.

— Como debe ser. Ya sabe, negro como la noche, dulce como el amor y caliente como el infierno. ¿Y tú que quieres, amor?

Susurré que lo mismo, mientras me corría y mi orgasmo humedecía mis muslos. Cuando el camarero se fue, sacó los dedos de mi interior y los chupó con avidez.

— Bueno, puede que también sea para mí, por eso lo escogí sin sabor.

Entonces fui yo la que se llenó la mano de lubricante mientras que, con la otra, sacaba su miembro erecto de la prisión de sus boxer. Comencé a masturbarle, pero me detuvo.

—En casa te espera el reloj, pero no te hará falta. Hoy, no. Quiero que me masturbes despacio y luego follarte como si el tiempo no existiera.

Y lo hizo.

Mímica – Relato erótico corto (2)

Yaces en el sillón, con tu cabeza apoyada en mi regazo. En la televisión se suceden imágenes sin sentido, palabras sin importancia. Te acaricio. Las yemas de mis dedos se enredan en tu pelo y lo alborotan. Ronroneas como un gato mientras se deslizan suavemente por tu rostro, siguiendo el contorno de tus cejas, de tus párpados. Trazan en la comisura de tus labios una sonrisa y buscan tu lengua que los humedece para que sigan dibujando tus contornos, la curva de tu nuez, la línea de tu cuello, el ángulo de tus hombros. Descienden por tu pecho y juegan con tus pezones que se endurecen al tacto. Exhalas un gemido que los guía hasta tu miembro, que pugna por salir del boxer. Lo liberan para apresarlo en la cárcel de la mano que lo tortura sin tregua. Arde, duro y lubricado, mientras te masturbo despacio, de abajo arriba, de arriba abajo. Tu respiración se acelera, y con ella, el ritmo, hasta que tu espalda se arquea y te corres entre mis dedos, gritando mi nombre.

Yazco en el sillón, con la cabeza apoyada en tu regazo. En la televisión se suceden imágenes sin sentido, palabras sin importancia. Me acaricias. Las yemas de tus dedos se enredan en mi pelo y lo alborotan. Ronroneo como un gato mientras se deslizan suavemente por mi rostro, siguiendo el contorno de mis cejas, de mis párpados. Trazan en la comisura de mis labios una sonrisa y buscan mi lengua que los humedece para que sigan dibujando mis contornos, el ángulo de mi mandíbula, la línea de mi cuello, la curva de mis hombros. Descienden por mi pecho y juegan con mis pezones que se endurecen al tacto. Exhalo un gemido que los guía hasta mi sexo, que impregna el encaje del tanga. Lo liberan para apresarlo en la cárcel de tu mano que lo tortura sin tregua. Arde, suave y lubricado, mientras me masturbas despacio. Mi respiración se acelera, y con ella, el ritmo, hasta que mi espalda se arquea y me corro entre tus dedos, gritando tu nombre.