El Corte Inglés y Jardines del Guadalquivir son los lugares de Madrid y Sevilla que Rafa de la Rosa ha elegido en su mapa cruising. Disfruta con las experiencias de encuentros sexuales en estos relatos cortos.
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Relatos ero gay: cruising
El Corte Inglés – Relato corto gay (1)
El guardia de seguridad levanta una ceja cuando ve al chico subir otra vez al tercer piso, donde trabaja. Casi nadie usa las escaleras normales para moverse por el centro comercial, prefieren el ascensor o las mecánicas.
Como las veces anteriores, lo ve entrar en el baño y salir a los pocos segundos. Sin detenerse ni entrar en la sección de ropa, sube de nuevo a pie a la cuarta planta. Con disimulo, el guardia de seguridad se asoma al hueco de la escalera y lo ve entrar en el baño de la siguiente planta. No hay duda, es él: su camiseta azul lo delata.
Se excusa un segundo a su compañero por walkie y sube con calma. Entra en el baño y lo ve allí, vigilando por el reflejo de la cisterna del urinario sus movimientos. Se aproxima y se coloca en el hueco junto al chico, a pesar de que hay otros dos libres más alejados.
Finge unos segundos, pero ninguno de los dos está haciendo un uso normal del servicio. Lo mira de reojo y se aparta unos centímetros, y deja visible la erección que emerge del uniforme. El chico lo imita, mostrando una polla igual de dura. Con un gesto de la barbilla, le indica que se meta en un reservado, y el chico obedece.
Dentro, lo atrae hacia él. Lo besa, con sus vergas desnudas y apretadas, la una junto a la otra. Las manos del chico bajan por su espalda, rozan la porra reglamentaria y le agarran el culo.
El guardia de seguridad sonríe con picardía: «Me encanta este trabajo».
Jardines del Guadalquivir – Relato corto gay (2)
El trabajo ha sido un infierno hoy. Los informes, las reuniones, el correo que se pierde y no avisa de la cancelación de la llamada de las 12… Necesito un poco de deporte para despejarme.
En cuanto llego a casa, me preparo, conecto la música y salgo a correr por el parque que hay junto al río. No sé si habrá suerte, pero, pase lo que pase, necesito desconectar un rato.
Paro un segundo a tomar algo de agua y dejo pasar a un corredor junto a mí. Me adelanta unos metros y se detiene. Me mira y ambos somos conscientes de que no hay nadie más alrededor. Nuestras miradas se cruzan y, sin hablar, nos decimos que ambos hemos venido en busca de otro tipo de deporte.
Me acerco a él y nos apartamos un poco entre los matorrales. Desliza su mano bajo mis calzones para descubrir que no llevo ropa interior. Por la pernera, saca mi pene, que ya empieza a endurecerse y, con suavidad, le acerco la cabeza a mi entrepierna.
Él concede y se arrodilla. Y lame y succiona y me come la polla en un silencio absoluto. En un silencio en el que se desvanecen todos los problemas de la oficina y solo estamos él, yo y la naturaleza, que nos oculta de los ojos curiosos de la ciudad, al otro lado del río.