Hoy, Brenda B. Lennox absorbe la intensidad del erotismo y la comprime en dos relatos cortos de felaciones. A continuación, sus Relatos ero: Fiera y Refugio.
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Fiera – Relato erótico corto (1)
Es insano, destructivo, irracional. Le deseo como un animal. Mi hambre es primitiva, insaciable, voraz. No puedo parar. Sólo deseo follar, follar, FOLLAR. Sentirle horadando mis entrañas, invadiéndome hasta el centro del pecho, quemándome con su lava hasta prenderme fuego. Pero no es suficiente, nunca lo es.
Quiero hundir las garras en su pecho, saborear su carne, masticar hasta el tuétano. Lo sabe. Huelo su miedo aunque intenta amansarme: una brida, una orden, un trozo más de carne. Hunde su boca en mi sexo hasta que me corro. Me azota hasta que el placer del dolor me nubla. Me folla sin descanso hasta que mis piernas flaquean. Pero no aplaca a la bestia que sigue sedienta. No aplaca a la bestia que busca su polla. No aplaca a la bestia hechizada por el faquir. Y mi lengua se enreda como una serpiente, abro las fauces y engullo hasta la garganta, me alimento de ella hasta la última gota. Pero siempre quiero más, más, MÁS.
Es insano, destructivo, irracional. Le deseo como un animal. Mi hambre es primitiva, insaciable, voraz. No puedo parar. Ni quiero.
Refugio – Relato erótico corto (2)
Your love’s in a sacred place
The safest hiding place
My heart has been a lonely warrior before
Who’s been to war
So you can be sure
The Safest Place, Sade
Tuviste un mal día y te abandonaste al sueño. Te observo en la penumbra. Duermes con la placidez de un niño. Pareces un ángel, aunque el abismo ensombrezca tu rostro. Lo acaricio. Ojalá pudiera borrar los surcos que han labrado los recuerdos, los enemigos que acechan a tu espalda, los fantasmas que pueblan tus pesadillas.
Quiero resguardarte dentro de mi cuerpo. Que mi piel sea coraza que encaje todos los golpes. Que las sombras que te habitan se inclinen ante mi luz. Y que tú seas el esqueleto que me soporta, el pilar que me mantiene en pie, el centro del tornado.
Mi boca acoge tu miembro. Los labios lo apresan. Sigues dormido, pero él despierta. Crece sobre mi lengua, que describe en su carne figuras geométricas. Círculos, espirales, líneas rectas. Siento su dureza, la sangre que fluye por las venas. Chupo, chupo, chupo… despiertas. Guías mi cabeza, mueves la cadera y me anegas.