Relatos eróticos

Relatos ero: Cunnilingus – Relatos eróticos cortos

Estos son «Relatos ero», sin «ticos» porque son tan breves como intensos. Brenda B. Lennox firma esta narrativa fresca, contundente, explícita y elegante.

Hoy, dos de cunnilingus.

Sigue leyendo más abajo y disfruta.

Relatos eróticos

Comida – Relato erótico corto (1)

–¿No dijiste que ibas a poner la mesa?

Coloqué los dos platos rabiosa y se derramó un poco de Vichyssoise. Pasé los dedos por el borde y cuando fui a limpiarlos me exigiste «DÁMELOS». El deseo que enturbiaba tus ojos los arrastró a tu boca y chupaste con avidez.

– Por supuesto que sí.

Me serviste para el banquete. El cuchillo desgarró mi vestido. Mi carne se abrió, trémula. La crema fría que vertiste por mi cuerpo me arrancó un escalofrío de placer. Los pezones, helados, ardieron bajo tu lengua que siguió los regueros hasta mi vientre. Ya no había Vichyssoise en mis labios, pero los tuyos batieron mi crema como un experto chef. Mis dedos se clavaron en tu nuca y los tuyos, en mi interior. Uno penetró mi culo y, cuando grité tu nombre, culebreó. Chupaste la vulva, mordiste los pliegues, lamiste mis entrañas como un animal.

–Para o llegaré –gemí sin convicción.

Te aferraste a mi cadera, engulliste mi sexo y, con un gemido agónico, me corrí. Lamiste la crema que goteaba en tus labios y acercando el otro plato, susurraste:

Sigo hambriento.

Ríndete – Relato erótico corto (2)

Me deseas. Engañarás a todos pero nunca a mí. Ni a ti. Por muchas excusas que inventes. Por muchas puertas que cierres. Por muchas huidas a ninguna parte. No puedes escapar. Das vueltas en círculos como un animal enjaulado. Muerdes tu pata, pero el cepo aprisiona hasta el hueso. El anzuelo está clavado en el fondo de tus branquias. Te asfixias, agónico, solo yo puedo devolverte el aire. Lo sabes. Sé que lo sabes. Y yo también. Tu cuerpo le habla al mío aunque tu garganta calle. Deja que grite la orden. Obedeceré. Arráncame la ropa y los prejuicios. Clava los colmillos y saborea la sangre. Márcame la espalda con tus uñas aceradas. Azótame con la palma hasta arrancarme una súplica. Arrodíllate. Separa mis piernas y muerde mis muslos. Tironea del vello que adorna mi pubis. Juega con los labios hasta que tus dedos brillen. Hasta que mi vulva sea un pez escurridizo. Hasta que te apremie el hambre. Naufraga en la isla que emerge en el centro. Lame, despacio, cada recoveco. Penetra con la lengua hasta el fondo de mi sexo. Chupa mi sal. No pares aunque las piernas me tiemblen. No pares hasta que me haya corrido. No pares hasta que me dé la vuelta. Entonces, fóllame.