Seguimos con la serie de historias reales, «Confesiones a una sexóloga». Hoy, Ester Álvarez nos trae las de un cross-dresser.
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El día que me sentí como una mujer (Confesiones de un cross-dresser a una sexóloga)
Bajo el sol del mediodía, volvía a casa del instituto, en una jornada de calor intenso. Hoy el recuerdo aún me hace sudar, aunque por un motivo que nada tiene que ver con la temperatura de aquella tarde.
Caminaba por la acera, distraído, cuando al cruzarme con un hombre de mediana edad y vestido con ropa de obrero, me gritó: «¿Qué pasa, nena?». Nunca he olvidado esa frase…
Tal vez fue mi melena lo que le provocó. Lo odié. Pensé en enfrentarme con él, atacarle. Pero yo era muy delgado y él parecía fuerte. Pasó junto a mí todavía sonriendo y se dio la vuelta descaradamente, como hacía yo cuando me cruzaba con una chica. Me moría de rabia, pero no hice nada.
Llegué a casa furioso, entré en el baño y me miré en el espejo. Estaba sudando por el calor y por las fuertes emociones que sentía. Mi cara era claramente masculina: la manzana de Adán en mi cuello delgado, el rostro ancho, el mentón prominente… Pero ¿me parecía a una mujer? Un poco, aunque él sabía que no lo era. ¿Se estaba burlando de mí?
Me senté encima de la tapa del váter y recordé: «¿Qué pasa, nena?». Sentí mariposas en el estómago y al mismo tiempo tuve miedo: «¿Estará cerca?¿Y si vuelvo a pasar por allí?». Me vi como una cobarde.
Comencé a pensar si aquel hombre habría pensado que yo era bonita. Agarré mi polla empalmada y me masturbé pensando en él, desnudo en el salón de su casa por allí cerca, imaginando si tendría quizá algún vestido escondido para prestarle a mariquitas como yo.
Han pasado 20 años y aún me ruborizo pensando en aquel tipo, con su porte fuerte, su cuerpo sudado y su barba incipiente, como si hubiera olvidado afeitarse.
Aquel día fue la primera vez que me sentí como una mujer. Nunca había pensado en mí como tal o de una manera femenina. Siempre me comporté de forma masculina, de hecho, en esa época había cierta presión por actuar como un hombre. Yo era un chico corriente que no esperaba ser tratado de ese modo y, por primera vez, alguien se dirigía a mí de manera opuesta a como lo hacían todos los que me rodeaban.
En aquel entonces yo había comenzado a ver porno de travestis y transexuales, incluso a veces me cruzaba con vídeos de cross-dressers. Solía imaginarme siendo yo quien penetraba. Anteriormente, no había tenido interés alguno en los hombres. Sin embargo, me atraía la idea de tener pene y ser mujer, supongo que por eso empecé a ver porno de ese estilo.
Después de ser abordado por aquel tipo, me sentí femenina por primera vez y me puso muy cachonda. La idea de él, como hombre, tratándome a mí como mujer no salía de mi cabeza. Me atraía el contraste entre ambos: mi cabello largo y mi cuerpo delgado, frente a su poco pelo y su aspecto fuerte. Yo, refinada, estudiante y él, trabajador, rudo…
Me sentí inferior a él, como si su presencia, su voz y su actitud masculina me hicieran renunciar a mi propia masculinidad y someterla a él. Como si con su hombría hubiera vencido y yo, derrotada, debía entregarme a él.
Después de aquel día, en ocasiones, pensaba en mí como mujer, en cómo me vestiría. Fantaseaba con lencería, tangas de hilo, tacones altos… y eso me ponía mucho.
A veces, aún me masturbo viendo pornografía de cross-dressers o trans, sobre todo si esos vídeos implican sumisión. Fantaseo con ser sometido y feminizado por un amo mayor que yo, que elige mi ropa, lencería, medias, liga o un traje de conejita sexi. También escoge mis tacones y una peluca que debo usar para complacerlo. Y me obliga a oler su cuerpo, su polla, y sentir su olor masculino.
Puedo estar mucho tiempo sin pensar en este tema, pero en algunas ocasiones sucede que algún estímulo me provoca y reaviva mis fantasías con fuerza, como ha sucedido al contarte sobre ello. Ha sido como una chispa que ha avivado esa parte de mi erotismo de la que nunca había hablado con nadie.
Últimamente me excita pensar en acudir a un estudio especializado en feminización de chicas cross-dressers y vivir la experiencia de disfrutar del placer de sentirme como una mujer… como sucedió aquel día inesperado.