Relatos eróticos

Me entrego a ti – Relato erótico con música

Inspirada y acompañada por el tema Coronation, de la banda sonora original de la película John Wick, este relato transforma una canción en la fantasía de tener sexo con el músico.

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Me entrego a ti

I feel your breath
I feel something deep in my chest
There’s something in the way you move
I cannot explain
I give myself
To every drop of blood you’ve taken
My heart remains the same
And I’m
An utter fool
To give myself to you
-Tyler Bates

Te observo desde un palco del National Theater. Tus manos se alzan en la penumbra mientras tu rostro concentrado refleja la inmensidad de la tierra salvaje que te habita. Descienden con suavidad.  Una melodía nace de tu contrabajo; y tu voz, de las profundidades de tu pecho.  Hay algo en el modo en el que ejecutas tu música, que no puedo explicar.  Me sumerjo en tu abismo de sima volcánica cubierta de nieve. La energía de tus células invade las mías.  Puede que me comporte como una tonta, pero me entrego. Me entrego a tu música. Me entrego a ti. Vibro.

Las líneas del pentagrama trepan por mi cuerpo y me aprisionan como cuerdas de Shibari. Me alzan en el aire y se entrelazan alrededor de mis senos, acariciando los pezones que se yerguen. Un Mi aprisiona mi cadera. Un Fa lacera mi espalda. Las raíces de un Do penetran mi sexo y mi humedad las nutre. Volamos entrelazados entre corcheas, fusas, negras, blancas, silencios. Nuestras lenguas componen una melodía improvisada. Tu miembro horada mi interior y un Si brota de mi garganta. Anclo mis uñas en tu espalda y compongo con las yemas de los dedos en las líneas que se abren en tu piel. Corcheas, fusas, negras, blancas, silencios… Te cabalgo como una Valquiria de Wagner,  hija del dios Wotan y la madre tierra. Me muerdes con ferocidad y de mi carne brota un Re. Me penetras hasta el fondo de las entrañas y arde un Sol. Me penetras, me penetras, me penetras sin tregua al compás de una Sinfonía.  Allegro, Andante, Minuetto…

Te detienes y susurras mi nombre. Es como si me bautizaras en una nueva lengua. Susurro el tuyo y te bautizo en la mía. Me besas y tu cadera comienza a moverse al ritmo de un Adagio. Te recibo con las piernas enlazadas en tu cintura. Inmóvil para sentir como expandes mi interior. Es tan dulce la entrega que solo deseo convertirme en un Réquiem mientras me enloquece la llegada de una petite mort; clavas tus dedos en  mis glúteos y la tuya me anega.  La melodía de los gemidos nos eleva hasta las nubes. Volamos entre las notas de un Allegro Finale. Tu música cesa. Los aplausos me sumergen en una realidad distante.

Te observo desde el palco del National Theater. Tus manos se alzan, de nuevo, en la penumbra mientras tu rostro concentrado refleja la inmensidad de la tierra salvaje que te habita. Luego, descienden con suavidad.  Una melodía nace de tu contrabajo; y tu voz, de las profundidades de tu pecho.  Me sumerjo en tu abismo de sima volcánica cubierta de nieve. Puede que me comporte como una tonta, pero me entrego. Me entrego a tu música. Me entrego a ti.

Vibro.

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