En el sexo como en la música, a veces suena y otras no. No te pierdas este maravilloso relato con audio de Karen Moan.
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No sabes por qué a veces suena y otras no
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Narración: Karen Moan
No sabes por qué a veces suena y otras no. Por qué los acordes de la canción de tu cuerpo van aumentando el ritmo, ese bum-bum de fondo de la música techno que acompaña latidos y noches desmemoriadas. No sabes por qué tras un día que se convierte en noche, en la que estas componiendo la melodía del folleteo casual y de primeras suena cojonudamente bien, sube, sube la intensidad, las miradas se ensucian, los labios se automuerden sin darte cuenta… Sí, sí, los toqueteos ya no tienen nada de disimulados, venga, sí, vamos a terminar esta melodía juntos; corréis hacia su piso, deshaces la funda del instrumento y, de pronto, en el primer contacto de las pieles, estas se enmudecen, y te engañas a ti misma. No, no puede ser, si esto parecía… Esto parecía…. Te restriegas un poco más y no, nada. Se oye un tímido estribillo de dos cuerpos que creían ser compositores de ópera y se han quedado en coro de orquestilla popular.
¿Qué hace que resuenen nuestros cuerpos? ¿Por qué a veces sí y otras no?
Recuerdo aquella cita juguetona con un hombre que no me gustaba apenas, pero cuya insistencia por conocerme funcionó de casualidad… Porque yo salía de bailar y estaba cachonda. Las clases de baile sexi siempre me ponían, y desde luego no era porque supiera bailar, pero la profe sabía sacar nuestro lado seductor y travieso y terminabas creyéndotelo. Oh sí, baby.
Resultó estar por la zona y me invitó a cenar. Y dije que sí, sin absolutamente ninguna intención más que aprovechar mi cachondeo. No tenía expectativa alguna. Aquel hombre tímido (a pesar de la insistencia) no era mi tipo. Ese día aprendí algo, lo que oculta un introvertido suele ser inmensamente más interesante que lo que suelta un charlatán. Tras mi verborrea habitual, mi contoneo, mi oh sí, baby, casi como si estuviese cenando conmigo misma, él empezó a hablar. Y ahí me callé, me callé porque lo que me contaba molaba muchísimo, y claro, él empezó a hacerlo también.
Habló media hora y ya decidí que quería follar con él. En ese momento no sonaba nada. No había sintonía porque en mi estúpida sordera, las notas que yo había ido soltando sin ton ni son no estaban destinadas a hacer música.
Y fíjate, cuando llegamos a su casa, sin correr, sin esperar nada, sorprendidos ambos de un final inesperado; cuando le toqué, cuando me tocó, joderrr, ahí sonó el primer BUM, de estos que le dicen a tu cuerpo «Hey, Are you ready to Rock & Roll?». Y el primer sonido, ese largo gemido que él acompañó con un largo suspiro. Y entonces, la locura, la locura del artista que sabe que ha encontrado algo, algo que pasa de adagio a prestissimo, de joder que está pasando aquí a necesito que me la metas, por favor, ahora mismo, sin necesidad de practicar más porque mi coño ya clama como aquel cantante de ópera con la boca bien abierta. Y su polla lo acalla, durante un momento, para luego, al deseado ritmo del bum-bum, componer la jodida perfecta melodía del folleteo casual.
Que hace que resuenen nuestros cuerpos, porque a veces sí y otras no…