Relatos eróticos

Mi vecino Dj – Crónicas Moan (by Eme)

Los recuerdos del sexo al que te entregas siempre quedan grabados a fuego. Esta es una de esas historias.

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Relatos eróticos

Mi vecino Dj

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Narración: Karen Moan

Moan es el título de una canción. Fue un regalo inesperado. «Llovía, era un día de los que anuncian la llegada del frío. No lo supe cuando salí esa mañana con un vestido veraniego que en esos momentos se pegaba a mi piel como el añorado látex.

Cuando abrí la puerta de casa escuché su música. No pensé en secarme, fui a la habitación. Fran pinchaba solo, absorto, no me escuchó, pero seguro que olió la mezcla de Amor Amor con lluvia.

Cogió una carátula negra, con un árbol en blanco como único dibujo. Era Trentemøller – Chronicles y lo puso. Cuando las notas se entremezclaron con el tema anterior mis pulsaciones se aceleraron. Me quedé allí de pie, cerré los ojos. Moan me envolvía. Sentí que se acercaba, sus hábiles manos empezaron a pelearse con mi ropa mojada.

—Este tema es para ti. Significa gemido y es lo que quiero oír de ti ahora».

Así comenzaba una historia interminable. La mía. Con un regalo, una canción inesperada y sexo, esperado.

Le llamé Fran, me inventé su nombre, como tantas otras cosas. Me inventé amor donde sólo había corporalidad, poliamor donde todo era unipersonal, me inventé un gran cuento sin final feliz. Lo que no me inventé fue, precisamente, el sexo.

Sonaba Moan cuando, por primera vez, me agarró del pelo y me acercó a su boca. Cuando pude, por fin olerle, aspirar su aliento, su voz, su música. Cuando ese escurridizo Dj que vivía a dos puertas de mi casa y que me había evitado hasta ese día, decidió empezar a jugar, conmigo.

Moan significa gemido. Sonaba cuando gemí, por primera vez tras mucho tiempo sin sentir una piel nueva en un cuerpo abandonado hacía demasiado.

Cuando, sin dudar, me arrodille ante él, buscando su sexo, le desabroché el pantalón y metí su polla en mi boca como si nada mas importase, porque nada mas lo hacía.

Fui suya desde el primer acorde. Él no. Fran se quedó en mi fantasía, en mi novela, en un extraño recuerdo.

Su sexo si lo fue. Cada noche, cada vez. Aporreaba su puerta, borracha, descerebrada. Él me abría y sonreía, una sonrisa que viajaba entre la comprensión y la certeza.

Fran me regaló muchas noches. Muchos Moans.

Su distancia era absolutamente provocadora, y le convertía en dueño de mis ganas, cada vez. Cada vez decidía cuando iba a agarrarme del pelo, guiarme, o empujarme hacia la mesa

—Sujétate, voy a follarte duro

Me agarraba como podía mientras él levantaba el vestido y apartaba con rabia lo que se encontrara. Mi coño estaba siempre listo, mojado, tembloroso.

Y me follaba, duro. Cada vez. Moan, sonaba, Moan, gemía.

Un día, desapareció. Sin más.

Ocurrió hace cuatro años, y hace unos días, también sin más, le escribo. Responde como si nunca se hubiera ido. Acordamos un cercano encuentro que espero muy tranquila. La fantasía se desvaneció hace tiempo, el recuerdo también se ha difuminado. No espero a Fran, sino al escurridizo Dj que vivía a dos puertas de mi casa.

Le recibo en una cocina en la que nunca estuvo, la mía. Nuestra conversación es trivial, como la de dos viejos conocidos poniéndose al día. Sin embargo, en un momento de la noche, reaparece una sonrisa que mi cuerpo reconoce al instante, y sin entender cómo ni de dónde sale, una patada de deseo me pega una buena hostia en el estómago. Guau.

Y se nubla, la realidad. Su voz, su olor, sus ganas, las mías.

Mis dedos teclean nuevas palabras de esta historia interminable.

Cuando me arrastra hacia él, me coloca de espaldas, y me inclina sobre la encimera de la cocina buscando mi coño sin contemplaciones, lo sé.

Suena Moan.