Karen Moan nos trae esta maravillosa y excitante historia donde desarrolla un imaginario erótico de gran intensidad, mientras deshoja la margarita de la bisexualidad.
Sigue leyendo, sigue oyendo, sigue sintiendo…
El perfecto unicornio del swinger
Pulsa play para activar el audio:
Narración: Karen Moan
Soy bi
No lo soy
Soy bi
No lo soy
Deshojo mi margarita mental, mientras saboreo el cocktail del mismo nombre. Adoro todo lo que lleve tequila. Al igual que adoro una gruesa y latente polla.
Pero soy bi.
Porque soy mujer, no monógama, jugadora de partidas sexuales múltiples. Ergo, soy bi.
Es cierto que cuando me pierdo en una maraña de cuerpos, cuando el sudor ácido de los machos casi corroe mi sutil olfato, cuando quiero recuperar el ritmo, mi ritmo, agradezco hundirme entre unas suaves piernas y respirar… Despacio, despacio, piel dulce, caliente, de hembra. Cuando reconozco sus gemidos, los de ellas, me atraen como el canto de una sirena. Las observo en el momento del éxtasis y me cuelo en él. No puedo evitarlo, mi boca absorbe ese grito que no me pertenece, que robo, que provoca que mi propio sexo casi estalle.
Y finalmente observo las leves convulsiones de su cuerpo anónimo y siento un profundo amor. Es de las mías. Quiero abrazarla y que el resto desaparezca; los demás, la horrible música del local, la infinita cama del local, el local, Madrid, el mundo. Quiero hacer cucharita con ella y cerrar los ojos.
Soy bi definitivamente, ¿verdad?
De pronto una mano, o dos, o más… ¿O es una boca? O quizá una polla, me despierta de mi letargo. Y ese coño, que ¡casi! estalla hace unos segundos, reclama su momento. Mi desconocida amante se incorpora y la pierdo de vista. En realidad, no la buscaré ni la reconoceré. El amor ha concluido. Ahora son las ganas, las inmensas ganas, las que tocan, huelen y chupan. Y en ese juego, sigo cogiendo aire en pieles de caramelo, sigo hurtando éxtasis, sigo sintiendo el latir de mi sexo: pum, pum, pum…. Joder, ya duele, déjame estallar, me suplica. Y entonces, ¿qué hago? Busco esa polla gruesa y latente que culmine, machaque, empotre mi penitente coño. Pum, pum, pum, sí, joderrrrr, rom-pe-me. Polla, rom-pe-me.
Entonces, ¿soy Bi-sexual o Bi-amorosa o Bi-ser? Mmm, espera, mucho mejor.
Quizá soy Poli-sexual o Poli-amorosa o Poli-ser.
Basta de delirios. Etiquetemos, que en esto somos expertos todos: Soy mujer, blanca y, según el manual, definitivamente bisexual. El perfecto unicornio del swinger. Un entorno en el que la bisexualidad es mayoritariamente femenina. ¿Lo es? ¿Deshojarán margaritas los hombres liberales? Soy bi, no lo soy.
–¿Te lo planteas? –Pregunto al macho que nos observa a su mujer y a mí, hembras, minutos antes del casi ritual sexual que va a producirse.
–Bromeas, ¿verdad?
–Claro- miento, por si acaso. No quiero empapar de dudas lo que, espero, ocurra de fluidos.
Pero no, no bromeo señor macho. Porque estas dos hembras van a succionarse y succionarte, besarse y besarte, lamerán sus respectivos clítoris reconociendo las diferencias y similitudes. Te comerán la polla por turnos y a la vez. Habrá dedos provocando ese maná que ahora todos deseamos, bebemos… Esas camas asquerosamente húmedas en las que a nadie parece importarle dormir encima.
Estas dos hembras van a disfrutar entre ellas, y contigo. Lo harán, seguro. Pero cuando sus gemidos se tornen casi gritos, cuando pierdan la noción del ser y del estar, cuando vayan a CORRERSE, cuando eso ocurra… ambas dos querrán que una gruesa y latente polla termine esa obra de arte. Y, por desgracia (o fortuna, ¿os imagináis?) señor macho, tú solo tienes una.
No bromeo. Si somos bi, o lo somos todos, o ninguno, o ninguna.
Soy bi.
No lo soy.
Soy una hembra que busca cuerpos, indiferente a medidas, orientaciones, complejos.
Soy una hembra que busca discursos en esos cuerpos.
Y sí, confieso, cuando esa maraña de cuerpos y discursos me envuelven, soy una hembra a quién le flipa que la follen con una gruesa y latente polla.
Soy bi.
No lo soy.
Soy bi.
No lo soy.