Relatos eróticos

Dormimos y follamos – Crónicas Moan (by Eme)

Hay muchas formas de jugar en la cama. Una de ellas es fingir que estás dormida.

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Dormimos y follamos

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Narración: Karen Moan

No sé si sabe lo mucho que me gusta, no quiero decírselo. Si lo hiciera no funcionaría igual, para nada.

Aún así, debe intuirlo, si no, es más perverso de lo que pienso, cosa que me calienta y sorprende a partes iguales.

El caso es que se repite una de cada x veces. No llevo la cuenta de la frecuencia. Solo sé que deseo que ocurra tanto que, cuando el despertar es distinto, siento una leve decepción.

Por otro lado, si pasara cada vez no sería tan jodidamente excitante.

Me refiero a las veces que mi amante me posee en ese duermevela a las tantas de la mañana, cuando aún no ha amanecido, cuando mi cuerpo aún reposa el sexo de hace escasas horas, cuando no hay ningún diálogo ni aparente voluntad.

A veces me despierto ya con la polla dentro, creo que esas veces se mete en mis sueños porque, cuando ocurre, el subconsciente se funde con la realidad produciéndose una transferencia entre mi mente y cuerpo. Se produce una prolongación de lo que estoy soñando puesto que  la cerdada de turno de pronto es una penetración real, en un coño somnoliento pero ya húmedo por las escenas soñadas. Otras veces me despierto ligeramente sabiendo lo que va a pasar pero no me inmuto, procuro mantener una respiración densa, me hago la dormida. Si él sabe que no lo estoy, nunca lo sabré.

Siento una mano acariciando levemente mi pezón, algo reacio al tacto. Él tampoco se entretiene, su intención no está en ningún tipo de preliminares. A veces los movimientos parecen ser tan instintivos que me pregunto si él estará también dormido. Si no será una suerte de sexo sonámbulo en el que sobra absolutamente todo.

Lo siguiente es esa misma mano bajando a mis nalgas para, ahí sí, apretar algo más fuerte, pero no lo suficiente aún como para «despertarme». Nuestras respiraciones continúan relajadas, en la cama no hay nada que parezca alterado, excepto su polla. Unos dedos hábiles se introducen en mí abriendo hueco a la misma. Esta se queda un momento en la entrada, como saboreando el instantáneo premio nocturno.

Ese momento es mi favorito, aunque se mezcla con el miedo de ser descubierta por los estruendosos latidos de mi corazón. Sea como sea sigo fingiendo, siempre, que estoy dormida.

Adoro esa pausa porque lo que viene después es una polla dominante recorriendo mi entrada de manera pausada pero triunfal, con una voluntad propia que se sobrepone a las mentes y cuerpos de los dos participantes. Cuando ella quiere, como ella quiere. Y su lentitud penetrándome se contagia en un estremecimiento de toda yo, también lento y silencioso.

Sigue empujando despacio, despacio, tanto que el sueño vuelve a cruzarse y creo dormirme de verdad. Pero no, no me deja del todo. Vuelve a moverse, vuelve a tentarme, a despertarme solo un poco. Y sigue ahí, dentro, no sé cuanto rato. Empalmado, empapada. Dormimos y follamos o follamos y dormimos. Fingiendo sexo involuntario o no.