Relatos eróticos

Las Crónicas Moan (by Jota): Cazada – Relato erótico con audio

Estás a punto de descubrir un nuevo mundo de relatos eróticos con audio. Son Las Crónicas Moan, experiencias sensuales reales a raíz de encuentros eróticos explosivos.

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Relatos eróticos

Cazada

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Música: Nights with Annie Fisher del album Fidelio. Derecho de uso autorizado por autor y productor, Vidal y Xisco Rojo.

Me cuesta ponerle palabras, darle sentido, no lo tiene. Ocurre cada vez. Ocurrió, sin yo saberlo, planeado de antemano, por él, por quién es, por cómo caza.

Le funciona. Si no estuviera donde estoy me preguntaría cómo es posible.

Fue una noche, tonta. Estaba en un bar con unos amigos, él se unió, conocido de no se quién. No le presté ninguna atención, hacía tiempo que no me apetecía ligar, me daba pereza y lo estaba pasando bien con los habituales. Cerve tras cerve, tequilas en medio.

De vez en cuando se cruzaba en alguna conversación o mi mirada se desviaba si se movía,  únicamente por su tamaño. Es imposible ignorar visualmente un tío de esas dimensiones, un metro noventa, o así, espaldas anchísimas, escalador de siempre.

De pronto, estábamos follando. No recuerdo, casi, nada. Black out. Fue sexo consentido, lo sé porque mi cuerpo habría reaccionado con asco al día siguiente. No tengo otra manera de saberlo. Y no solo no hubo asco, hubo además orgasmo(s), estando borracha, estando por primera vez con él, estando con alguien que no me gustaba. ¿ Cómo cojones ocurrió? Por la mañana huí, no se lo conté a nadie. Esa noche y explicar una abducción extraterrestre eran lo mismo. Por la noche, lo había olvidado, a él… al puto Gusano rojo que me ofreció, nunca.

Días más tarde, en ese raro diálogo que se produce entre mi coño y el resto de mí, mientras le tocaba, habló. «Quiero volver al OVNI». Comprensible, lo inexplicable da morbo.

Contacté, respondió muy cordial. Quería volver a verle, él también. Y volvió a pasar, una, y otra, y otra vez.

Una, y otra, y otra vez me desnuda, me arranca la piel, oliéndola, chupándola, tentando una chorreante entrada con su eterna polla. Muerde, me tira en el aire, me folla contorsionándome en posturas para las que nunca fui flexible, porque mi cuerpo pierde las articulaciones, yo no soy yo ahí, no sé quién soy. Líquidos, demasiados, todo es fluido, yo ya no sé si estoy meándome, o no, o sí, me da igual, no puedo dejar de sacar cosas de mí; gritos, carcajadas, orgasmos, sudor, babas… Nada me da asco, nada. Más bien, lo contrario. Incontables moratones, incontables expresiones de algo, que no sé que es, yo nunca follo sin amor, pero es que esto no es follar. O sí.

Cómeme el coño, pido, siempre al final de todo, cuando nunca hay un final. Me lo agradece. Me he corrido todo el tiempo, pero quiero más porque sé que hay más. Soy adicta, me he hecho… A un sexo guarro, histérico, desesperado, largo, feliz, extraterrestre.

Cazada, me pregunto qué parte de mi cuerpo es su trofeo. Todo, dice.

Ocurrió una noche, tonta.