Algunos, por ser cuentos, no dejan de ser bien reales… Deléitate con esta historia de sexo.
Sigue más abajo…
Bonnie & Clyde
Pulsa play para activar el audio:
Narración: Karen Moan
Clyde es un tío grande, muy grande. Todo en él lo es, manos, nariz, barriga, esqueleto, polla.
Bonnie es una muñequita, quien con su amplia sonrisa y ojos almendrados no aparenta ser el bicho que es.
Clyde es un mentiroso, y Bonnie adora saltarse las reglas. Bonnie & Clyde son los malos de la peli. De esta peli. Madrid, febrero de 2020. Acaban de conocerse en un restaurante y Bonnie suelta: quiero jugar y hacer el cerdo contigo, todo el rato. Clyde se coloca las gafas de señor mayor y responde: vale.
Así que jugamos a jugárnosla. A riesgo de que nos pillen, todos. Todo el mundo está en nuestra contra. Porque somos unos exhibicionistas buscando el escándalo y lo encontramos todo el rato. Ahora, aquí mismo. El camarero del restaurante no quita su mirada del escotazo de Bonnie. Porque es pequeñita pero tiene unas tetas enormes.
Bonnie le pide a Clyde que meta la mano bajo la mesa y le acerca el muslo. Clyde mueve su manaza hacia el sexo de ella y ¡voilá! Se encuentra su coño a pelo.
–Joder –masculla él.
–Shhh, disimula grandullón –dice ella seria, mientras cierra las piernas con fuerza para atraparle y se mueve hacia delante buscando que le meta uno, dos o tres dedos.
Y entonces llama al camarero mirón.
–Puedes traerme un vaso de agua muy fría, tengo tanto calor –susurra Bonnie con un tono dulce y sedoso.
Y el camarero lo sabe, y Bonnie sabe que lo sabe. Y su mirada se vuelve sucia, y Bonnie chorrea.
Bonnie abre las piernas liberando los empadados dedos de Clyde, este coge un trozo de pan, los restriega y se lo come. Ella recoge las migas de los labios de él con un lametazo.
Buscan que les echen del restaurante, no lo consiguen esta vez.
Otro día lo harán de cualquier tienda, colándose en el probador juntos cuando Bonnie le pida a Clyde que le meta la polla en silencio, pero sus jadeos de animal de ciento y pico kilos provoquen un: –¿necesita alguna otra talla Señora? –de una asustada dependienta.
O que les pateen fuera del taxi porque este tema estrellarse ya que no puede apartar los ojos del espejo retrovisor, en el que los erizados pezones de Bonnie reciben mordiscos de Clyde, primero encima de la camisa, luego fuera de ella. .
–Somos los malos de la peli, amor –le dice Bonnie cada noche, antes de dormir agarrada al sexo de su amante como quién abraza un peluche.
Porque Bonnie & Clyde se convirtieron en los criminales del folleteo tras la primera cita, cuando tras salir del restaurante, Clyde se sentó en el primer banco de la calle que encontró, se sacó la polla del pantalón y, sin preguntar, cogió a Bonnie y la colocó a horcajadas, metiéndose dentro de ella.. Y así, con una erección que duró… ¿horas? Hablaron de esto, y de lo otro, mientras la gente pasaba al lado mirando o sin atreverse a esta descompensada pareja que parecía estar follando. Armados con el descaro, asesinos del sexo en privado, su crimen: no querer dejar nunca de jugar ni de follar.
–Señoría, me confieso culpable. De enseñar orgullosa al mundo la enorme polla de mi amante dentro de mi esplendoroso coño. De demostrar al mundo que el sexo guarro no es tal. Culpable de considerar el sexo un arma de construcción masiva de orgasmos.
A Bonnie le hizo mucha gracia su ingenioso alegato y Clyde la acompañó con una carcajada. Y los encarcelaron. Y esa noche, estando en celdas separadas Bonnie se encaramó al ventanuco y tras los barrotes comenzó a contarle a Clyde una historia muy, muy guarra. Y Clyde empezó a masturbarse, y también Bonnie, y sus gemidos se mezclaron con los de otros presos y con los de los celadores y, de pronto, el edificio entero gritaba y se retorcía de gusto. Y entonces pum, todo… explotó.
Nunca se encontraron los restos de Bonny & Clyde. Se sospecha que un celador les dejó salir antes de la explosión. En el cartel de SE BUSCAN, una pareja sentada en un banco. Él grande, ella pequeña. Follan.