Si te gustan los bares tanto como el sexo, no te puedes perder este relato de Karen.
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Bares
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Narración: Karen Moan
Bares, qué lugares… Nada me ha gustado nunca tanto como ligar en un bar, pero ligar, ligar de verdad, hasta el fondo. Sin saber con quién, ni porqué. Elegirte así, sin más, porque estás aquí y ahora, y porque soy la tía mas fácil del mundo. Tan fácil que te lo voy a pedir yo o ni siquiera eso, te voy a meter la lengua en la boca en la tercera vez que me hagas reír, mientras te toco el paquete de una manera tan soez que tu cerebro se quedará frito, incapaz de pensar, mientras tu polla responde a la guarra de mi mano con un inesperado aluvión de sangre caliente.
Y hacerme reír es jodidamente fácil, también.
Nada me ha gustado nunca tanto como follar en un baño de un bar, con alguien a quién apenas conozco, ni voy a… Porque el regalo consiste en eso, en recibir un paquete sorpresa. Ese sorprendente sexo con un nadie y con un alguien. Un sexo de solo cuerpos, un sexo con uno mismo, a través del otro o usando al otro. Una boca desconocida que casi siempre, torpe, no termina de encajar, pero da igual, no estamos aquí para hablar. El sexo en el baño del bar es básico, no da más de sí. ¿Y qué más da?
No quiero tu nombre, ni tu historia, solo quiero tu polla, creo que lo dejé claro hace un momento. Y tu polla también.
Quiero no importarte, que te regodees por dentro de tu suerte, que me sigas como un perrillo, que al llegar al WC de mujeres esperes con mi misma ansiedad a que se vacíe uno de los cubículos y que, en cuanto entremos, me subas la falda buscando mi coño con la urgencia necesaria y porque el resto de mí no cuenta. En cuanto apartes las bragas, también torpe, busques entrar y cuando me encuentres, cuando me la metas a mí, a la tía que no conocías hace una hora, mientras embistes buscando solo tu placer, entonces, te acuerdes de aprovechar el momento, joder, y también me subas la camiseta, hurgando mis pechos y pezones, mirándome con esa cara de cerdo afortunado, igual que yo, igual que yo.
Y solo ahí me dejaré llevar. Cerraré un momento los ojos y me imaginaré que eres mi novio, de siempre, que esa polla me pertenece, como mi coño a ti, y durante segundos me lo creeré y te llamaré por un nombre que no es el tuyo ni el de mi novio, te llamaré y te diré que te quiero, que te quiero, que por favor sigas, que me hagas tuya, que lo seré siempre, siempre…
Y tu rugido y los golpes en la puerta me advertirán que la diversión se acaba ya y el amor también, que ahora toca abrir los ojos y salir de ahí, rápido, tan rápido como ese polvo, con un nadie y con un alguien.