Relatos eróticos

Antes de que él se fuera – Relato erótico

Mientras empieza a secarse el pelo con una toalla gruesa, un recuerdo la invade. De repente, las palabras exactas vuelven a su mente. Las que su amante le dijo antes. Antes de que él se fuera. Le habló del arte de escuchar lo que surge. «Si prestas atención, lo sentirás. Y aprenderás a verte a ti misma a través de todo lo que te toca. El aire, los pensamientos o la luz…», le había dicho un día.

Mientras la humedad canta sobre su piel, ella escucha cómo el agua deja estelas en su cuerpo. Cada gota, una a una. Las que exploran sus emociones, las que recorren su geografía íntima.

Hay tantas gotas y tantos recuerdos.

Cierra los ojos y deja que sus sensaciones le abran una nueva mirada de ella misma. En el cielo de su conciencia emerge una impresión fugaz, que poco a poco se convierte en una imagen cada vez más clara: la coma de su cuello, la plenitud de su pecho como un alce, el largo paréntesis de su espalda, el escalofrío de sus entrañas o la redondez indecente de sus nalgas.

Dirige esta mirada interior hacia donde su cuerpo es más sensible. Primero el pecho. Sus pezones la perciben como una caricia. Se endurecen, se tensan. Y surgen oleadas de delicadas cosquillas. Rozan su piel, avanzan hacia su estómago, hacia el sol de todos sus placeres con olores tan embriagadores.

Vuelve a abrir los ojos. Una mancha de luz se apoya en su garganta. Se desliza hacia su hombro derecho, se adapta a su forma, se va, vuelve, roza el otro hombro y baja hacia su pecho. Allí, la mancha traza círculos lentos. Su caricia es casi insostenible. Demasiados escalofríos. Casi un dolor. Una herida.

Con su dedo, traza una línea sobre su piel para dirigir la mancha hacia otros secretos. Para invitarla. Se enrolla alrededor de su muslo como una serpiente. Y sigue su curso hasta su coño.

Su cuerpo entero ondula, entre luz y profundidades. Ella tiene que apoyarse sobre el borde de la bañera para no caerse, para dejarse ir, porque ya nada la retiene. Solo es belleza que gira, que se arquea y se tensa porque el mundo ya solo es una inmensa caricia que la remueve y le emociona. Deviene plenamente carne y sangre. De su vientre, ondas de placer llegan hasta sus pies o sus sienes. La invaden, van y vienen, bailan y la hacen volar. Ella se inclina hacia delante y su cuerpo se contrae. Su boca se abre, pero ya no puede aspirar aire. Se acurruca, sí, pero se siente inmensa y hermosa.

Elle es principio y fin, en su vientre nace y yace el universo. Quiere gritar, pero no sale ningún sonido. Entonces ese grito ahogado hace eco en su cuerpo. Y resuena. Mil rayos de luz, mil colores brillantes fragmentan su cerebro mientras el mundo se curva, se envuelve alrededor de su estómago, de su impulso vital.

El instante se suspende en un paroxismo sublime.

La ola que la sumergió pasa. Y le invade una nueva sensación. Un delicado letargo, un suave calor. Un fragmento de eternidad. De cuclillas sobre la alfombra del baño, deja que la marea de su placer se calme.

Cuando se conocieron, a él no le gustaba hablar de su manera de ver el mundo, no sabía hacerlo. Sin embargo, ella le había invitado a seguir, sin sarcasmos ni burlas. Entonces, se había puesto a hablarle de momentos trascendentes; del canto del mundo, del recuerdo de las pasiones vividas que se juntan en el mar y del don de la belleza, esta perla de no permanencia. Su forma de ver el mundo era tan refrescante. Había hablado mucho. Muchísimo. Para enmascarar la vergüenza que sentía.

Después, ella descubrió que, en la intimidad, él tenía el placer azul, como una O y palabras impúdicas. Ella se lo había comentado y él se había reído. Tenía una mirada intensa, que abraza, y orgasmos como terremotos. Sus manos sabían tocarla. Como se acaricia el viento o las piedras. A ella, le encantaba sentirle en ella. Y su piel con sabor a montañas o a ríos. Él amaba la plenitud de su cuerpo, así como la intensidad de su ser. Para ellos dos, las palabras groseras nunca cayeron en la obscenidad.

Compartiendo sus cuerpos, disfrutaron del viaje. Hasta la ebriedad.

Pero eso fue antes. Cuando él le ofreció todos los territorios de sus sueños.

Antes de que él se fuera.

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