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Enemas, circuncisión, fenol y cereales: La receta infalible de Kellogg para mantenernos puros

El creador de los famosos cereales Corn Flakes fue John Harvey Kellogg, un reputado médico estadounidense nacido en Tyrone (Nueva York), en 1852. Contra todo pronóstico, Johnny no siguió los pasos de su padre, dueño de una fábrica de escobas, sino que se licenció en Medicina en la Escuela Médica de la Universidad de Nueva York. Aunque, bueno, quizá alguna enseñanza paterna debió de quedarle, ya que se tomó al pie de la letra la amenazadora frase «¡Cómo sigas así, te voy a meter una escoba por el culo!» de manera casi literal, y en vez de un palo, esgrimió el tubo de una máquina de inyectar enemas.

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Enemas y yogur

John Harvey Kellogg consideraba que la mayoría de las enfermedades podía curarse equilibrando la flora intestinal. Las dietas incorrectas (en especial, las ricas en proteínas) favorecían el desarrollo de bacterias nocivas que envenenaban la sangre. Por el contrario, una dieta vegetariana baja en proteínas, abundante en fibra y rica en alimentos laxantes favorecería el crecimiento y desarrollo de bacterias beneficiosas para el organismo.

Para asegurarse de que el tracto intestinal de los pacientes del Sanatorio de Battle Creek que dirigía era el adecuado, el doctor aplicaba métodos… invasivos, analmente invasivos, para ser exactos; en concreto, una máquina de enemas que inyectaba litros de agua en los intestinos de un paciente en apenas unos segundos. Después, Kellogg enchufaba un cuarto de litro de yogur para renovar la flora intestinal y plantar «los microbios protectores en el sitio en el que son más necesarios y pueden prestar un servicio más efectivo».

Según el doctor, la dieta y estas dos técnicas (a las que añadía otro cuarto de litro de yogur ingerido por la boca, para alivio, suponemos, del paciente) aseguraban un intestino limpito como una patena… salvo que el susodicho fuera un vicioso y se la pajeara como un mono.

Tratamientos radicales contra el auto-abuso obsesivo

Como lo oyes. Además de médico, Kellog era un fanático religioso de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, cuyos preceptos siguió tan a rajatabla que ni siquiera consumó el matrimonio con Ella Ervilla Eaton (40 años, que se dice pronto), porque «seguía una abstinencia libremente escogida conforme a sus principios».

Si el rígido adventista consideraba la coyunda con la parienta un pecado mortal, imaginad lo que pensaba de masturbarse por puro vicio, «un pecado sensual de la carne, una forma de auto-abuso, un hábito obsesivo», y también otra de las causas de daños en «el templo viviente» (acné, atrofia de los testículos e incluso la muerte); y para asegurarse de que sus pacientes estuvieran saludables y libres de pecado, no dudó en recomendar en sus numerosas publicaciones tratamientos tan extremos como baños de agua fría, coser el prepucio con un hilo de plata o la circuncisión sin anestesia a los niños pequeños ya que «el breve instante de dolor durante la operación tendrá un efecto saludable en la mente del individuo, tanto más si se asocia con la idea de castigo».

Además, la ausencia del prepucio «reduciría en el sujeto los placeres sensoriales derivados del hábito masturbatorio. Disminuyendo el placer sensorial también se conseguiría reducir la rebeldía de los jóvenes ante las normas del Adventismo».

¿Y cómo reducir la rebeldía femenina? Mediante la aplicación de fenol puro en el clítoris. Considerando que esta sustancia química puede provocar graves quemaduras, no me extraña que lo considerara «un método excelente de calmar una excitación anormal».

Cereales contra la masturbación

A finales del XIX, John Harvey Kellogg tuvo una revelación: si la masturbación influía en la alimentación, una dieta sana influiría en este hábito obsesivo. Fiel a esta idea, y con la colaboración de su hermano William, fundó a finales del XIX la compañía Sanitas Food Company para producir un alimento purificador para el cuerpo y el alma, y tras varias pruebas fallidas, los hermanos gritaron ¡Eureka!: copos de maíz.

Lamentablemente, por culpa de un «quítame allá esas pajas» (en concreto, incluir o no azúcar en los cereales, algo a lo que se oponía John, porque creía que un desayuno insípido borraría cualquier deseo carnal), los hermanos se separaron y no volvieron a hablarse jamás. John formó entonces la Battle Creek Food Company para fabricar y vender productos derivados de la soja y Will, la Battle Creek Toasted Corn Flake Company, que al final se convertiría en la Kellogg’s.

Gracias a esta creación, los estadounidenses pasaron de desayunar alimentos perniciosos (huevos y carne para los ricos, cereales hervidos para los pobres) a tomar un producto beneficioso para su cuerpo y para su alma, y tan desprovisto de sabor que más que quitar las ganas de masturbarse, quitaba las ganas de vivir.

Así que ya lo sabes, si quieres una vida pura y longeva, enemas, fenol y Corn Flakes. Y si no… pues churros, lubricante y sexo mañanero, que de algo hay que morir.

Fuentes:
Leah Silverman. The Wild Story Of John Harvey Kellogg, The Eccentric Wellness Guru Who Invented Corn Flakes. All That’s Interesting.
John Harvey Kellogg; Treatment for Self-Abuse and its Effects, Plain Facts for Old and Young; F. Segner & Co.; Burlington, Iowa, (1888).