Curiosidades

La interesante reproducción del pulpo con su hectocótilo (pene-brazo)

Los pulpos son unos presuntuosos, está claro, y por eso han llevado la frase «Yo Más que tú» a extremos insospechados.

¿Que tú tienes un corazón? Yo tengo tres. ¿Que tu sangre es roja? La mía, azul. ¿Que tú tienes dos brazos? Pues yo ocho, y uno es mi polla (y en el caso del Enteroctopus dolfleini, hasta dos). Siiiií, te lo juro. Y no solo eso, es muy flexible, capaz de movimientos independientes y puede dirigirla hacia la hembra, pero no como el «dardo de cuerda» del percebe, no, sino como un misil de corto alcance. Ahora entiendes mejor a la esposa del pescador, ¿verdad?

El pulpo y su pene-brazo

Siete tentáculos y un hectocótilo

Los tentáculos de los pulpos son extremadamente flexibles (porque carecen de huesos y son solo músculo), capaces de ejecutar movimientos independientes y complejos (debido a una red de vasos sanguíneos y nervios), adherirse con fuerza a las superficies (con sus filas de ventosas), probar y sentir su entorno (gracias a sus miles de receptores químicos y táctiles) y, además, ¡puede regenerarse completamente!

El tentáculo especializado en la reproducción, llamado hectocotylus o hectocótilo, comparte algunas características con el resto de los tentáculos, como su flexibilidad y presencia de ventosas, aunque difiere en su estructura (adaptada específicamente para la transferencia de espermatóforos), su tamaño y grosor (suele ser más estrecho y delgado) y la ausencia de capacidad de regeneración. Una gran desventaja, considerando que el pulpo puede perderlo antes y durante la cópula.

Cortejo y apareamiento de los pulpos

Aunque existen unas 300 especies de este tipo de molusco cefalópodo, solo se ha estudiado el cortejo y reproducción en unas pocas. Por lo general, cuando macho y hembra se encuentran durante la época de apareamiento, se aproximan el uno al otro con suavidad y él inicia el ritual de seducción, que puede consistir en cambios de color, graciosos bailes acuáticos o exhibición de tentáculos.

Si la hembra accede, el macho se acerca, la abraza, la monta (de frente, de lado o encima) y le introduce el hectocótilo (durante una cópula que dura entre 30 y 80 minutos) en la cavidad del manto para transferir los espermatóforos (paquetes de esperma). Lo fascinante de la reproducción de los pulpos es que, en muchas ocasiones, el macho puede desprenderse del hectocótilo cuando está en el interior de la hembra o antes del contacto, redirigiéndolo hasta su objetivo, debido a que hay especies en las que la hembra es agresiva y puede intentar devorarlo (de manera similar a la mantis religiosa aunque, en este caso, la «cabeza» que pierde el macho es otra).

Aunque algunas especies de pulpos pueden reproducirse varias veces a lo largo de la vida, lo normal es que solo sea una vez si ha entregado el hectocótilo (que, como hemos visto, no se regenera, a diferencia de los otros tentáculos). Por otro lado, el agotamiento de la cópula (que en muchas ocasiones incluye un combate previo y feroz con otro pretendiente) y la pérdida del miembro deterioran su salud y mueren en unas semanas.

Gestación de los huevos

Tras la cópula, la hembra de pulpo alberga en su interior los espermatóforos (que, en ocasiones, pueden pertenecer a distintos machos) hasta el momento en el que está lista para fertilizar sus huevos con el esperma. Después, pondrá de 25 a 100.000 huevos ya fertilizados, en sustratos rocosos, cuevas o grietas, y los cuidará y vigilará con celo, alejando a los predadores con una despiadada ferocidad.

Todos sus esfuerzos estarán orientados al cuidado de su futura prole, hasta tal punto de dejar de alimentarse (puede llegar a perder el 60% de su peso), de ahí que cuando los huevos eclosionen (uno o dos meses después) y salgan las paralarvas, estará tan debilitada que, en la mayoría de los casos, morirá.

Lo mismo ocurrirá con el 99% de sus crías, pues deberán enfrentarse a grandes peligros como las corrientes marinas y a la búsqueda de alimento. En cuanto al 1% que llega a la adultez, su mayor depredador es, como no podía ser de otra modo, el ser humano, que destruye su hábitat y lo sobrepesca, hasta el punto de haberlo llevado al borde de la extinción.

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