Llévelo usted señorito,
que no vale más que un real.
Cómpreme usted este ramito,
cómpreme usted este ramito,
pa’ lucirlo en el ojal…
No voy a hablaros ni del oficio de violetera ni de dichas flores (perdóname, Saritísima), sino, y en su lugar, de cierta planta carnívora cuyo aspecto se asemeja con descaro a un pene humano, y de los avatares de esta a manos de influencers.
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La Nepenthes bokorensis es endémica de Camboya, considerada extraña y, por desgracia, en peligro de extinción (según un estudio del Cambodian Journal of Natural History, debería clasificarse como «en peligro crítico», como recoge la Lista Roja de la UICN). Dicen que los lugareños las bautizaron como «flores/planta-pene», entre otros sobrenombres rimbombantes, y no es para menos, dado su aspecto, compuesto por un tubo largo a semejanza de un falo a la par que una hoja ejerce de «tapa» y recuerda a un prepucio, que, dependiendo del ángulo desde el que se mire, la convierten en un auténtico y picaresco trampantojo (no confundirla con la estrechamente relacionada Nepenthes holdenii).
En palabras del ilustrador botánico François Mey, a estas se las conoce como «plantas jarra»; la bokorensis es trepadora y puede alcanzar hasta los siete metros de altura, crece en suelos de pocos nutrientes y tiene que complementar su dieta con insectos, en especial de hormigas, a las que atrae con su néctar y su aroma dulzón. La similitud con un falo es más evidente cuando las hojas están madurando y, cumplido el ciclo, las presas se alimentan del néctar, caen por el peristoma y se ahogan en los fluidos digestivos ubicados dentro del tubo/jarra donde, finalmente, son digeridas.
Y, entonces, ¿qué tienen que ver los influencers? En mayo del año pasado saltó a la palestra un vídeo (seguramente grabado en las montañas Bokor), que mostraba a un grupo de mujeres influencers extasiadas en un mal llamado «campo de nabos», es decir, de Nepenthes bokorensis, (y no de Nepenthes holdenii, como se ha escrito en diversos medios y corregido por Live Science), arrancándolas, creando ramos, tomándose selfies y haciendo comentarios jocosos al respecto. En consecuencia, el Ministerio de Medio Ambiente de Camboya emitió un comunicado vía redes sociales llamando al civismo y reprobando el acto, pues, de acuerdo con los expertos en la materia, este fomenta el declive de la vulnerable especie, debido a que, una vez arrancadas, las plantas mueren, la población insectívora se descontrola y adiós al ecosistema local. Y todo esto sin olvidar el daño ya infligido a estas por parte de las industrias de la agricultura y turística que, según también un estudio de 2021 publicado en el Camboyan Journal of Natural History, han deteriorado el hábitat, promoviendo su ocaso.
Cabe resaltar que esta no sería la única ocasión en la que el Gobierno se ha visto en la disyuntiva de solicitar a oriundos y viajantes que, por muy fotogénicas que sean las bokorensis, se miran, pero no se tocan, y ni mucho menos se agarran con más o menos fervor hasta arrancarlas.
Para finiquitar el asunto, bueno es quedarse con aquellos capullos floreciendo al sur de los pantalones que, por el momento, no están en peligro de extinción. Ahora, y eso sí, os tendréis que buscar otro floripondio que lucir en el ojal.
PD.: Este artículo ha sido escrito sin fumar un buen habano ni antes ni durante ni tampoco después.