Sexo

La peluca de vello púbico de Carlos II de Inglaterra, el Alegre monarca

Carlos II de Inglaterra, Escocia e Irlanda fue conocido durante su reinado (1660-1685) con el sobrenombre de «Alegre monarca», por su mecenazgo de las artes y las ciencias, la reinstauración del ocio del pueblo, sus numerosas amantes e hijos bastardos, y por un fetiche tan obsceno que solo pudo ser superado por L’origine du monde (El origen del mundo), cuadro que Khalil-Bey encargó a Gustave Courbet en 1866: una peluca elaborada con el vello de sus amantes.

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El Alegre monarca

Oliver Cromwell, Lord Protector de Inglaterra, Escocia e Irlanda, gobernó este territorio tras la cruenta Guerra Civil inglesa (1642-1651), que terminó con la ejecución del rey Carlos I de Inglaterra (padre de Carlos II) y el comienzo de una república, con la rigidez y puritanismo de su pasado militar. Con el firme propósito de alcanzar la regeneración espiritual de la nación, el Gobierno de Cromwell presentó un programa legislativo que eliminó pasatiempos tradicionales y populares como los pubs y tabernas, las carreras de caballos, los bailes Morris, el teatro y el arte «idólatra».

No es de extrañar que tras once años de represión del divertimento popular, el pueblo aceptara con alegría y alboroto la reinstauración de la monarquía en manos de Carlos II de Inglaterra, no solo porque recuperó pasatiempos como las carreras de caballos y el teatro, sino también porque inició «una época de libertad y experimentación sexual».

Como no podía ser de otro modo, el Alegre monarca también se arrojó de cabeza a la experimentación sexual a pesar de su matrimonio con Catalina de Braganza, y tuvo numerosas amantes, más o menos oficiales (como Margarita de Carteret, Lucía Walter, Isabel Killigrew o Catalina Pegge), entre las que destacaron Barbara Villiers, la más duradera y con tal poder sobre él que recibió el sobrenombre de «la Reina sin coronar», y Nell Gwynn, una de las primeras actrices de teatro inglesas (hasta el reinado de Carlos II de Inglaterra los papeles femeninos eran interpretados por actores adolescentes disfrazados de mujer), cuya belleza fue plasmada en lienzo, con un pecho semidesnudo, por Simon Verelst.

Además, según Ana Matos Rubio, el pueblo británico le debe a Nell Gwynn la invención del condón, pues convenció al Alegre monarca de la necesidad de usar protección contra las ITS y los embarazos; Carlos II de Inglaterra le pidió a un médico de la Corte, el doctor Condom, un artilugio que cumpliera ese propósito y en 1656, este confeccionó un preservativo con una tripa de oveja bien estirada y aceitada cuyo uso se extendió rápidamente en todo el país (por lo visto no se habían enterado de que este tipo de protección ya se utilizaba en Italia gracias a Gabrielle Fallopio).

Pero o bien el artilugio no era realmente tan efectivo o bien el Alegre monarca pasó de usarlo, ya que tuvo una descendencia ilegítima tan numerosa que el duque de Buckingham llegó a comentar: «Se supone que un rey debe ser un padre para su pueblo y, ciertamente, Carlos es padre de muchos de sus miembros».

En cuanto a la descendencia reconocida por él, destacan los seis hijos que tuvo con Barbara Villiers, a los que distinguió con el apellido FitzRoy (hijo de rey) y Charles Lennox (concebido con Luisa de Kérouaille), del que descienden las dos esposas de Carlos III: Lady Diana Spencer (Lady Di) y Camila Parker-Bowles, quien, por cierto, también desciende de Alice Keppel, amante de Eduardo VII, tatarabuelo de Carlos Felipe Arturo Jorge (príncipe Támpax por la gracia del pueblo… y de los pinchazos telefónicos de la prensa inglesa), actual rey de Inglaterra. Todo queda en familia.

La peluca de vello púbico

Durante el gobierno de Oliver Cromwell, Carlos II de Inglaterra estuvo exiliado en Francia y allí conoció una moda en boga en el país galo debido a la alopecia de su monarca, Luis XIII: las pelucas. Tanto le gustaron, que las importó a Inglaterra, donde en apenas unos años se convirtieron en un movimiento estético basado en las dinámicas de poder y clases sociales (una costumbre tan arraigada, que perduró hasta el siglo XXI, como los miembros del Parlamento y del Poder Judicial).

El Alegre monarca rizó el rizo (púbico) y mandó confeccionar una peluca con vello íntimo de sus amantes, que lució con orgullo y satisfacción durante años. Y no, no hablo de un postizo para el pubis hecho con cabello humano o merkin, sino a la inversa.

Cuando se cansó de ella, se la regaló a The Beggar’s Benison, un club de caballeros escocés dedicado a «la celebración cordial de la sexualidad masculina», eufemismo de sesiones privadas en las que disfrutaban de literatura erótica, pornografía (Alfonso XIII hubiera sido un miembro de honor, sin duda), mujeres desnudas, masturbación en grupo y bacanales en las que se entregaban a la lujuria y a la perversión bajo el anonimato de máscaras venecianas (otros historiadores como D. Tulla Lightfoot afirman que Carlos II de Inglaterra envió la peluca al conde de Moray, en agradecimiento por los buenos momentos vividos juntos en fiestas y celebraciones, y que fue este quien la llevó al club).

Sea como fuere, los miembros de The Beggar’s Benison emplearon la peluca de vello púbico de Carlos II de Inglaterra como símbolo de virilidad, bajo la superstición de que aumentaba la potencia sexual, hasta que en 1775, el conde de Moray huyó con ella para fundar su propia sociedad, Wig Club (el Club de la Peluca), cuyos miembros aportaban vello público de sus amantes para compensar el deterioro de la monárquica.

¿Y qué fue de ella? Mientras que muchas de las reliquias de The Beggar’s Benison y de Wig Club se encuentran en la colección Beggar’s Benison and Wig Club de la Universidad de St Andrews, de la peluca de vello púbico de Carlos II de Inglaterra solo queda el armazón interno donde se colocaba durante las reuniones y la caja de madera en la que se guardaba.

Según el historiador Tony Perrottet, el último rastro de este fetiche real se pierde en 1938, en un despacho de abogados, por lo que especula con una supuesta conspiración del Palacio de Buckingham para eliminar toda memoria de la escabrosa reliquia. Considerando que la Chaise de volupté, Siège d’Amour o La silla del amor  de Eduardo VII se conserva en el Museo de Orsay (París), permitidme que lo dude. Probablemente se encuentre en la colección privada de algún amante del fetichismo que no tiene ni un pelo de tonto.

Fuentes:
M.Á. Ordóñez. Cachito, cachito mío.
J.B. La peluca de vello púbico de Carlos II que terminó en un club donde se celebraban orgías. El Español.
Miguel Ángel Ordóñez. El otro Carlos de Inglaterra que se hizo una peluca con vello púbico de sus amantes. Diario Libre.