Imagínense la escena. Se anuncia la nueva película del director Steve McQueen, Shame (Vergüenza, en castellano), cuya historia pretende ser el retrato descarnado de un “adicto al sexo”, protagonizado por el guapísimo Michael Fassbender. Desde el título, pasando por la historia y el elenco, la película tiene todos los ingredientes para ser un éxito. Y así fue. Si además, tenemos en cuenta que Steve McQueen es también el director de las famosas, y aclamadas premiadas películas Exodus (1997) y Hunger (2008) entre otras (más adelante, en 2013, llegaría 12 años de esclavitud), entonces inmediatamente intuimos de que el nuevo largometraje de este maravilloso director va a ser una obra maestra. Y así es.
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Película erótica: Shame
Sinopsis
Brandon (el actor Michael Fassbender) es un apuesto neoyorquino, obsesionado con el sexo, que se pasa el día viendo revistas porno, chateando por internet, contratando a prostitutas y acostándose con mujeres. Tiene serios problemas para gestionar y disfrutar su tormentosa vida sexual. Por si fuera poco, de repente, aparece un día en su casa su hermana menor Sissy (la actriz Carey Mulligan), con la intención de quedarse unos días con él. Mientras Brandon sufre por su incansable deseo sexual, Sissy se revela como una adicta afectiva (porque, a diferencia de Brandon, todavía sabe lo que son los afectos).
Tráiler
¿Es de verdad la historia de un “adicto al sexo”?
En mi opinión, el sexo es una (gran) excusa para ir mucho más allá. Si uno rasca un poco, se da cuenta de que los temas fundamentales de la propuesta de McQueen son la culpa y la confusión que ese mundo nihilista, en el cual vivimos, provoca la tremenda soledad que sienten los protagonistas y, lo peor, el tormento que supone el saber que no se puede salir de este círculo vicioso en el que han caído los personajes. Y McQueen sabe utilizar a la perfección los recursos cinematográficos para “salpicarnos”.
La sensación que desprende la película al verla (sensación que perdura tras haberla visto) es que no hay esperanza de algo mejor que lo que les ha tocado vivir a los protagonistas. Todo transcurre sin progresión, sin finalidad, como si el tiempo se hubiera detenido para siempre y estuviéramos presenciando unas escenas que no nos llevan a ningún desenlace (ni siquiera infeliz, salvo el irremediable descenso a los infiernos de Sissy). Es sofocante, y más teniendo en cuenta que McQueen no utiliza el recurso tan manido de los flashbacks para explicarnos lo que sucedió. No. No le hace falta, porque restaría dramatismo a la película. No hay nada peor que no saber lo que sucedió en el pasado. Y McQueen lo ha entendido muy bien.
Además, la puesta en escena de Shame es tan intensa que hacen falta muy pocos diálogos para sacudirnos. Fassbender consigue comunicarse mejor con el espectador a través de una mirada o de sus escasas sonrisas, que pronunciando palabras. De hecho, lo hace a la perfección, y solo un magnífico actor de su la talla puede conseguir esta proeza.
Las escenas sexuales y su interpretación
Si hablamos de comunicación, la película muestra lo frustrante que resulta para los protagonistas estar atrapados en una terrible incomunicación emocional. Así que tienen que hablar los cuerpos. De ahí las escenas sexuales explícitas y/o lascivas que se suceden, como si fuera una eterna repetición (la roca en el mito de Sísifo). A pesar de la agonía que desprende el cuerpo de Fassbender, un cuerpo que supura aflicción por los cuatro costados, las imágenes son bellísimas. Es el cuerpo el que habla, es el cuerpo el que aúlla. El sexo representa el estado anímico de los personajes a falta de estos diálogos que, por su propia ausencia, transmiten mucho mejor la historia que nos cuenta McQueen.
El protagonista vive en un mundo que desconecta a las personas a cambio del éxito, así que no le queda más remedio para sentir el contacto del otro que follar. Pero aquí empieza el problema: el sexo tiene sentido cuando tienes paladar, cuando sabes interactuar con el otro. De lo contrario, se convierte en algo sin sabor que lo único que produce es la avidez por encontrar edulcorantes.
En definitiva, estamos presenciando la historia de un adicto al marco ideológico actual, un marco que desconecta a las personas entre sí y que caen en la adicción al sexo para tener algo de contacto entre ellas. En Shame, se tocan muchas pieles, pero no se saborea ninguna.
Conclusión
Shame es, en resumen, una sinfonía con fugas hipnótica y elegante, magistralmente tocada por los protagonistas y dirigida por un jefe de orquesta excepcional.