Hay algunas películas eróticas que nos pueden servir de soporte visual para algunos sicalípticos tocamientos, pero existe una película erótica que, directamente, al verla, hace que nos corramos a poco que tengamos –además de genitales– corazón, cerebro y sensibilidad… sin necesidad siquiera de hurgar en más cavidades que nuestros miedos, asombros y fascinación por la condición humana. Este es el caso de La pianista, una obra maestra, una auténtica tragedia erótica de la que muy pocas obras cinematográficas están a la altura (quizá sólo la legendaria El imperio de los sentidos).
La pianista de Haneke
Sinopsis
Una profesora de piano del Conservatorio de Viena, Erika Kohut (Isabelle Huppert), que vive con su madre (Annie Girardot), oculta una doble personalidad de escabrosa vertiente sexual. Uno de sus alumnos, Walter (Benoît Magimel), se propone seducirla.
Tráiler
Nota del Editor: Hemos eliminado el tráiler integrado en este artículo porque YouTube continúa restringiendo el contenido erótico. Con todo, te dejamos este enlace a esa plataforma por si deseas verlo en la misma. Puedes hacer clic aquí.
Una obra erótica que nos sumerge a pulmón libre en el agua helada de la condición humana
Esta inmersión a pulmón libre en el agua, helada, de la condición humana, se origina en una conjunción extraordinaria:
- Elfriede Jelinek: la escritora austriaca, Premio Nobel de Literatura, posiblemente mi más admirada escritora y autora del libro en el que se inspira la película.
- Michael Haneke: sin duda el director de cine que más respeto me despierta en la actualidad escribe el guion adaptado y dirige esta propuesta.
- Isabelle Huppert (la mejor actriz del mundo, y lo digo con todas las letras, que desempeña el papel de la protagonista de la cinta, Erika.
- Todo ello sin desmerecer a un magistral Benoît Magimel, por interpretar a un soberbio, dotado e inmaduro Walter Klemmer, y a una Annie Girardot que rompe por todas las costuras el papel de la madre de Erika.
Ninguno de ellos, ni Jelinek (aunque La pianista sea quizá su obra más asequible al gran público) ni Haneke (aunque La pianista sea posiblemente su proyecto más popular y el que le otorga renombre internacional) ni Huppert (que no se despega ni un segundo o un milímetro de Erika, su personaje), realizan concesión alguna al espectador. Y este, cuando sabe merecerse la película, recibe la recompensa en forma de magistral historia de la profesora de música que duerme con su madre, y que se enamora de un jovencito tan virtuoso como engreído.
¿Por qué la pianista es una tragedia erótica?
Es una tragedia erótica porque ninguna de las relaciones que establece Erika (con su madre, con su alumna Anna, con Walter… incluso con Schumann y con ella misma) son sintetizables entre sí ni pueden ser resueltas, y, sin embargo, están y se afrontan, no se abandonan. Y es erótica, no tanto por asistir al proceso dinámico de la particular sexualidad de Erika ni porque ella participe del fetichismo, sadismo, masoquismo o relaciones de dominación y sumisión, sino que es erótica porque afronta de lleno el fracaso de la “erótica”. Es decir, de la manera de vincularse con el otro, de las vías de establecer, desde la otroriedad, el propio “yo”…y eso es, creedme, erotismo puro. El fracaso del erotismo de Erika (encapsulada en sí misma, en su solipsismo, condenada al infierno de su mismidad) es su radical erotismo y esa derrota es la que se nos muestra y la que da erotismo a la película. Entre ello, y a modo de ejemplos, aparecen narraciones y escenas memorables como las que vienen a continuación (no os preocupéis, no destripo la película):
- Erika entra en un sex-shop, se encierra en una cabina, lleva puestos unos guantes de cuero, y mete la mano en una papelera para poder oler un clínex, usado por algún caballero. La única recompensa erótica que pretende… y todo, envuelto en el maravilloso Opus 100 de Schubert.
- Erika que, tras intentar realizarle una felación a Walter, vomita y, tras ser humillada por él, se retira, titubeante, sobre una resbaladiza pista de hielo.
- Erika, de nuevo, que saca algo de un papelito, entra en el baño, se mira los genitales con un espejito, hace un movimiento rápido, y el espectador observa algunas gotas de sangre cayendo en la bañera (es, probablemente, la escena más famosa y más escandalosa de la película).
¿A quién le puede interesar La pianista?
Si uno no conoce o no le interesa conocer los abismos que encumbran la condición que tenemos los humanos de “ser sexuado”, quizá no le interese esta película. En el caso contrario, La pianista es una lección magistral de sexo que da en la tecla (en la negra, quizá, porque no olvidemos que el piano tiene, además de teclas blancas, teclas negras).