El cómic japonés. tal y como lo entendemos en la actualidad, nació de la mano de Osamu Tezuka (1928-1989), conocido popularmente en Japón como «el Dios del manga» (manga no kamisama), porque su manera de concebirlo y dibujarlo rompió los cánones existentes y lo popularizó (más si cabe) como medio de entretenimiento en todos los estratos sociales.
Sigue leyendo…
Las claves de su éxito residen en tres características principales: sus historias largas, su humanismo y sus dibujos infantilizados. Hasta ese momento, las historias de los mangas eran cortas y autoconclusivas; por el contrario, las de Osamu Tezuka eran tramas largas, complejas y con cierta continuidad. Un ejemplo perfecto es Tetsuwan Atom o Astro Boy, serie de ciencia ficción que sigue las aventuras del androide, Astro Boy, en un mundo futurista, que alcanzó los 23 tomos.
Por otro lado, la obra de Osamu Tezuka es profunda, filosófica y humanista. El Mangaka, influido por la Segunda Guerra Mundial, su infancia en plena naturaleza (su seudónimo Ozamu u Ozamushi hace alusión a un tipo de escarabajo que le gustaba especialmente), las burlas que sufrió en el colegio, el folclore japonés (sobre todo, las relaciones amorosas entre seres de diferentes especies) y la ciencia ficción nipona (como los avances tecnológicos y su impacto negativo en la naturaleza y en la sociedad), exploró con sus obras (entre otros temas) la dualidad del ser humano (su potencial para crear y destruir) y su relación con la naturaleza y los seres (reales o imaginarios) que la habitan, intentando transmitir mensajes de denuncia de la destrucción medioambiental y la decadencia del ser humano, a la vez que otros de optimismo por la «victoria» de la luz y la coexistencia pacífica entre todos los seres.
Finalmente, el estilo de sus dibujos, fuertemente influenciado por la obra de Walt Disney (compañía que, por cierto, plagió con El rey león el manga Jungle Taitei) y los cartoon (dibujos estadounidenses) de la época, con personajes lindos, infantilizados, de formas suaves y ojos desproporcionadamente grandes y redondeados, rompió con la tradición nipona (heredada del Shunga) y se convirtió en uno de los sellos distintivos de parte del manga contemporáneo.
Estas características únicas calaron hondo en la sociedad japonesa de la Posguerra, enamoraron a los lectores e influyeron en autores de manga y anime para el público kodomo o infantil, shōnen o adolescente masculino (incluyendo a Gō Nagai, creador del género Ecchi o softcore con Harenchi Gakuen o Escuela infame), shojo o adolescente femenino (Ribbon No Kishi o La princesa caballero es considerado el primer manga del género shojo de la historia) y, claro está, adulto, incluyendo a autores de Hentai como Hideo Azuma, el padre del Lolicon.
El Dios del anime
Osamu Tezuka también es considerado por algunos como el dios del anime, ya que fue pionero del género, tanto en dibujos animados japoneses para niños y adolescentes, como Tetsuwan Atom o Atom Boy (1963), primera serie de dibujos animados japonesa, o Jungle Taitei (1963), primer dibujo animado japonés en color; como para adultos, con Senya Ichiya Monogatari, primer largometraje animado erótico nipón, y Kureopatora, primer largometraje animado en recibir la clasificación X en EEUU.
Senya Ichiya Monogatari o Las mil y una noches
Con su compañía Mushi Production, fundada en 1961, Osamu Tezuka inició Animerama, una serie de películas animadas eróticas dirigida a mayores de edad. La primera de la serie fue Senya Ichiya Monogatari o Las mil y una noches (1969), cuyo guión estaba inspirado libremente en el clásico oriental y en cuya producción participaron más de 60.000 personas. La originalidad de la película radicaba en elementos tan dispares como la mezcla entre la animación tradicional y técnicas experimentales, sus escenas políticamente incorrectas (en las que, además de sexo, se mostraban torturas, asesinatos y el consumo de drogas), su peculiar sentido del humor, el hecho de que el personaje principal estuviera inspirado en el actor francés Jean-Paul Belmondo o su BSO con temas roqueros, como estrategia para atraer el interés del mercado occidental.
Sin embargo, la estrategia falló, pues aunque Senya Ichiya Monogatari tuvo un gran éxito en Japón, no fue así en otros países (especialmente EEUU), por factores como sus estereotipos sexistas, una «narrativa inconexa y serpenteante» y, en palabras de la web oficial de Tezuka Osamu, «por la forma en que se retrató al personaje principal, como comer carne de cerdo y beber vino a pesar de ser musulmán», que les mostró que «para tener éxito en el mercado mundial, debemos entender la diversidad cultural y sus antecedentes».
Kureopatora o Cleopatra (1970)
La segunda parte de la trilogía Animerama fue Kureopatora o Cleopatra, una apuesta muy ambiciosa con un resultado catastrófico. Su guión mezcla drama histórico, ciencia ficción y tradiciones japonesas (como el teatro Kabuki) y su fractura técnica es demasiado experimental para el cine convencional de la época,
En palabras de Jordi Sánchez-Navarro, autor del libro La imaginación tangible (2020), Kureopatora es «una extraña combinación de ciencia ficción, drama histórico y erotismo que, en el plano técnico, desafía cualquier intención clasificatoria, como se ve claramente desde su primera secuencia, en la que se superpone una animación de trazo simple y quebrado sobre imágenes de acción real, en una de las más osadas variaciones de la técnica rotoscópica jamás vistas en un largometraje comercial. Saturada de un desquiciado humor satírico construido sobre referencias anacrónicas y atravesada por un impulso narrativo libérrimo, en el que todo cabe, Cleopatra es una película sin forma definida, una suerte de jam session animada que recibió la unánime incomprensión por parte del público».
Incomprensión traducida en fracaso, no solo en Japón, sino también en EEUU. En 1972, Mushi Productions llegó a un acuerdo con Xanadu Productions Inc. para lanzar una versión subtitulada de la película en EEUU. Xanadu decidió cambiar el título original por Cleopatra: Queen of Sex (Cleopatra: Reina del sexo), autoclasificarla como X (no la envió a la Motion Picture Association of America para que hiciera una clasificación por edades oficial) y publicitarla como la primera película animada con clasificación X en este país. La maniobra publicitaria hundió a la película ya que, por un lado, le cerró las puertas a parte del público potencial y, por otro, los que fueron a verla atraídos por la clasificación X se sintieron estafados y la criticaron con ferocidad.
Kanashimi no Beradonna o La tristeza de Belladona (1973)
Aunque Kanashimi no Beradonna o La tristeza de Belladona ha sido incluida en la trilogía Animerama, en realidad no fue ni escrita ni codirigida por Osamu Tezuka, que abandonó la productora y el proyecto por discrepancias con Eiichi Yamamoto (director de todas las cintas anteriores). Este, tras la ruptura con Tezuka, cambió partes del guión y dirigió la película más seria, oscura y psicodélica de la trilogía.
Basada en La Sorcière o La bruja (ensayo sobre las brujas y las supersticiones en la Edad Media y Edad Moderna europea escrito por el historiador francés, Jules Michelet, en 1862), Kanashimi no Beradonna narra la historia de una mujer en la Edad Media que, tras ser violada por el señor feudal en su noche de bodas, hace un pacto con el diablo para vengarse.
Su técnica (en la que se combina animación con acuarelas y técnicas gráficas de la época), su guion (que, para algunos autores, reivindica la imagen de Juana de Arco), sus referencias filosóficas, religiosas y mitológicas, y sus imágenes eróticas, violentas (en especial, la escena de la violación) y, sobre todo, psicodélicas y surrealistas, le valieron una nominación al Oso de oro a mejor película en el Festival de Berlín de 1973. A pesar de este reconocimiento y ser considerada una obra de culto en la actualidad, Kanashimi no Beradonna fue un fracaso rotundo en su estreno y el desencadenante de la quiebra de la productora.
En cuanto a Osamu Tezuka, el Dios del manga y el anime continuó con su prolífica carrera (unos 700 mangas y más de 60 películas), en los que destacan Buda (que recibió el premio Eisner), Adorufu ni Tsugu o Adolf (manga bélico que narra los horrores de la Segunda Guerra Mundial) e Hi no Tori o Fénix, a la que el maestro consideró la «obra de su vida», y que quedó inconclusa debido a su muerte en 1989.