Si habéis sido capaces de leer el título (o no), proseguid, pues la cosa tiene miga.
Hace más de 2000 años, en la época greco-romana, lo de la infidelidad no estaba nada bien visto, y llevarla a cabo podía acarrear graves consecuencias que, incluso, supusieran la pena capital. Sin embargo, existen escritos que hablan de un castigo más ligero y, en su defecto, humillante, el cual afectaba, eso sí, solo a los varones. Estos, con público, eran sodomizados por el marido agraviado, o, de forma simbólica, usando un rábano. Al parecer, en tales tiempos no solo los mismos eran de un tamaño considerable, sino que eran mucho más picantes que los actuales.
La penetración anal estaba reservada en exclusiva para los hombres, era una cuestión puramente masculina; por el contrario, las mujeres de ninguna manera estaban autorizadas a penetrar a los hombres (desde luego, lo del pegging tampoco es ninguna modernidad), pero ellos, en cambio, eran libres de hacerlo tanto a féminas como a otros varones.
¿Y qué había de aquellas mujeres en ausencia del consorte? Pues debido a que cuando el hambre (de cualquier tipo) aprieta dicen que todo vale, estas buscaron otras vías de procurarse placer dentro de la legalidad. Así, se cuenta que el panero asunto que nos concierne se originó (valga la redundancia) en una panadería de la antigua Grecia, donde una muchacha empezó a jugar con la masa, y jugando, jugando, creó una barra con apariencia de falo: el olisbokollix, olisbos, referido a consolador, y kollix, a pan.
De hecho, casi sería lícito aseverar que el olisbokollix fue el primer dildo «verde» de la historia ya que ni la masa de pan del propio consolador ni el lubricante utilizado —el aceite de oliva—, dañaban el medio ambiente y, una vez terminada la sesión «penetril», siempre se podía comer (para gustos, los colores, no es cuestión de ponerse exquisitos).
Cabe destacar el hecho de que este dildo era asequible para prácticamente todos los estratos de la sociedad debido a que quien pudiera permitirse comprar pan, también un olisbokollix, a diferencia de otros consoladores hechos de bronce o ébano, cuyos precios eran inalcanzables para la gran mayoría.
Otra de las cuestiones es que un olisbokollix era un DIY lo que se resume en un «hazlo tú mismo»; por ejemplo, en casa y en función de los gustos de la interesada y de sus necesidades, a la par de efectuar la tarea en la intimidad y sin llamar la atención de extraños. Dícese que de este modo los soldados se los preparaban a sus esposas antes de partir.
Y a propósito de ¿lo aquí redactado tiene realmente base histórica o es una leyenda urbana?, Aristófanes los cita en su obra Lisístrata, cuando unas mujeres deciden iniciar una huelga sexual contra sus maridos y, no obstante, piensan en cómo consolarse… Hesiquio de Alejandría los menciona en su léxico del siglo V d.C. y se han conservado imágenes en distintas pinturas y piezas de cerámica:
Sea como fuere, ¿es oportuno terminar este artículo con un «Al pan, pan, y al vino, vino»?