La infidelidad femenina sigue siendo un tabú, pero poco a poco deja de ser invisible. El mito de que los hombres tienen un mayor deseo sexual y, por tanto, unas necesidades que no siempre se pueden saciar dentro de la pareja, cada vez queda más asociado al pasado. Todos sentimos deseo, y todos podemos sentirnos atraídos por otras personas.
De hecho, otro de los mitos de la infidelidad femenina es que siempre que se comete se debe a problemas en la pareja, y no por una cuestión de pulsión sexual. Sin embargo, un reciente estudio encargado por la app de casados infieles Gleeden al Instituto Francés de Opinión Pública sobre la infidelidad femenina en Europa, desvelaba que el 52% de las mujeres españolas que habían sido infieles a sus parejas, lo habían sido por pura atracción física a la otra persona. De hecho, el 61% declaraba no haberse arrepentido de esa infidelidad.
Y no, no se trata de justificar el hecho de vivir una mentira y romper la confianza de la persona que se supone que más te importa. Se trata de usar la infidelidad como un ejemplo para decir alto y claro que las mujeres y los hombres no somos tan distintos en nuestros deseos. Que todos nos sentimos perdidos a veces, y que a veces acabamos encontrándonos en un cuerpo desconocido.
Esa es una de las ideas, entre muchas, que intento mostrar en mi nueva novela Perdernos para encontarnos.
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Nota sobre derechos de autor y publicación: estos extractos han sido escogidos y autorizados para su publicación online por la autora y su editorial (Ediciones Kiwi) para Volonté, el blog de LELO.
Las mujeres también somos infieles
«Lo miro y lo entiendo. Siente la misma hambre voraz que yo. Desabrocho sus pantalones, mientras él levanta mi vestido y, ahí mismo, sin buscarlo, sin pensarlo, me sube a su cintura y me embiste como si nos fuera la vida en ello. Me penetra con fuerza, mientras no deja de comerme la boca, de mirarme fijamente a los ojos, mientras mi espalda y mi cabeza golpean la pared del ascensor. Me siento renacer, como si a cada embestida me llenase no solo de él, sino de vida. Como si cada vez que me la metiera, me hiciera despertar de un pesado letargo y cada poro de mi piel rogase de nuevo por sentirse vivo. O solo por sentir. Todo mi cuerpo reacciona a su abrazo y vuelvo a percibir las contracciones de mi vagina, esta vez alrededor de su erección. Ocurre rápido. Él se deja ir dentro de mí, y yo, al sentir derramarse su semen caliente en mi sexo, me termino de derretir. Todo mi cuerpo se desliza por el suyo, mientras mi boca exhala gemidos sin sentido y mi mente se libera de la angustia de meses en un solo orgasmo, breve pero infinito».
Pese a ello la diferencia es que es que, aunque muchas mujeres infieles se declaren exentas de culpa, el peso de la sociedad sigue cayendo siempre un poco más en el lado femenino, sobre todo en lo que a cuestiones de sexo se refiere:
«La luz del día desvanece la magia de la noche, cuando todo parecía irreal, una deliciosa mentira que me contaba a mí misma. Pero esto es de verdad. He pasado la noche con otro hombre. Y qué noche. ¿En serio esa era yo? Vuelvo a sentir la ansiedad golpeándome en el pecho y no hay nada que pueda hacer para que desaparezca. Miro el móvil, tengo varias llamadas y mensajes de Carlos preguntándome cómo fue la noche. ¿Qué le voy a decir? Tengo que contárselo, Carlos no se merece que le mienta. Pero lo voy a destrozar. ¿Cómo he podido ser tan egoísta? ¡Tan hija de puta! Me giro para mirar a James mientras duerme y es como si mi mente se dividiera. La culpa y el remordimiento por un lado. Una sensación de felicidad y de adrenalina por el otro. Lo de anoche fue lo peor que he hecho y lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo».
Quizá la cuestión de fondo no es la infidelidad en sí misma. Quizá la cuestión es el miedo a vivir la vida y la sexualidad como realmente se quiere, sin el miedo de decepcionar a nadie. Y eso nos haría a todos más libres de los tabúes y de las mentiras. Y nos dejaría abierta la oportunidad de no tener miedo a perdernos una y mil veces, si sabemos que ese es el mejor camino para encontrarnos.
«Puede que no sea lo más adecuado, que no tenga sentido, pero nuestros cuerpos se comunican así, tocándose, sintiéndose. Hay mucho de lo que hablar, mucho que decir, pero no ahora. Ahora solo necesito hacer el amor con él (…) Porque hacer el amor con él es la mejor forma de volver a sentirnos nosotros mismos».
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