Sabemos que los relatos de esta novela erótica online están conquistando los corazones de más miles de personas cada día ávidas de historias de sexo originales, escritas con tanta naturalidad como elegancia. Así que, no nos extendemos más y te dejamos disfrutar con la cuarta entrega.
Sinopsis del capítulo anterior: Alterada por el encuentro con Mario, Andrea se encuentra en una situación inesperada, un desconocido le solicita una introducción al BDSM. Andrea es consciente de que se encuentra alterada y fuera de control, y decide apartarle de su vida.
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MIND FUCK: La historia de sexo de Andrea (IV)
Acababa de grabarme teniendo un orgasmo exprés, con mi clítoris, la vagina penetrada y el ano placenteramente enardecido. Había ocurrido tan rápido, que la canción aún continuaba.
Miro el vídeo, sonrío, pero recuerdo todas las sensaciones de ayer, desde el momento en que Karen me recibió en su casa…
Karen abre la puerta con un kigurumi, un pijama de pantera de cuerpo entero que tiene unas adorables orejitas incluidas. Hasta así me resulta atractiva. Bastante atractiva.
Entro en su casa, el club Moan, el paraíso de los DJs. Un museo discográfico; equipos de sonido antiguos y modernos, revistas de música y vinilos invaden los espacios. En las paredes hay pósters de sesiones, portadas de EPs y fotos que les he hecho a los tres en fiestas, con atuendos de lo más variado. Es un caos en el que parecen sentirse cómodos, y que a mí me resulta agobiante. La parte de la casa que más me gusta es la cocina, donde reina un incomprensible orden, allí nos dirigimos. Karen ha preparado cuscús con verduras y dos botellines presiden la mesa.
Me quito la cazadora, Karen suelta un silbido ante la desnudez que deja entrever mi camiseta de rejilla. Sonrío y cojo el botellín para brindar con ella.
–¡Por los disfraces!
–¿Qué tal la mañana? –pregunta tras el brindis.
–Ha venido Mario, también un chico a última hora, interesado por los talleres de iniciación al BDSM.
–Cuéntame todo –Se acerca, me da un beso en los labios y saboreo la cerveza y su saliva.
Le relato ambas experiencias, mi enfado con Mario, mi descoloque, y cómo el chico que apareció a última hora había sido parte de un juego involuntario. Come despacio mientras me escucha.
–¿Quieres saber mi opinión? El cuscús se enfría, come –me ordena.
–Ahora no, prefiero que me cuentes tú.
Nos conocemos bien, prefiero digerir yo misma mis sensaciones, antes de nada. Aunque es mi plato favorito, como con desgana.
–Vale, la fiesta de Alicia en el país de las maravillas. Se trata de retratar el absurdo, recrear sueños, despertar la locura. En la entrada instalaremos un túnel, de juguete, para que cada persona lo atraviese, se despoje de su personalidad, y se transforme. Al final, encontrarán un espacio con una mesa, una botella con un líquido, tequila, con una etiqueta BÉBEME, y una carta para cada participante. En ella le indicamos con quién va a interactuar, y cuál es su objetivo. La única regla a seguir es obedecer a la Reina de corazones, aunque solo nosotras conoceremos su identidad. Ella tendrá que ser impertinente y dar órdenes, a veces sutiles, otras directas. Desde conseguir una bebida, a las bragas de alguien. Y si la persona no la obedece, tendrá un pequeño castigo.
Planeamos la próxima fiesta, cada vez más elaborada, intentamos que nuestros amigos encuentren ese punto de inflexión donde se produce un cambio. El objetivo es aprender o experimentar algo nuevo, reírte mucho y, a ser posible, tener también muchos orgasmos. Aunque esto último puede sustituirse por una experiencia sensorial o mental donde te sientas feliz. Momentos burbuja, al igual que en el Atelier. Crear unos pequeños paraísos de juego, conexión, crecimiento, placer.
–En el país de las Maravillas los vellos púbicos son blancos.
Karen suelta una carcajada contagiosa que nos dura un par de minutos.
–¿Cómo requisito indispensable para estar invitado?
–Bueno… puedo instalar un gabinete de tinte en mi madriguera. Si pasas por él y te tiñes, ganas una carta del palo de corazones…
–Y un deseo cumplido…
–Sí, rellenas una hoja con él y lo pones en la caja de las galletas mágicas. Luego tendremos que encontrar al destinatario y hacer el deseo realidad…
Seguimos así hasta que la fiesta está casi organizada. Me encanta nuestra conexión, frases que comienzo y ella termina, con el mismo diálogo en nuestra cabeza, y un constante reto: conseguir más, de lo que sea. Más morbo, más diversión, más emoción, más amor. Es la persona que más estimula mi imaginación, y mi cuerpo. Aunque nunca hemos estado juntas, de una manera sexual, lo estamos en cualquier otro sentido. La adoro, es mi compañera de aventuras. El Atelier es nuestro reino, y nuestras fiestas el fruto de una intención de cambiar, de explorar, y sobre todo de jugar, de volver a hacerlo.
Karen es poliamorosa, se etiqueta así. Su relación con los DJs la define técnicamente como tal, aunque para mí lo es por su capacidad de amar, de entregarse, de poner por delante su lucha a sí misma. Dedica gran parte de su tiempo a la difusión del Poliamor y aunque su relación a tres se desmorone, su voluntad y convencimiento son firmes. El amor todo lo puede, dice.
De camino a casa esa tarde reflexiono sobre el poliamor, considero que queda aún un largo camino por recorrer. Desde la concienciación y empoderamiento de las mujeres, hasta la declaración de cada hombre de su condición feminista. No sé si lo veré en lo que me queda de vida, por eso estoy cómoda entre kinkers, y sigo sin entender mi insistencia con Mario. No es que le considere machista, pero sí tiene mucho trabajo por hacer para entender mi forma de vida, no se trata solo del juego sexual, sino de cada aspecto que la compone. Por un momento estoy tentada de invitarle a la fiesta del País de las maravillas, pero me acabo de dar cuenta de que borré su teléfono.
Al llegar soy consciente de mi cansancio. Por primera vez en días, la excitación parece haberse calmado, ya era hora. Un poco de tranquilidad me viene bien, así puedo concentrarme en la fiesta, quedan pocas semanas y muchas cosas por hacer. Esta tarde tengo que estudiar los personajes del cuento y proponer su elección a los invitados. Sé que la gente está expectante, hace dos meses que no organizamos nada.
Suena el telefonillo, no sé qué amigo descarriado estará en el portal, pero hoy no estoy con fuerzas para recibir a nadie, así que ni me inmuto. Miro el móvil por si me mandan un mensaje, pero no. El timbre vuelve a sonar. Tercera vez…joder, a lo mejor es algo urgente. No me lo puedo creer cuando escucho su voz.
–Abre, sé que estás ahí, he visto la luz.
¡Mario! No me da tiempo a reaccionar, cuando ya está detrás de la puerta. ¡¿De qué cojones va?! Pienso… pero toda la maldita excitación vuelve a golpearme el coño.
–¿¡De qué cojones vas!? –dice nada más entrar.
Llevo solo una camiseta que apenas cubre los muslos. Su mirada me recorre, pero su enfado es mayor que cualquier estímulo.
–¿Qué haces aquí?
–Llevo 10 horas empalmado, y duele. Quiero follarte.
–No has entendido nada.
–Ni tú. Andrea, no quiero entender, ni pensar más. Este juego ya ha durado bastante, he seguido tus reglas, ahora me toca a mí.
–La regla principal es no saltarse las reglas.
Mario está fuera de sí. Y yo estoy tan cachonda como en alerta. Por mucho que me pudiera apetecer, no lo voy a hacer, así no. O quizás nunca lo haga con él. No me entiende y además me descoloca. Yo tengo claro lo que quiero, un tipo de relación distinta, desde la igualdad, desde el deseo más profundo, se trata de vernos y morir de ganas. Se trata de corrernos con la mirada, con las palabras. Joder, para eso tenemos que pasar tiempo juntos, conocernos, saber que nos gusta y descubrir lo que nunca creímos que nos iba a gustar. Crear nuestro propio juego. ¿Por qué le he metido en mi vida?
Sus venas laten en cada parte de sí, hasta los tatuajes de sus brazos se mueven, son hipnóticos. Estamos unos segundos callados, sin saber quién va a reprochar o cuál va a ser el próximo movimiento. No quiero verle así ni que sufra, no se lo merece, no es mal tío. Pero no voy a doblegarme a pesar de que siento unas ganas enormes de abrazarle.
–¿Te apetece beber algo? –pregunto por darle algo de normalidad a una escena que estaba lejos de serlo.
–Andrea…
Mi nombre suena lejano, como si no lo fuera. No sé si hay rabia o tristeza en el tono. Cuando le doy la espalda para dirigirme al salón me agarra por los hombros y me abraza. Aspira mi olor, y su incipiente barba me araña el cuello. Siento su cuerpo tras de mí, soy consciente de su altura y de su forma. No me muevo, no sé cómo alejarme sin herirle, pero tengo que hacerlo. Mantengo la postura un par de minutos y me separo lo más suave que puedo.
–¿Cerveza? ¿Agua? ¿Tequila?
No espero respuesta, no la hay. Solo escucho el sonido de la puerta al cerrarse.
Esa noche me acuesto sola, sin juguetes y sin fuerzas. Con un único pensamiento, Mario y yo no éramos buena idea.
Al despertarme, esa frase vuelve a repetirse en mi cabeza, y me siento jodidamente triste. Empieza un nuevo día, Andrea, me digo. Decido quitarme esa sensación de una manera que siempre funciona. Abro el cajón de la mesilla, cojo un par de cacharritos. Me desnudo, muevo el espejo de mimbre hacía la cama. Pongo música. Hoy me permito un regalo más, preparo la cámara y la pongo en modo vídeo. Empiezo a bailar, miro mi imagen, me gusta, y en la cama, de rodillas frente al objetivo, como si fuera él quien me está mirando, me acaricio, la tensión vuelve, en realidad nunca se ha ido. Introduzco un pene de silicona en mi sexo y unas bolas anales lubricadas por detrás. Al tocar mi clítoris tardo, tres, dos, un segundo en correrme.
Luego sonrío a la cámara, elijo ser feliz.
Ya puedes leer el siguiente capítulo de esta novela erótica, aquí: MIND FUCK: la historia de sexo de Andrea (V)