Mujeres libres

Justine Paris, Justine Bienfait, Madame Paris: Tres nombres para una misma fuerza

«El Hôtel du Roule era famoso en París, y todavía no lo conocía. La dueña lo había amueblado con elegancia y tenía de doce a catorce ninfas bien escogidas, con todas las comodidades que se podían desear; buena mesa, buenas camas, limpieza, soledad en los soberbios bosquecillos. El cocinero era excelente y los vinos exquisitos. Ella se llamaba Mme. Paris, sin duda un apodo de guerra, pero que a todos les parecía bien. Protegido por la policía, estaba bastante lejos de Paris para estar seguros de que aquellos que fueran a visitar su liberal establecimiento estaban por encima de la clase media. Todo en la casa estaba reglado como en una partitura, y todos los placeres estaban sometidos a una tarifa razonable. Se pagaban seis francos para desayunar con una ninfa, doce por almorzar y el doble para pasar la noche. Me pareció que la casa estaba por encima de su reputación…». Esa es la primera referencia escrita que se conserva en una obra literaria de Justine Paris o de Justine Bienfait (sin duda también nombres de guerra), la madame del más famoso burdel del París de mediados del XVIII. El autor de esa descripción es el mismísimo Giacomo Casanova y se inserta en su célebre Historia de mi vida o como se la conoce popularmente, Memorias de Casanova, escrita en los últimos años de su vida, entre 1795 y 1798.

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Justine Paris, aquella mujer que inspiró al Marqués de Sade

Justine Paris, esto está documentado, alcanzó muy pronto, antes de los veinte años y antes de fundar su primer burdel, fama internacional como prostituta por sus inusuales dotes y su extraordinaria belleza. Pero poco más sabemos de sus primeros tiempos salvo que nos dejemos guiar por un personaje inspirado en ella y en su trayectoria vital; la Juliette de Juliette o las prosperidades del vicio del Marqués de Sade. Alguien que ha convivido con el respeto de Casanova y que ha servido de inspiración nada menos que al Divino Marqués, bien merece unas líneas en esta sección, aunque su biografía se balancee entre la ficción y la realidad.

Justine (el personaje de Juliette que describió Sade en su obra) fue una niña huérfana a los catorce años entregada a un convento donde se inició en las prácticas sexuales más variadas y aberrantes (aquí a buen seguro ha metido mano la calenturienta imaginación de Sade) del que escapó muy pronto para empezar a trabajar en un burdel. Su éxito, su belleza y sus increíbles habilidades la llevan muy pronto a alcanzar una considerable fortuna e influencia social que le permiten plantearse el fundar su propio burdel. Hasta aquí ambas fuentes, la biográfica y la literaria de Sade, coinciden.

A partir de ahí, Sade deja de ser una referencia fiable en la biografía de Justine pues hace prevalecer a su biografía el argumento de su obra; el confrontar el destino de dos hermanas, Juliette (nuestra Justine) y Justine.

Una, la primera, que opta por el camino de la depravación, el sexo y su interés personal por encima de cualquier impedimento que se le ponga por delante y, la otra, que opta por la virtud.

La primera consigue con su aberrante inmoralidad todo lo que desea y triunfa en la vida sintiéndose realizada y feliz por ello; la segunda es una pobre miserable que acaba siendo atravesada por un rayo… Tratándose de Sade no es de extrañar el binario planteamiento.

A Justine Paris, a su personaje (Juliette en su obra), la plantea Sade principalmente como una mantenida por diversos varones de incalculables fortunas y no como lo que fue: una empresaria de éxito. Pero sí hace coincidir el carácter y el pathos que debió tener la verdadera Justine. El de una mujer arrojada, valiente y temeraria en una Francia convulsa y cruel (estamos hablando de la Francia inmediatamente previa a la Revolución francesa) que no dudó en enfrentarse a todos y contra todo lo que se le interponía. Justine Paris perdió su primer refinado burdel, situado en la rue de Bagneux, antes de fundar el ya mencionado Hôtel du Roule, a raíz de una reyerta que posiblemente le hizo perder un ojo.

Una última coincidencia más entre persona y personaje, Sade habla de una inclinación perversa y cruel de Justine (Juliette en la obra) por los menores, que le lleva al infanticidio como una de sus actividades lúdicas y nuevamente lo hiperbólico y, sin duda, fantasioso que describe Sade no guarda relación con la realidad, pero sí está documentado y testimoniado por el escándalo que se produjo cuando Justine Paris fue juzgada y encarcelada, en 1752, por intentar seducir a un menor de doce años de una familia aristocrática.

Servicios sexuales innovadores

Dejando un poco las inflamadas y literarias descripciones del Divino Marqués, sabemos a ciencia cierta algunos datos más de esta sorprendente mujer. Por ejemplo que, en su afán de emprender, instauró en sus burdeles servicios sexuales tan innovadores como permitir que las mujeres de la alta sociedad pudieran ir acompañadas de sus amantes y, si no los tenían ellas, se los proporcionaban; llevar con un celo y un rigor imaginable para la época las cuestiones sanitarias, de protección, retribución y de amparo legal de sus empleadas; establecer un sistema de cédulas con apartamentos para los que no quisieran desplazarse al serrallo y poder encontrase con sus amantes; generar una red de reclutamiento (que incluía a damas de altas sociedad que entregaban a sus bellas hijas para poder proporcionales el que creían el mejor de sus futuros); o el que, además de regentar burdeles, también actuase como entremetteuse (que podría traducirse por «alcahueta») prestando financiación a las demi-mondaines y cocottes aspirantes a ser dames entretenues («damas mantenidas») por un poderoso y adinerado cliente durante un tiempo indefinido (lo que conocemos hoy en día por Sugar daddy), además de financiar su empresa ofreciéndoles formación adecuada y contactos de forma que la chica pretendiente devenía para ellas una especie de inversión a largo plazo.

El último negocio de Justine antes de su muerte

Justine Paris falleció de sífilis, en 1774, como era prácticamente el destino en aquella época de todas las mujeres que se entregaban al duro oficio. En el hospital de Bicêtre, donde la atendieron unos meses antes de su muerte, se reencontró con Marguerite Gourdan, «la Gourdan», otra célebre y arrojada mujer que también era tratada de sífilis, y ambas decidieron fundar el que sería, tras el cierre del Hôtel du Roule, el más afamado burdel que posiblemente haya conocido París en toda su historia: el establecimiento Deux-Portes-Saint-Sauveur, dedicado a la figura de Venus y que tenía este nombre por estar situado en un antiguo palacio de la esquina de la calle Saint-Sauveur y, también, por tener una doble entrada; la primera, daba a un prestigioso local de anticuario; la segunda, permitía el acceso al afamado burdel.

Ni su inminente muerte –su socia le sobrevivió unos nueve años, en los que lo regentó en solitario– pudo detener ese impulso vital que hizo de ella mucho más que una superviviente en un mundo bárbaro y cruel.

Justine Paris, Justine Bienfait, Madame Paris son más que apodos de alguien de quien desconocemos el verdadero nombre, los términos con los que se conoce una fuerza. La fuerza que hace que algunas mujeres puedan mover montañas cuando las destinan a jugar en la orilla con la arena.