Samantha, la amiga más liberal de la serie Sexo en Nueva York, afirmaba respecto al sexo anal: «Lo único que digo es que es solo una práctica física, que el cuerpo está diseñado para experimentarla y, postdata, es fabuloso». Si todos pensáramos así, este artículo no tendría sentido. Pero el sexo anal sigue siendo una práctica rodeada de tabúes, que en muchos casos generan ciertos miedos. Sin ir más lejos, el comentario de Samantha venía precedido de uno por otra de las chicas del grupo, Miranda: «La cuestión es, si te da por detrás, ¿te respetará más o te respetará menos?». Esta pregunta refleja uno de los muchos mitos del sexo anal. Otros son los que dicen que es sucio, doloroso e incluso que tiene un punto depravado. En hombres, es más, hay muchos que siguen vinculándolo –aún hoy en día– con la homosexualidad.
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El miedo al sexo anal
La práctica del sexo anal produce, en algunas personas, ciertos miedos ya sea por causas más objetivas (el posible dolor o la suciedad) como por causas ficticias (respeto, depravación u homosexualidad). Con la anterior frase, transmito ya una primera idea: algunos de estos miedos no tienen ninguna base. Otros, sí. Veamos cada cuestión.
Miedos al sexo anal con base lógica
El sexo anal es doloroso
Bien practicado no tiene por qué serlo. El quid de la cuestión está, pues, en ese «practicarlo correctamente». Esta erótica ha de hacerse sin presiones, relajados y con paciencia. En el asunto que nos ocupa –la penetración– el ano tiene dos grandes diferencias respecto a la vagina: no tiene la misma flexibilidad y no se lubrica por sí solo. En el primer punto, el ano se dilata pero hay que trabajarlo sin prisas, respetando los tiempos para que adquiera el diámetro necesario. En relación con el segundo, un lubricante de base agua será siempre un gran aliado.
Si en algún momento, durante la práctica, el asunto no va fluido, la penetración es costosa o la cabeza está dando demasiadas vueltas, no hay que obligarse (incido en el reflexivo: a uno mismo) a nada. Para disfrutar de esta –y de cualquier otra actividad erótica– hay que estar orientado al placer. Si no es el caso, otro día será.
El sexo anal es sucio
Creo que en este asunto hay una cuestión indiscutible: por el ano, el cuerpo humano expulsa materia fecal. Así que si no quieres mojarte los pies, no camines por la orilla del mar. Y si eres quien recibe la penetración y te da apuro que alguien pueda ensuciarse, ten presente que todos somos humanos (todos tenemos ano).
Ahora bien, si se prefiere, se pueden hacer limpiezas profundas con un enema y preparar el ano para evitar sorpresas. De todas maneras, no es conveniente abusar de esta medida ya que con ella también estamos eliminando la flora intestinal, tan necesaria para la buena regulación de nuestro organismo.
El uso del preservativo siempre es recomendable en la práctica del sexo anal. Ya sea por una cuestión de higiene como por cuestiones de seguridad ante infecciones de transmisión sexual. Las paredes del ano tienen capilares muy finos que se pueden romper con mayor facilidad, cosa que aumenta las probabilidades de riesgo de contagio de infecciones.
Y ya que estamos usando el preservativo, por cuestiones obvias de higiene, señalaré que no se debe pasar nunca del ano a la vagina, sin cambiarlo.
Miedos al sexo anal con base moralista
Es una práctica depravada
Empezamos con los mitos sin ninguna base objetiva y este es uno de mis favoritos. Ninguna práctica erótica es mejor o peor; ni hacerla nos convierte en más o menos audaces ni en más o menos depravados. El sexo anal no es de «chicas buenas» ni de «chicas malas». De la misma manera que no hace a la persona más o menos respetable. Simplemente es cuestión de gustos y placer.
Pero con la tradición reproductiva que el sexo ha arrastrado durante años, las prácticas no productivas (es decir, todas menos la penetración pene-vagina) se han considerado perversiones. Si bien algunas se han hecho más populares, saliendo del halo negro que las rodeaba.
También influye en el calificativo de depravado la popularidad que el género pornográfico le ha dado a esta práctica. En las escenas más estándar, aquellas donde las mujeres son tildadas de «guarras», es frecuente la penetración por detrás. Esto, además de situar esta práctica en la fantasía de algunos, le añade esa connotación.
¿Tienen los hombres tendencia a la homosexualidad por practicar sexo anal?
Quizá es obvio –espero que lo sea– pero, por si acaso y para que no quede ningún tipo de duda, la respuesta es clara y contundente: no. Una práctica erótica no define nunca la orientación del deseo.
El sexo anal es una práctica que puede ser especialmente placentera para los hombres ya que a unos centímetros de la entrada del ano tienen una zona altamente sensible que se estimula fácilmente mediante la penetración. Sí, la estimulación o el masaje de próstata pueden ser grandes placeres masculinos. Y, por otro lado, para algunos hombres resulta muy morboso el cambio de papeles con la mujer y ser ellos los penetrados (esta práctica se conoce como pegging).
Tras todo esto, vuelvo al inicio y me quedo con la frase de Samantha: es solo una práctica más. Sin otras connotaciones.