Consejos sexuales

Hay intrusos en tu cama: los condicionantes sociales

En un encuentro erótico, dos (o más) personas se fusionan y comparten sus deseos, sus cuerpos, sus sensaciones, su piel, su placer… Nada más tiene cabida en ese preciso y precioso momento. ¿Nada más? ¿Seguro? Sí hay algo más. En muchas ocasiones, hay intrusos en tu cama: ¡los condicionantes sociales!

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Consejos sexuales

El miedo a “fallar” en la cama

Los condicionantes sociales son las ideas preconcebidas que tenemos de cómo hemos de comportarnos en un encuentro sexual. Y lo peliagudo del asunto es que muchas veces se presentan en forma de presiones que nos autoimponemos para dar un determinado “resultado” en la cama. Debo estar depilada, debo mantener la erección, debo tener un orgasmo rapidito, debo encontrar el Punto G… Debo, debo, debo.

Es posible que haya quién se sienta muy liberado o liberada y en este punto piense que esto no va con él o ella. ¡Felicidades! Pero no nos engañemos, todos vivimos en una sociedad que ha definido el sexo y los comportamientos sexuales de unos y de otras de una determinada manera. Es cierto que, con diferentes ritmos, vamos superando estas ideas, pero el poso (más o menos grande, más o menos consciente) que han dejado está ahí.

Los intrusos

Concretando un poco, algunos condicionantes sociales para las mujeres son: estar liberadas pero sin pasarse; tener un determinado físico (medidas concretas, depilación integral, fragancia impoluta); y alcanzar el clímax y, si puede ser, que sean orgasmos múltiples.

Los hombres, por su parte, no se libran de la presión. Todo empieza con su pene (considerable tamaño) y su erección (potente y duradera). Continúa con sus habilidades: han de llevar el papel activo y saber provocar el orgasmo de su acompañante. Y todo ello con seguridad, porque un hombre que se precie ha de ser un experto amante.

En este punto, hago un inciso: sí, me estoy centrando en relaciones heterosexuales porque es en estas en las que hay más presión. Son las tradicionales, las que se han contemplado siempre, para lo bueno y para lo malo.

La construcción social asigna un rol a cada género y condiciona la vivencia de una sexualidad plena. En lugar de dejarse llevar y disfrutar del sexo, uno/a se dedica a verse desde fuera y valorar si está cumpliendo con lo que de él o ella se espera.

Así no se puede disfrutar porque el sexo se convierte más en un examen de ejecución y de rendimiento, que en un momento de liberación y gozo.

Esta forma de ver (y sufrir) el sexo es una de las causas de algunos trastornos que vemos en consulta. Por ejemplo, cuando hay problemas de erección o dificultades para conseguir el orgasmo, encontramos una presión excesiva hacia uno mismo y hacia su desempeño.

¡Fuera presiones!

La solución parece fácil, ¿verdad? Dejar los estereotipos a un lado y arreando… Pero ya lo digo: parece fácil, no siempre lo es.

El poso que deja la visión social de la sexualidad es, como decía, más o menos grande y más o menos consciente. Algunos pueden quitárselo sin mayores problemas y disfrutar libremente. Pero otros necesitan, primero, ser conscientes del arraigo de esas ideas preconcebidas y de cómo están interfiriendo para, después, empezar un ejercicio (arduo) de deconstrucción de las mismas. La mayor o menor dificultad para quitarse de encima prejuicios dependerá de la propia actitud y motivación para deshacerse de ellos y, también, de la educación recibida y de las historias que cada uno lleve en su mochila de vida.

Sin condicionantes que malmetan, luego hay que trabajar otros aspectos. Quererse  y conocerse a sí mismo será el inicio. Para, a partir de ahí, poder compartir erótica con otros actuando, cada uno, como más a gusto se sienta dentro del encuentro. Sin juzgar ni sentirse juzgado.

Con todo esto, estaremos más cerca de conseguir que un encuentro erótico sea esa definición idílica del principio del artículo: dos (o más) personas que se fusionan y comparten sus deseos, sus cuerpos, sus sensaciones, su piel, su placer… Sin intrusos.

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