Una MILF en apuros

Una MILF en apuros: A ligar a Burgos

En mi último post nos quedamos en México, acordaos: había intentado ligarme a un par de mozalbetes, unos buenos bigardos que hubiera dicho mi madre (que se refería así a los hombres altos. Claro, que para mi madre, 1,50 de altura, cualquier cosa es alto, también hay que decirlo) y resultaron ser los dos únicos hombres fieles de Latinoamérica. Esto le estaba contando a Pris, que qué puta suerte y vaya detector de ligues más averiado que tengo cuando ella me dijo que eso pasaba por querer ligar en México. Que lo que tenía que hacer es ir a ligar a Burgos.

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Una MILF en apuros

No es que Priscila tenga un interés especial por Burgos, que creo que nunca estuvo ni yo tampoco, la verdad. Es que ella es conocedora de que, una vez, medio tuve una aventura (o sea, no la tuve entera, solo unos tímidos acercamientos carnales) con un pavo que era de Burgos. Casado también, para que veáis que lo de mi radar averiado viene de lejos. Y no nos acostamos, no por falta de ganas por mi parte ni creo que por la suya tampoco, pero él me argumentó que no podía hacerlo porque el anillo y tal y cual, y porque además luego sufría, se recomía por dentro y tenía que ir al psicólogo. Y que su psicólogo le había dicho, y aquí llegamos al quid de la cuestión, que él, el pavo del que hablamos, pongamos que se llamaba por ejemplo David, pues que David tenía pulsiones sexuales por otras mujeres que no fuesen la suya porque era de Burgos. Porque en Burgos había muchos infieles. La infidelidad era tan típica de Burgos como su catedral o la morcilla…

Eso le había dicho el psicólogo y se quedó tan ancho. El psicólogo, digo. Cinco años de Licenciatura para decir estas memeces con cero base científica. Que quisiera yo saber de qué estadística elaborada por qué institución había sacado este señor la conclusión de que en Burgos son más infieles que en otro sitio, la verdad. A mí me da que al psicólogo le tuvieron que poner los cuernos con uno de Burgos, o quizá, su pareja, la que le abandonó vilmente, era de allí y de ahí esa especial inquina y esa aseveración con tan poca base. Pero vamos, queridos lectores, si hay algún burgalés leyendo estas líneas, por favor, acudan en mi ayuda y aclárenme esta cuestión que me recome como a David le recomía la culpabilidad por querer mojar el churro fuera de casa.

A Burgos a ligar de momento no voy a ir, porque allí hace mucho frío: lo sé bien porque siendo pequeña, viajando a París en coche, como se viajaba antes, sin cinturón y siete dentro del vehículo, paramos cerca de Burgos para comer, y del frío que hacía salimos escopetados al coche. Lo peor de todo es que la tortilla de mi madre se quedó en Burgos. Eso dolió.

Pero, ahora que lo pienso con tranquilidad, a mí una vez un amante me quiso llevar a Burgos. Os cuento la historia: resulta que yo, recién estrenada la maternidad en solitario (que es una verdadera fiesta, aprovecho para decirlo una vez más) conocí a un tipo bien majete que había sido jugador de rugby. El caso es que como yo era consciente de que estaba siendo parasitada por mi hija, que era muy pequeña, le dije que por qué no nos íbamos un fin de semana los dos solos a un sitio no muy lejano de Madrid (por si había que volver corriendo que la peque era peque) o, en su defecto, a un sitio bien comunicado por Ave. «Fabuloso, me dijo él, vayámonos a Cantabria». En ese momento me pregunté qué parte de cerca de Madrid o bien comunicado por Ave no había entendido, pero bueno, me dije, Santander siempre es una maravilla, venga, vayámonos a Santander.

Yo lo que quería, podéis intuir, era encerrarme con él en cualquier casa rural o motel a follar durante 48 horas. No tenía muchos más objetivos ni expectativas espirituales: nos habíamos conocido hacía poco, apenas habíamos explorado nuestros cuerpos y siempre que habíamos tenido sexo la mayor de las veces era con prisa porque yo tenía que salir corriendo por eso de ser una MILF. Y por eso pensé que poner algo de distancia con mi domicilio ayudaría a un recorrernos las pieles con más detenimiento.

Venga, vámonos a Cantabria. El angelito empezó a hacer en voz alta el planning del viaje y de repente me dijo: y de camino al norte podemos parar en Burgos y conocer el Museo de la Evolución Humana. Qué cubo de agua fría, señores.

Coño, qué mierda es esta. ¿Os he dicho yo en el párrafo anterior en algún momento que quisiera irme de museos? ¿He dado a entender que quería una salida cultural? No, ¿verdad? He dicho que buscaba fornicio y el tío hablándome de la evolución humana… Pues yo, en materia sexual, quedaba muy claro que me había quedado a los inicios de la evolución humana y que ahí quería volver por unas horas, leñe. No pude irme con él, podrán imaginar, porque como bien dejó en evidencia su tentadora oferta, de rugby este mozo sabía mucho, pero desde luego, de conquistar y seducir a mujeres… no.

No sabe una muy bien dónde ir a ligar, la verdad, porque la oferta masculina deja mucho que desear, el mercado es como una Bodega de Retales, que es, volviendo a México, como le llaman allí al outlet. Y además, como dice mi amiga Laura, al ir cumpliendo años también te haces invisibles para los tíos de tu edad, que las buscan 20 años menores…

Decía Candela Peña recientemente en una entrevista que, siendo más joven, tenían más en consideración la mirada externa, pero que ahora ya, a su edad, «ni con los señores». Te entiendo Candela, a la perfección.

Y no está mal eso de hacerse invisible, al menos puedes volver tranquila a casa por las noches sin mirar para atrás porque viene uno siguiéndote hace un rato, acelerando el paso y tú con las llaves clavándose en la palma de la mano, que las has sacado hace rato por si tienes que correr al portal. Hay tan poco machismo en la sociedad que tienes que esperar casi la decrepitud para volver tranquila a casa, ¿verdad?

Al final, habrá que ir al Museo de la Evolución Humana, no dudo de su interés, pero con las amigas que por lo menos te ríes.