Murales, vasijas, figuras, adornos, pinturas rupestres… las representaciones de los genitales humanos son una constante en las grandes civilizaciones: la Antigua Babilonia, el Imperio Romano, la Grecia Clásica, y, claro está, el Lejano Oriente (India, Japón, Corea, Indonesia…), en donde las representaciones de vulvas y falos estaban presentes tanto en edificios oficiales y festivales públicos, como en la vida cotidiana y privada de sus habitantes, con un simbolismo más profundo que el meramente erótico o sexual.
¿En qué momento el ser humano sintió esa necesidad de plasmar sus genitales y cuál era su propósito? Según un estudio publicado este mismo año, en la Edad de Piedra.
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El colgante T21
Un equipo internacional de investigadores, dirigido por la arqueóloga Solange Rigaud de la Universidad de Burdeos (Francia), publicó el 12 de junio de 2023, en la revista Scientific Reports, un artículo con el que intentan contribuir al debate científico sobre el simbolismo y función de un objeto descubierto el 28 de julio de 2016 en Tolbor-21 (T21), una excavación arqueológica del Paleolítico ubicada en las montañas Khangai del Norte de Mongolia.
Según los investigadores, el objeto (de 43,4 mm de largo, 21,4 mm de ancho y 13,9 mm de grosor) es un colgante de grafito, que un cazador/recolector de otra región (no hay yacimientos de este material en kilómetros a la redonda de la excavación) llevó en el cuello, suspendido de un cordón de fibras vegetales, cuero o tendón.
Tras analizar el adorno (un cuello largo con una cabeza redonda, en el que se aprecian incisiones identificables con el meato uretral externo y el surco balano-prenupcial), el estudio aventura que «aunque es difícil descartar por completo otras posibilidades (…) la interpretación más convincente del colgante T21 es que es una representación fálica simplificada».
Que la pieza represente un pene es muy relevante, ya que aporta nuevas evidencias de producción simbólica y autorepresentación humana en las primeras fases del Paleolítico Superior. «Los colgantes fálicos tridimensionales son desconocidos en el registro paleolítico, y este descubrimiento es anterior a la representación antropomórfica sexuada más antigua conocida. Atestigua que las comunidades de cazadores-recolectores utilizaron atributos anatómicos sexuales como símbolos en una etapa muy temprana de su dispersión en la región».
El estudio explica que «en un contexto europeo, las representaciones del falo se han interpretado de varias maneras, incluso como símbolos de fertilidad o masculinidad, símbolos apotropaicos, evidencia de que las sociedades ya conocían los principios biológicos de la reproducción, artefactos utilizados para ritos de paso relacionados con la madurez biológica de los individuos, o incluso como objetos de culto religioso. Aunque su papel social no está claro, los símbolos fálicos se han discutido en términos de cohesión grupal, individuación e identidad, o asociados con consideraciones generales sobre el surgimiento de la complejidad social y los aspectos materializados del pensamiento simbólico, las relaciones de género y la sexualidad».
En cuanto a la función o significado específico de esta pieza, Rigaud reconoce que «es difícil asociar una función o significado específico con el colgante T21», aunque su pequeño tamaño y el hecho de que las modificaciones e incisiones fueran tan discretas les impulsan a creer que «no estaba necesariamente relacionado con su visibilidad a distancia», así que es probable que el colgante tuviera un significado personal o de protección para su propietario (al estilo de los fascinum romanos); una hipótesis reforzada por el desgaste de la pieza, que indica que se utilizó durante un largo periodo de tiempo.
Las representaciones antropomórficas sexuadas más antiguas
Este hallazgo arqueológico también implica que el colgante T21 es la representación antropomórfica sexuada más antigua conocida (entre 42.400 y 41.900 años) y que probablemente fue realizada por Auriñacienses, Homo sapiens que coexistieron con el Neandertal, cuya cultura material (que se desarrolló desde el Cercano Oriente hasta todo el territorio de Europa central) incluye representaciones antropomórficas sexuadas, en las que predominan las de genitales femeninos, como la Venus de Hohle Fels (llamada así porque se encontró en esta cueva cercana a la ciudad de Schelklingen, Alemania), una pequeña escultura femenina (de unos 6 cm de altura, 3,5 de anchura y 3 de profundidad) esculpida en marfil de mamut, con los atributos sexuales muy marcados (vulva, pechos y cadera). La Venus de Hohle Fels, que también fue utilizada como colgante, era la escultura humana figurativa más antigua hallada hasta la fecha, al considerar que posee un mínimo de 35.000 años de antigüedad (hasta 40.000 según otros investigadores).
En cuanto a los genitales masculinos, su representación aislada se considera muy rara, y el más antiguo conocido hasta la fecha era el Falo de Hohle o Falo de Schelklingen, descubierto en 2004 en la misma cueva que la Venus de Hohle Fels. Según el profesor Nicholas Conard, el falo de piedra (que posee un mínimo de 28.000 años de antigüedad), además de ser una representación simbólica de los genitales masculinos, probablemente se utilizara para cortar lajas de piedra. No obstante, su tamaño (19,2 cm de largo, 3,6 cm de ancho, 2,8 cm de espesor y 287 gm de peso) y el hecho de que el material (limolita) estuviera perfectamente pulido han impulsado a otros investigadores a la descabellada teoría de que el Falo de Hohle representaciones antropomórficas sexuadas o Falo de Schelklingen tuviera una función más placentera y menos simbólica. Pervertidos…