Podría ser un chiste malo: –Mamá, ¿qué es el tiempo?; –Pues la medida con la que sabemos lo que duran las cosas; –Entonces, ¿cuánto dura el coito? La pregunta es más interesante que un simple chascarrillo pues la cuestión se suscita a raíz de intentar ser mejores amantes, o dicho de otro modo, como consecuencia de querer que nuestras parejas disfruten en la intimidad. Y se complica aún más cuando introducimos la variable del tiempo. Pues hay besos que duran horas y, como todos sabemos, fines de semana que se esfuman en minutos (la mayoría, por cierto).
Pareciera que es tan subjetivo que no cabe hablar de medida alguna y, sin embargo, eso es precisamente lo que le da un carácter común, una posibilidad de objetivarlo. ¿Cuánto dura el coito? Avanzaremos que el truco está en querer hacerlo bien.
Sigue leyendo…
El tiempo cronológico establece los límites de lo suficiente y lo necesario, mientras que la atemporalidad de nuestras sensaciones exige la eternidad de los sentimientos, sobre todo, de los que consideramos recíprocos. Así es como todos hemos coexistido alguna vez con la frustración. La de pensar ser unos buenos amantes y caer en la cuenta de que nuestras parejas esperaban mucho más de nosotros. Pues bien, durante muchos años la sexualidad se ha vivido pensando en que el coito debía durar cuanto más, mejor. Y que el simple hecho de «aguantar» horas en la cama era sinónimo de darle a la otra persona «lo que necesitaba» para ser feliz.
La duración del coito según la ciencia
Desde hace casi una década, la ciencia está difundiendo los estudios realizados a este respecto, desmontando el mito de que para tener una vida sexual placentera el coito deba extenderse horas.
La media
En el año 2005, el Doctor Irwin Goldstein realizó un estudio con 1.500 parejas heterosexuales. Se trataba de algo sumamente sencillo, las mujeres medían el tiempo que duraba el coito –¡con cronómetro!– y, posteriormente, lo comunicaban por escrito. La media se situó en 7.3 minutos.
La interpretación
Tres años después, Eric Corty realizó una encuesta a 50 parejas para saber el grado de satisfacción que alcanzaban, en función de la duración del coito. Los resultados fueron los siguientes:
De 1 a 2 minutos, la definición –como era de esperar– fue «demasiado corto».
De 3 a 7 minutos, la media opinó que era «adecuado».
De 7 a 13 minutos, fue el rango considerado como «deseable».
Más de 13 minutos fue generalmente entendido como algo «demasiado largo».
Cómo durar más
La encuesta de Corty había incluido un cuestionario previo del que se extraía que ambos géneros deseaban que la excitación previa al coito fuera más prolongada. En realidad, suele ser en esos preliminares donde se demuestran el afecto y la atracción por la otra persona. Dedicarse el tiempo necesario al otro es lo mismo que destrozar los cronómetros en nombre de la sensualidad. Un paso que, definitivamente, tiene que darse para que las parejas puedan desarrollar toda su sexualidad salvando el escollo del tabú. Y esto sólo es posible cuando se prueba lo que se anhela… ¡lo que la pareja desea! Por supuesto, esto no significa que se tenga que acceder a hacer lo que no nos gusta. Pero sí representa que muchas de las cosas que no practicamos en la cama (o allá donde tengamos sexo) ni siquiera las hemos contemplado (¡o las hemos escondido en la profunda cámara mental de lo prohibido!). El tabú se elimina jugando, y jugando empleamos tiempo en satisfacer, gozar y sentir placer por la excitación ajena. El hecho de divertirnos borra de un plumazo las etiquetas que ponemos a algunas prácticas sexuales. ¿Quién no las ha usado? Sucio, depravado, guarro… Hasta que caemos en la cuenta de que una de esas perversiones nos encanta. Y, sólo nos enteramos de que son apetitos de lo más normales cuando se las contamos a nuestras mejores amigas. Así, con el bondage descubrimos que al atarnos físicamente, nos desatamos emocionalmente; o, iniciándonos en el BDSM, que los cachetes en el culo nos excitan sobremanera; o que el ano es también una fuente de excitación, etc.
Cuando se emplea tiempo en los preliminares para materializar nuestras fantasías, no sólo alargamos la duración del sexo (pues los preliminares también son sexo) sino que preparamos el coito más placentero. Y, probablemente, dará igual lo que dure la penetración porque nuestros cuerpos estarán dispuestos para el orgasmo (¡o incluso ya habrán alcanzado alguno!). Es más, igual ni siquiera importe alcanzar el clímax porque el propio juego habrá merecido la pena. Esto es, no hay duración ideal del coito porque lo ideal es desarrollar libremente nuestra sexualidad. Los relojes sobran. Y es que un polvo dura lo que dura un polvo.