Relatos eróticos

Historias reales en mi mail (II): Mi primer intercambio de pareja en un club swinger

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Hace un par de meses, recibí un mail en el que una mujer de 36 años reconocía que se había sentido muy identificada con mi artículo en el que ofrecía sugerencias para iniciarse como swinger. Lo que más me alegró fue el hecho de que Rosa me contara su primera experiencia en el intercambio de parejas como epílogo a la felicitación, además de pedirme que la reescribiera en nuestra sección de relatos eróticos.

Ella no se llama Rosa, yo misma le he puesto este sobrenombre, pero su historia es tan apasionante como real.

Mi primer intercambio de pareja en un club swinger

Me imagino a una joven Rosa en las vísperas al segundo milenio, tendida sobre la mesa del aula de Enfermería Gerontológica, abandonándose al gozo, una y otra vez, con las profundas embestidas y sensuales balanceos de Javier.

El pequeño Centro privado de Barcelona en el que estudiaban 2º de Enfermería se había convertido en un espacio donde cultivar su reciente y sana «adicción al sexo». No han parado de tenerlo desde que se conocieron y, de eso, han pasado ya dieciséis abriles.

Mi primer intercambio de pareja en un club swinger

Luego de 6 años de intenso noviazgo se casaron en un pequeño pueblo del Bajo Ampurdán. Regresaron a Barcelona por trabajo, y tras una década de matrimonio, aún siguen buscándose a diario. Rosa no da muchos detalles de su físico pero, podemos deducir que es una chica mona y menudita, de esas que cuando se conocen, parecen tan graciosas y sensuales que una no se la imagina teniendo sexo salvaje. Sin embargo, eso es precisamente lo que hace cada día con Javier.

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Recuerda perfectamente el día en que Javier admitió que una de sus fantasías era observarla con varios hombres a la vez, al tiempo que penetraba a otra mujer. Se empezaron a reír nerviosamente y, casi sin pensar, Rosa contestó que podrían probar. Fue una de esas frases que antes de que salgan por la boca, ya han producido miedo, arrepentimiento… y excitación por probar algo tan nuevo, como moralmente prohibido.

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Él también desprendía cierto desasosiego. Aun teniendo mucha confianza, una fantasía de este calibre nunca es fácil de confesar. Como ella le ama y le conoce, no tardó en animar la conversación no sólo para averiguar lo que Javier anhelaba, sino también por hacerle sentir más cómodo.

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Cuando se inicia esta conversación, una bomba de relojería onírica se pone en marcha. Las cabezas comienzan a producir potentes y recurrentes secuencias sexuales, con pequeñas variaciones, como si estuviésemos descubriendo placeres que tan sólo serán virtuales. Muy lejos de ello, Rosa y Javier se pusieron manos a la obra, pensando cuál sería la mejor forma de materializar aquellos sueños.

En el mundo en que vivimos, cuando tenemos una duda se la preguntamos a Google. Y eso es exactamente lo que hicieron ellos. Encontraron que había mucha gente que se hacía llamar swinger: intercambiaban parejas en fiestas, clubes o, simplemente se excitaban mirando cómo lo hacían otras. Buscaron consejos por Internet y abrieron cuentas de correo para entrar en contacto con personas que ya tenían experiencia. Sin embargo, había pasado un mes y todavía no lo habían hecho.

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En Barcelona, y pueblos aledaños, existe un buen puñado de clubes. Los anuncios de fiestas esporádicas en casas, por el contrario, no les seducían mucho. Rosa había impuesto una regla: quería un local elegante y discreto, y a ser posible original donde se pudiera sentir lo más cómoda posible. La otra regla de oro es la que todos los clubs siguen a rajatabla: No significa «no». Esto aportaba mucha tranquilidad.

Hasta aquel entonces habían marcado como favoritos más de 10 pubs swinger, pero fue en una nueva búsqueda en la que encontraron el «club total»:

FIESTA TEMÁTICA. ESTE VIERNES: CARNAVAL VENECIANO. 100 € ENTRADA Y 2 CONSUMICIONES. BAR, DISCO, PASILLO FRANCÉS, REJAS, OJOS DE BUEY, DUCHAS Y TAQUILLAS. ABSTENERSE HOMBRES SIN PAREJA.

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Visitaron tiendas de disfraces y se prepararon durante la semana para el gran evento. Lo vivían inquietos, era una muestra más de su activa y excitante vida sexual. Aunque, al tiempo, sentían ese miedo que todos hemos tenido a que una aventura marque un punto de inflexión, sin retorno al amor.

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El nerviosismo se esfumó en el momento en que entraron al pub. El barman, que parecía un noble de época, les atendió con un respeto inusitado. Cambiaron sus dos primeros tickets por un par de Johnny Walker Black Label con hielo, y brindaron por ser un matrimonio al que jamás les faltara el sexo.

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Los dos pensaban que no encontrarían a gente sexy y se equivocaron de lleno. Eran matrimonios como ellos, un poco mayores, quizás sobre los 40 pero atractivos, llenos de energía y deseosos de aventuras. Hablaron y bebieron durante un buen rato, en el que Javier y Rosa confesaron que eran novatos en esto del intercambio de parejas.

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Pero el trato era el trato: los dos debían estar en la misma sala, para poder observarse. Y así fue: los seis se fueron a una de las habitaciones que Rosa había visto en la web…

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– Cariño, ¿te gusta? –le preguntó una de las esposas a Javier, mientras la otra tomaba el testigo en la felación.

– Sí, claro –dijo tembloroso, dirigiendo la mirada a Rosa.

– No la mires a ella. Nuestros chicos la están cuidando… –le espetó con una sonrisa, mientras se desanudaba el escote para mostrar sus pechos y acariciarlos contra la piel de Javier.

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Estaba amaneciendo cuando volvieron a casa. Ella se lo había pasado bomba, pero no tenía muy claro cómo lo había sentido su marido. ¿Perdería esa sana «adicción al sexo» con la que ambos habían disfrutado durante 16 años?  Rosa recuerda que durmieron abrazados sin soltarse, hasta que Javier la despertó con un beso y le dijo:

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