Amores sempiternos, amores eternos. Lauren Bacall contó que su primer beso con Humprey Bogart surgió de forma espontánea. Estaban riendo en su camerino, como otras tantas veces, cuando, de pronto, Bogart se inclinó, le sujetó la barbilla y la besó. Él tenía 44 años y estaba casado, ella solo tenía 19 y aún era virgen. Ese beso fue el inicio de una de las grandes historias de amor del cine. Sin embargo, su matrimonio solo duraría 12 años, ya que se vería truncado por el fallecimiento repentino del actor. Humprey Bogart murió dejando a una joven Bacall viuda, con tan solo 33 años, y dos hijos.
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Ella se volvió a casar, solo una vez y de forma fallida, porque no pudo encontrar en otro hombre la química que tenía con Humprey Bogart, fuera y dentro de la pantalla. Su historia se volvió un icono del cine clásico, pero también de uno de los clásicos de la vida. De los amores sempiternos, que aunque terminan, no acaban nunca.
Amores eternos
Porque hay amores que no están destinados a ser, que tienen muchos motivos en contra, que no convienen, que no cuajan, que duelen. Y sin embargo, quizás ese empeño en prohibírnoslos a nosotros mismos, es el que nos hace caer profundamente en ellos. Y el empeño en olvidarlos, el que hace que no podamos dejar de recordarlos. Dicen que el primer amor nunca se olvida, y para Lauren Bacall, Bogart quizás no fuera su primer amor, pero desde luego fue su primera vez.
El sexo es siempre una de las claves de esas relaciones que se convierten en adicciones, y que cuando acaban, nos dejan obsesiones. Porque lo que no se dice en las tramas románticas es que lo que realmente enamora no son los poemas ni las rosas, sino los orgasmos que hacen perder el sentido. Uno no anhela las relaciones largas, que fueron rutinarias, sino las que fueron intensas, las que nos hicieron sentir, aunque solo fuera durante unos días, verdaderos fuegos artificiales entre las piernas.
Amores eternos y fantasías
No en vano, uno de los síntomas de que un amor se nos ha quedado enquistado es que siga siendo un recurso en nuestras fantasías eróticas. Quizás cuando estemos intentando borrar sus huellas con otros amantes, que al cerrar los ojos se transformen en esa persona, pero sobre todo en esos momentos íntimos de autoerotismo, donde dejamos que nuestra mente se libere y nos muestre las imágenes que aún son símbolo de placer para nosotros. Así, ese rostro borroso de la fantasía volverá a ser insistentemente el suyo. Esa práctica secreta que nunca compartiste con nadie más (o sí) será la llave que, aunque solo sea mentalmente, seguirá abriendo las puertas del paraíso.
Si, como en el caso de Lauren Bacall, se trata de un amor perdido, entonces será difícil no caer en la idealización de esa persona. Se olvidará todo lo malo y nos aferraremos con demasiada ansiedad a lo bueno, que ya nunca volverá (salvo en materia onírica, en nuestros sueños, despiertos o no). Empeñarse en olvidar solo nos hará seguir poniendo atención en su recuerdo y, por ello, no queda sino dejar pasar el tiempo y esperar que un día, lo que antes dolía, ya no nos despierte especiales sentimientos. El tiempo todo lo cura, hasta la pérdida del “buen sexo”.
Amores eternos: el adiós
Aunque la mayoría de amores interminables son los que ocurren cuando esa persona no se va del todo. Cuando aparece en nuestra vida de forma intermitente, se cuela en nuestra cama sin que sepamos evitarlo, y después se marcha sin avisar, dejando las sábanas mucho más frías, el sexo caliente y el corazón helado. Son amores que nunca llegan a ser, pero que tampoco dejan de serlo. Por eso es tan difícil definirlos.
En esos casos, la solución es solo nuestra. Saber decir adiós con un te quiero a tiempo puede evitar males mayores. No todas las relaciones se terminan porque se deje de querer a la otra persona, a veces el final lo tiene que poner el raciocinio.
Aunque para Bacall solo hubo un Bogart, la vida puede traernos sorpresas, y por eso hay que dar no solo al amor, sino también al sexo, segundas oportunidades… aunque con amantes nuevos.