La mayoría de las películas de amor no hablan de amor. Hablan del enamoramiento. Ese momento en el que surge la chispa, nuestro cuerpo reacciona químicamente y nuestra mente empieza a idealizar románticamente.
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Amores de verano
Son las primeras miradas, las primeras citas, e incluso ese primer «te quiero» que puede salir cual fruto de la oxitocina del orgasmo, y no del amor real hacia cada faceta de la persona que tenemos delante.
Porque seamos sinceros. El enamoramiento no es más que ficción. Porque llamamos amor a cualquier cosa. Incluso llamamos amor a los amores de verano. Y esos también tienen mucho más de invención, que de realidad.
Amores de verano: Como el rodaje de una película
Los amores de verano, de hecho, son los que más se parecen a una película. Tienen un principio y un final, unos personajes que interpretan un papel y una ambientación idílica. Tres factores claves, si lo pensamos: poder vivir el presente sin la angustia de si esa relación tiene futuro, poder mostrar lo mejor de nosotros mismos y creernos lo mejor del otro, y enamorarnos no solo de la persona, sino del entorno de nuestra historia.
Precisamente, un verano fue cuando se conocieron Jennifer Lawrence y Nicholas Hoult, durante el rodaje de X-Men. Cada uno interpretando a un personaje que, precisamente, escondía una parte de su realidad. Cada uno enamorándose de la ficción del otro, además de su propia realidad.
Su historia trascendió más allá de ese verano, pero la época estival fue siempre clave en su relación. En verano se escucharon los rumores de boda y en verano se habló oficialmente de su ruptura.
Amores de verano: Enamorarse del lugar
Su caso no es único, ni mucho menos. Es común que los actores de una película se enamoren durante el rodaje. Porque es obvio que la magia del cine ayuda a hacer que salte la chispa.
Pasa un poco lo mismo con el verano. Es la propia época la que nos ayuda a enamorarnos. Ni siquiera eso. A veces, simplemente nos enamoramos del verano en sí. De los paseos por la playa cogidos de la mano, de los besos al atardecer mirando al mar. De las noches de bailes infinitos, incluso de los susurros que tienen aroma a mojito.
Incluso pensamos que esa persona es mejor amante que cualquiera. Porque todo es más fácil. El sexo surge solo, sin mirar el reloj, sin estrés, sin llamadas del trabajo, sin pensar en lo que ese encuentro significará mañana. Porque lo que pasa entre las olas, entre las olas queda. Y así es más fácil entregarse con cualquiera.
Amores de verano: El recuerdo de lo que nunca fue
No todo es idílico en las aventuras estivales. Hay quién piensa que son más duras, precisamente porque pronto llega el momento de la despedida. Ese beso delante de un coche, un aeropuerto o una parada de un autobús, en el que preferimos pensar que el futuro es incierto, en vez de asumir que, seguramente, no volvamos a vernos.
Sin embargo, quien ha vivido un amor de verano sabe que el momento más duro es el olvido. Porque ¿cómo olvidar lo que nunca llegó a ser?
Puede asumirse la pérdida de un amor que fue usado hasta la extenuación, por el hecho de que al menos queda lo vivido. Pero un amor de verano apenas es un aperitivo.
Porque no da tiempo a conocer los defectos que nos hubieran llevado a decepcionarnos y, por ende, el recuerdo será excesivamente bello, lo que lo hace más doloroso.
Más aún, si pensamos que la memoria es traicionera y si, en cualquier relación la mente tiende a quedarse con lo bueno, los recuerdos de aquel verano pueden convertirse en un fantasma que nos acompañe por siempre. Y es que en el amor nos enseñan a aferrarnos, pero pocas veces nos explican cómo soltarnos.
Amores de verano: Personas que llegan y se van
Volviendo a la historia de amor entre Jennifer Lawrence y Nicholas Hoult, si bien su historia de amor levantó muchos titulares, sobre todo en sus idas y venidas de las épocas estivales, los motivos de su final tardaron más en llegar al papel cuché.
Finalmente, Lawrence declaró: «No sé si algún día me voy a casar y está bien que así sea. No siento que necesite algo que me complete. Me encanta conocer personas y me encanta la gente que llega a mi vida y te ofrece algo».
Su frase resume muy bien los amores que llegan, pero que, como el verano, tienen que marcharse.
Dicen que la vida es como un autobús, pero que solo nosotros llegaremos a la última parada. Habrá personas que se bajen y que se suban a ese autobús a lo largo del camino. Solo queda disfrutar de cada uno de los trayectos compartidos.